Por Julián Schvindlerman
Cuando en mayo del presente año estalló la pandemia de la gripe porcina, la televisión iraní insinuó que los judíos y los norteamericanos estaban tras de ella. Mencionó puntualmente al ex Secretario de Defensa Donald Rumsfeld como accionista de una “compañía judía” dueña del remedio curativo de la que “todos sus accionistas son sionistas”. Tres años antes, en un contexto de gripe aviaria, un columnista en el diario oficial sirio Al-Thawara sugirió que los israelíes habían creado el virus para dañar “genes que sólo poseen los árabes”. En cuanto al motivo por el cuál habría Israel plantado el virus en Asia oriental si el objetivo eran los genes árabes, el autor lo vinculó con una táctica de distracción típicamente sionista.
No era enteramente ilógico asumir ello. Después de todo, si los judíos habían planeado los atentados del 9/11, esto ciertamente sería un detalle. “Sólo los judíos son capaces de planear semejante incidente” afirmó casualmente un tal jeque Gamei. El “incidente” aludido fue el atentado que provocó la muerte a cerca de tres mil personas en Estados Unidos. Un website con patrocinio del gobierno de Qatar atribuyó el ataque a “una organización sionista internacional, Los Sabios de Sión”. El embajador sirio ante Teherán, Turky Muhammad Saqr, afirmó “Siria tiene prueba documentada del involucramiento del régimen sionista en los ataques del 11 de septiembre sobre los Estados Unidos”.
En rigor no hay nada nuevo bajo el sol. Las teorías conspirativas tienen un largo historial en aquellas tierras poco hospitalarias.
Cuando en 1996 Israel demandó a la Organización por la Liberación Palestina (OLP) que alterara la Carta Nacional Palestina, en conformidad con los requerimientos de los Acuerdos de Oslo, Rifat an-Najir, miembro del Consejo Palestino respondió: "Los Protocolos de los Sabios de Sión contienen párrafos mucho más peligrosos que los de la Carta Nacional Palestina… Por ende, para que nosotros anulemos partes de la Carta, ellos deben anular el extremismo incluido en los Protocolos". Éstos son regularmente citados por la prensa, fueron publicados en forma de libro en varios países árabes, e incluso por un diario iraní, el que publicó el tomo completo en 1995 en más de 150 ediciones bajo el título "un recordatorio para el lector". El mismo año, la Universidad de Alejandría, en Egipto, otorgó una maestría a un estudiante que escribió su tesis sobre el rol de los judíos en la economía basada en los Protocolos.
Según el diario oficial sirio Tishrin, organizaciones judías e israelíes han colonizado "100%" la red Internet y en consecuencia no hay material en la autopista informática que sea "benigno a los intereses sirios". La prensa palestina repetidamente ha acusado a Israel de exportar gomas de mascar afrodisíacas y chocolates contaminados "para crear problemas internos en nuestra comunidad y matar nuestros valores nacionales e islámicos", en palabras de un funcionario palestino. En abril de 2001, clérigos sauditas, jordanos y egipcios emitieron fatwas prohibiendo el uso del popular juego originario del Japón "Pokemon" puesto que era una "conspiración sionista". Según estos líderes religiosos islámicos, Pokemon quiere decir en japonés "soy judío" y la Estrella de David podía verse en las imágenes de las figuritas.
Estas divagaciones han incursionado en el campo literario. Un famoso libro publicado en 1987, El Anticristo, escrito por el autor egipcio Sa´id Ayyub, sostuvo que todos los sumos pontífices de la Iglesia Católica, Martin Luther King y Napoleón Bonaparte fueron judíos. Otro escritor egipcio, ´Izzat´Arif, publicó en 1990 el libro El Fin de Saddam, en el que acusó al dictador de Bagdad de ser judío. Siguiendo esta línea, un periódico sirio afirmó que Yasser Arafat inició negociaciones con Israel porque él mismo era judío. En 1991 vio la luz del día un libro escrito por ´Isa Da´ud titulado Advertencia: El falso mesías está invadiendo el mundo desde el Triángulo de las Bermudas, donde judíos y norteamericanos eran acusados de estar planeando explotar el planeta tierra. David Cook, un estudiante de la literatura árabe-musulmana, señaló que estos libros no son oscuras y marginales publicaciones; son tan populares que todos ellos han sido republicados varias veces.
A pesar de los varios repliegues territoriales israelíes, el mundo árabe ha estado largamente convencido que el estado judío desea expandir sus fronteras hasta cubrir todo el Medio Oriente… y más también. El académico Daniel Pipes trazó sus orígenes a tiempos precedentes al establecimiento del Estado de Israel. En 1937, dijo el rey Abd al-Aziz ibn Saud a un diplomático inglés: "Los judíos contemplan como su objetivo final no sólo tomar todo Palestina sino también la tierra al sur hasta llegar a Medina. Hacia el Este, también tienen la esperanza de algún día extenderse hasta el Golfo Pérsico". Gamal Abdel Nasser propagó intensamente esta fantasía. Al igual que su colega saudita, Nasser creía que "los judíos intentan conquistar Meca y Medina". En 1990, el diario Al-Akhbar opinó que la inmigración de judíos provenientes de la Unión Soviética era un "paso importante hacia la concreción del viejo sueño del Gran Israel, estirándose desde el Nilo hasta el Éufrates". Al año siguiente, Muhamar Qhadafi advirtió respecto a un siniestro plan israelí tendiente a "dominar fuentes de agua en la región, desde el Eufrates al Nilo". El líder libio adujo que Israel establecería sus cuarteles en El Cairo, dominando el área desde Pakistán a España y desde Turquía a Yemen: "Los israelíes han dicho que su hogar es de océano a océano, desde el Océano Índigo hasta los Estrechos del Bab al-Mandib, Estrechos de Hormuz, el Mar Rojo… hasta el Océano Atlántico junto con el Estrecho de Gibraltar y el Mediterráneo".
Un singular aporte a la alocada noción realizó Yasser Arafat en 1990 ante nada menos que el Consejo de Seguridad de la ONU, desplazado especialmente desde Nueva York a Ginebra. En aquella oportunidad, el famoso palestino indicó tener evidencia de los designios expansionistas israelíes. Con una moneda israelí de 10 agorot en la mano, dijo a la audiencia: "Este documento es un mapa del Gran Israel, el que está inscrito en esta moneda israelí, la pieza de 10 agorot". Abriendo un mapa, Arafat continuó: "todo Palestina, todo El Líbano, todo Jordania, medio Siria, 2/3 de Irak, 1/3 de Arabia Saudita hasta la sagrada Medina, y medio Sinaí". (La moneda, en uso en Israel, muestra una menorá contra un mapa regional; es una imitación de una moneda emitida en el año 37 antes de la Era Común por el último de los reyes jasmoneos, durante el sitio de Jerusalem).
En 1983, delegados árabes ante la Organización Mundial de la Salud acusaron a Israel de "envenenar masivamente" a adolescentes palestinas en Judea y Samaria. En 1991, el embajador sirio acusó a Israel ante la Comisión de Derechos Humanos de haber asesinado a niños cristianos para beber su sangre en Pesaj. En 1997, el representante palestino acusó a Israel de haber deliberadamente inyectado el virus HIV a niños palestinos durante la previa Intifada. En 1999, Suha Arafat (la viuda de Yasser), en presencia de Hillary Clinton, arguyó que Israel había asesinado niños palestinos con gas venenoso. En el contexto de la Intifada de Al-Aqsa, Arafat repetidas veces afirmó que el ejército israelí empleó un "gas negro" que produce cáncer. En el año 2000, el Ministerio de Educación egipcio republicó un libro originario de 1890 titulado "Sacrificos humanos en el Talmud", esencialmente reviviendo el libelo de sangre de Damasco de 1840.
Mi alucinación árabe favorita: PEPSI, según un grupo egipcio opuesto a productos israelíes y norteamericanos, significa "Pay Every Penny to Save Israel" (pague todo centavo para salvar a Israel). Habrá que tomar PEPSI…