Por Pedro Gómez
Desde la aparición en los medios de comunicación de las primeras noticias relativas a la salida desde Turquía, de una flotilla autodenominada "humanitaria" fletada por la organización islamista turca Insani Yardim Vakfi y apoyada por grupos desde la izquierda extrema a diversas ONG´s europeas y árabes, el tema olió ciertamente un tanto raro. Porque rara fue la respuesta dada por los organizadores del convoy marítimo a las autoridades israelíes a la oferta de éstas de descargar el material de los buques en el puerto israelí de Ashdod y una vez revisada la mercancía ésta sería introducida en la Franja de Gaza por las vías habituales. Vías por las que no olvidemos, entran diariamente más de un centenar de camiones cargados con toneladas de todo tipo de material de ayuda humanitaria.
Rara fue también la negativa de los organizadores de la flotilla a la oferta del padre del soldado israelí Guilad Shalit, secuestrado por Hamásdesde hace casi cuatro años (sin recibir ninguna visita de la Cruz Roja durante estos años de cautiverio) en la que el padre de Shalit se ofrecía a mediar ante las autoridades israelíes para conseguir de éstas la autorización del desembarco de la flotilla con una única condición: de que los organizadores se comprometieran a hacer llegar a su hijo secuestrado por Hamás, unas cartas y unos paquetes. La negativa de la "flotilla humanitaria" es además de incomprensible, humanamente injustificable. Y desde luego rara, muy rara. O no.
Porque si lo que la organización islamista turca Insani Yardim Vakfi realmente pretendía era montar un espectacular despliegue de propaganda, entonces en buena lógica era normal la negativa a aceptar tanto la mediación del padre como la oferta de las autoridades israelíes de descargar el material.
Llama también la atención, el absoluto silencio, y por tanto la complicidad, de ciertas organizaciones supuestamente solidarias, y que una vez más hacen gala de su muy selectiva solidaridad.
Porque no perdamos de vista que la cobertura de la flotilla y de la respuesta posterior a la interceptación por parte de la Marina israelí, procede de la República Turca. Que sin entrar en la hipócrita actitud de las autoridades turcas, que sólo hace unos días amenazaron de expulsión a los armenios residentes en Turquía si el Congreso y el Senado americanos reconocían oficialmente el genocidio armenio, o la represión habitual desde el Estado turco de la minoría kurda, pero dejando de lado estas dos muestras rotundas de la hipocresía turca, lo cierto es que la flotilla atracó y salió para su última etapa en el mar desde un territorio ocupado militarmente por Turquía, desde donde fueron expulsados en un ejercicio puro y duro de limpieza étnica una parte de sus habitantes y donde fue declarada una ilegal y autodenominada República Turca del norte de Chipre que ningún otro estado, excepto lógicamente Turquía reconoce.
Que los organizadores islamistas turcos no digan nada es comprensible, pero que los solidarios embarcados no tengan ni una palabra en solidaridad con los ciudadanos griegos expulsados del norte de Chipre, resulta a todas luces escandaloso. Pero lo cierto a estas alturas es que la flotilla llevaba a bordo además de mercancías, un "gato encerrado".
Un gato llamado "trampa" y al que el guión escrito por los organizadores le otorgaba el papel en la sombra de conseguir un objetivo final: tender una trampa y conseguir un efecto mediático lo más potente posible. No interesaba -como queda claro con las negativas de los organizadores a las ofertas de mediación- la entrega de la ayuda humanitaria, lo que interesaba era la foto de la interceptación. Para conseguir esta foto, la organización islamista turca Insani Yardim Vakfi (con fuerte vínculos con Hamás y Hermanos Musulmanes) puso en peligro a los tripulantes del barco "Marvi Marmara". Probablemente este precio estaba asumido como menor desde el mismo comienzo de la operación por parte de la dirección turca.
En todo caso y por último, ¿qué nos dice la legislación internacional del mar al respecto? La legislación internacional de San Remo que rige para los conflictos en mar abierto, en su Sección V cláusula 67 dice claramente: "Los barcos mercantes que enarbolan bandera de Estados neutrales no deben ser atacadas, excepto que: a) haya motivos razonables para creer que transportan contrabando o que violan un bloqueo y que, tras previa intimidación, rehúsen clara e intencionadamente detenerse o se resistan clara e intencionadamente a toda visita, registro o captura.
Cualquier Estado, cualquiera, habría actuado en circunstancias semejantes de una manera semejante a lo que se vio obligada a actuar la Marina israelí. Lo más lamentable es que la irresponsabilidad y el fanatismo de la organización islamista turca Insani Yardim Vakfi puso en juego la vida tanto de los tripulantes como de los israelíes que sólo cumplían, como cualquier fuerza y cuerpo de seguridad de cualquiera Estado, con su deber.