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Por Paúl Lustgarten
La Segunda Guerra Mundial terminó hace sesenta y cinco años. El 8 de mayo de 1945 se silenciaron los cañones en Europa. La guerra en ese continente había llegado a su fin.
El almirante Karl Dönitz, sucesor de Hitler, firmó la rendición incondicional de las tropas alemanas con los comandantes de los ejércitos aliados después de seis años de guerra. La ópera wagneriana había llegado a su fin. Cuando el mundo comenzó a determinar sus costos, se encontró frente a una trágica realidad: unas cincuenta millones de personas habían perecido como consecuencia directa de la guerra. Sufrimientos y crueldad increíbles fueron deliberadamente impuestos sobre millones de personas que habían sobrevivido. Grandes áreas de Europa y el Lejano Oriente fueron desvastadas. La magnitud de la devastación estaba más allá de todo entendimiento. Fue tal la enormidad del crimen que muchos se rehusaban a creer lo que había sucedido. Esos crímenes habían empezado aun antes de la guerra.
¿Cómo pudo suceder una tragedia así?
El 30 de enero de 1933 un grupo de criminales liderados por un cabo austríaco se adueñó del cuerpo y alma de una nación industrializada altamente organizada y considerada como una de las más “cultas” de Europa.
La llegada de los nazis al poder tuvo una especie de efecto dominó, pues casi de inmediato empezaron a surgir partidos de tinte nazi-fascista en muchos países de Europa.
En Hungría apareció el Partido de la Cruz Flechada; en Polonia, la ONR-Falanga; en Rumania, la Guardia de Hierro; en Checoslovaquia, la Guardia HLINCA, etc. Todos esos partidos o movimientos eran antisemitas. Para 1938, la única democracia en Europa Oriental era Checoslovaquia.
A continuación haremos un breve resumen de las principales causas que dieron origen a la Segunda Guerra Mundial.
La Segunda Guerra Mundial puede ser considerada como la continuación de la Primera, ya que ésta dejó muchas disputas sin resolver. La Primera Guerra Mundial no sólo modificó las fronteras alemanas, ya que otros dos grandes imperios —el austrohúngaro y el ruso— sufrieron grandes pérdidas territoriales. Del Tratado de Versalles surgieron once nuevos Estados que debían servir como barreras contra el expansionismo germano. El nacimiento de la República de Weimar fue un accidente, ya que los líderes social-demócratas alemanes estaban estudiando la posibilidad de proclamar una monarquía constitucional cuando les llegó la noticia de que la izquierda liderada por Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht estaban a punto de proclamar una República Soviética. El 9 de noviembre de 1918, y de manera apresurada, proclamaron la República de Weimar, pero luego tuvieron que cargar con las responsabilidades del Tratado de Versalles.
Con el nacimiento de la República de Weimar comenzó en Alemania una era de inestabilidad que culminó con la llegada de Hitler al poder, lo que desató una ola de terror nunca antes vista en la Historia.
La República de Weimar mostró una gran incapacidad para gobernar tanto por las intrigas internas como por la cobardía y tolerancia con los movimientos extremistas, como el partido nazi. Estos factores dieron al traste con la democracia y entregaron en bandeja de plata a todo un país: Alemania a un partido extremista, criminal y destructor como lo fue el partido nazi. La tragedia que ocasionó la Segunda Guerra Mundial no nació por generación espontánea.
El expansionismo alemán, el apaciguamiento anglo-francés así como el aislacionismo de Estados Unidos contribuyeron con esa tragedia. Las ideas geopolíticas del geógrafo y profesor alemán Karl Haushofer, quien aparentemente introdujo la esvástica en Alemania, tuvieron influencia en Hitler, específicamente con su teoría del “espacio vital”.
Alemania no era el único país europeo que deseaba revisar sus fronteras. Benito Mussolini también soñaba con recrear el Imperio Romano y planeaba la conquista de Etiopía, miembro de la Liga de Naciones. En octubre de 1935 Italia invade Etiopía. Con esa campaña Mussolini planeaba ejercer una futura política exterior agresiva y hacerse un lugar entre las potencias occidentales. Francia y el Reino Unido reaccionaron tímidamente a esa invasión. Impusieron un inefectivo embargo económico y, sin desearlo, alentaron a Alemania para que continuara desafiándolos.
El 16 de marzo de 1935 Hitler repudió la cláusula de desarme del Tratado de Versalles alegando que Francia no la estaba cumpliendo. Alemania restauró el servicio militar obligatorio y el ejército alemán empezó a expandirse. El 7 de marzo de 1936 Hitler ordenó la remilitarización de Renania por una fuerza simbólica. Esta fue una de las primeras victorias alemanas obtenidas gracias a las políticas de apaciguamiento que aconsejaban dar las concesiones que fuesen necesarias a los nazis a fin de mantener la paz en Europa. En 1936 estalla la Guerra Civil Española, con la intervención directa de Italia y Alemania sin una fuerte reacción por parte de Inglaterra y Francia. Entre Daladier y Chamberlain, campeones del apaciguamiento, vendieron, en 1938, Checoslovaquia a Hitler por la paz de nuestro tiempo. Mientra tanto Estados Unidos seguía con su política aislacionista, lo que le abrió más el apetito terrófago a Hitler, quien el 1º de septiembre de 1939 invadió Polonia dando comienzo a la Segunda Guerra Mundial. Unos días antes se había firmado el Tratado Germano-Soviético, conocido también como el Tratado Ribbentrop-Molotov, con el cual se repartieron Polonia y le dio manos libres a Hitler para conquistar casi toda la Europa continental, lo cual realizó en 1940. El Viejo Continente se había convertido en un gran gueto para los judíos.
El 22 de junio de 1941 Hitler invade la Unión Soviética, lo que fue un error fatal en su carrera de éxitos previos. Aunque los dos primeros años de la guerra los ejércitos nazis obtuvieron grandes victorias, la vasta extensión de Rusia no era propicia para realizar una guerra relámpago. A partir de Stalingrado y Kursk la guerra había cambiado de dirección. El 11 de diciembre de 1941, después del ataque japonés a Pearl Harbor, Alemania le declaró la guerra a Estados Unidos. Hitler subestimó el poderío industrial americano y, en cambio, sobreestimó las fuerzas del aliado japonés.
El 6 de junio de 1944 los aliados lanzaron la Operación Overlord, con la cual invadieron la Europa ocupada por los nazis. La suerte de la Alemania nazi estaba sellada. El 30 de abril de 1945, percatándose de que la guerra estaba perdida, Adolf Hitler se suicidó en su búnker en Berlín.
“Alguna vez escribió el filósofo rumano-francés Emile M. Cioran (a propósito de Hitler, justamente) que: “El suicidio es un derecho de las personas, pero hay suicidios inmorales. Ese cabo austríaco, ese viejo por siempre estéril, ese Quijote demente que asesinó a todos los sanchos que se cruzaron por su vida, ¿qué ocultó con su muerte? Nada. Un hombre sin secretos, un hombre como Hitler, es un infame”.
Breve nota sobre el Holocausto
El acenso de Hitler al poder en enero de 1933 marcó el final de la emancipación judía en Alemania. Durante los seis años que siguieron, un siglo de la integración de los judíos en la sociedad alemana iba quedando anulado en forma brutal. Desde el comienzo los nazis instauraron una orgía de terror dirigida contra oponentes políticos y, en especial, contra judíos, a quienes se sometió a la violencia arbitraria de las SS. La ocupación alemana de Polonia trajo consigo la sádica humillación de la comunidad judía de Polonia. Este fue el comienzo de los Einzatzgruppen y los campos de exterminio de los cuales Auschwitz es el emblema y símbolo del Holocausto.
Con el Holocausto los judíos comprendieron que no era posible confiar en el mundo civilizado, fuera cual fuese la definición del mismo. Este hecho fue una lección que sólo aprendieron sus víctimas, pues aún perdura el antisemitismo en la mentalidad de muchas personas. El antisemitismo no se ha acabado, el Holocausto no lo pudo enterrar. Vive a la sombra de nuestra espaldas y se alimenta como una bacteria por los laberintos de la sociedad que malinterpreta los hechos, y de los medios de comunicación fieles al sensacionalismo, que distan de propagar las consecuencias y la verdad de lo que realmente ocurre.
Epílogo
El legado de Hitler fue único en los tiempos modernos (tal vez Atila y Gengis Kahn brindaron paralelos en un pasado lejano): fue un legado de absoluta destrucción. El adagio de que el orgullo y la soberbia preceden la caída es el reflejo de algo que suele suceder. A la ascensión meteórica de dirigentes, políticos o favoritos que dominan la corte, ha seguido, con mucha frecuencia, una arrogancia de poder que precipita una caída en desgracia igual de rápida.

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