Por Julián Schvindlerman
En este artículo hablaré de las comunidades judías que habitaban en países árabes y que hubieron de emigrar, sobre todo, a partir de 1947, a raíz de la resolución 181 de la ONU y, por supuesto, a partir de la creación del Estado de Israel.
Al atacar a la comunidad judía de Palestina, el mundo árabe creó no uno sino dos problemas de refugiados: el de los árabes que salieron de Israel y el de los judíos –hasta un total de 860.000– que abandonaron los países árabes. Algunas de las comunidades judías llevaban asentadas en aquellas tierras desde muchísimo antes del advenimiento del Islam. Ni ellas ni ningún otro grupo de hebreos representaban la más mínima amenaza para el poder político, ni mucho menos a la existencia de los respectivos Estados, ni un desafío económico, ni nada por el estilo. De hecho, eran contribuyentes netos a esas sociedades. Se fueron dejando tras de sí una muy rica historia que, insisto, era antiquísima: en algunos casos, milenaria.
La experiencia de estos judíos fue muy traumática. Fueron sometidos a unas presiones, a un hostigamiento realmente duro. Es importante remarcar que, en cambio, los palestinos no vivieron experiencias similares: salvo excepcionales casos registrados en el fragor de la batalla, no hubo una política de hostigamiento hacia la comunidad árabe de lo que luego sería el Estado de Israel. En cambio, a los judíos de tierras árabes les hicieron pagar los platos rotos del conflicto con los sionistas. Así, en Bagdad eran habituales las razzias nocturnas antijudías: a muchos de ellos se los arrestaba, y solamente pagando dinero podían recuperar la libertad. Esto creó todo un clima donde la ciudadanía árabe aprovechó para, por ejemplo, no pagar deudas a acreedores hebreos, o simplemente para practicar el chantaje.
En Egipto, luego del desencadenamiento de la guerra del 56, se procedió a la confiscación de propiedades judías (lo mismo se hizo con las de franceses y británicos, cuyos países se alinearon con Israel en el conflicto); asimismo, se excluyó a los judíos de los gremios profesionales, y sus negocios fueron objeto de boicot. En Siria hubo épocas en que les fueron cancelados el servicio telefónico y el permiso de conducir.
Es importante remarcar que estos judíos, de Marruecos, Argelia, el Líbano, Egipto…, no eran gentes que pagaron un precio por vivir en una zona de guerra, como sí fue el caso de los árabes de Israel; es decir, acá no hay la excusa de unas decisiones erradas en un contexto bélico: esto fue más bien una política oficial árabe de desprecio hacia sus judíos que, de hecho, tiene mucho que ver con la cultura árabe y va más allá del hecho de que las víctimas fueran judías: pensemos, por ejemplo, en el destino de los palestinos residentes en Arabia Saudita y Kuwait a raíz del apoyo de la OLP a Sadam Husein en la primera Guerra del Golfo: fueron expulsados, porque los gobernantes de ambos países los veían como representados por la OLP, aunque en realidad fueran trabajadores independientes que jamás tomaban parte en la determinación de las políticas de dicha organización, cuyo liderazgo se encontraba entonces instalado en Túnez. Es decir, estamos ante una actitud de plena desconsideración de todo grupo étnico asociado a cualquier país enemigo.
De estos 860.000 judíos que emigraron, 600.000 lo hicieron a Israel y el resto, a EEUU Europa y Latinoamérica. Para Israel, su absorción representó un esfuerzo gigante, no en vano esa cifra era similar a la de judíos residentes en Palestina cuando el Estado hebreo echó a andar. Fue un esfuerzo gigante, sí, pero se acometió. Al principio fue muy duro: los recién llegados eran asentados en maabarot, una suerte de campos transitorios donde, lógicamente, las condiciones de vida no eran fáciles. Pero como fueron verdaderamente transitorios, con el tiempo fueron desmantelados y sus habitantes, plenamente integrados en la sociedad.
Con esto, Israel, pese a no contar con una agencia de la ONU específicamente dedicada a este asunto, marcó una pauta que pudieron seguir los países árabes con los refugiados palestinos, que sí contaban con agencia propia. Pero no: los países árabes no hicieron nada parecido.