Burka, minaretes, esa no es la cuestión
17/11/2010
Hermanas Mirabal
23/11/2010

Por Martín Goldberg
Hoy está de aniversario la Unión Israelita de Caracas (UIC), una institución que más allá de albergar una sinagoga, un salón de fiestas y unas oficinas donde funcionan distintas instituciones comunitarias, lleva sesenta años de acción comunitaria, pujante, proactiva, solidaria y promotora fundamental de los valores que caracterizan al “pueblo del libro”. La Unión, en conjunto con nuestra institución hermana, la Asociación Israelita de Venezuela (AIV), constituyen realmente el centro de toda la vida comunitaria judía de Venezuela. Muy difícilmente ocurre algo con los judíos venezolanos organizados que no haya estado coordinado, gestado, supervisado o, al menos, ocurrido bajo el conocimiento de alguna de las instituciones afiliadas, hijas de la Unión y de la Asociación, el Vaad Hakehilot de Venezuela.
Los hijos crecen guiados por las directrices y filosofía de vivir y actuar que sus progenitores les imprimen durante su desarrollo, y, con frecuencia ocurre que llegan a desarrollar, bajo la tutela de sus padres, cualidades que los muestran más hábiles, poderosos, capaces e influyentes que aquel humilde promotor originario, que desde la penumbra continúa marcando discretamente el compás de la orquesta con los discretos movimientos de su batuta. El orgulloso padre no está realmente interesado en figurar necesariamente en el día a día; más se preocupa y satisface de que cada meta, cada logro, cada éxito y cada programa que se desarrolle, vaya marcado con su código de valores y su filosofía para que perpetúe su descendencia dentro de sus propias tradiciones.
Así mismo la UIC y su hermana van moviendo sus batutas, al ritmo de las cuales hoy rugen hijos poderosos que lideran la educación, la cultura, el deporte, la salud y la asistencia comunitaria. Desde los discretos sótanos de la edificación de San Bernardino, un batallón de silenciosos soldados va hilvanando los hilos comunitarios día a día, minuto a minuto, sin descanso; se promueve el shabat, obviamente, pero la emergencia puede no dejar disfrutarlo, la necesidad de atender a algún miembro o institución en emergencia suele obligar a pasar la noche en vela, sin importar el día y la hora.
Incansablemente, el motor de la UIC nunca para, casi absolutamente todas las tareas de la UIC pueden no tener horario, un problema que requiera atención prioritaria, una emergencia dentro de alguna institución, una urgencia del Beit Avot, un enfermo que necesita ayuda, algún servicio religioso que requiera atención inmediata, algún hecho que activa una cadena, parar los autobuses, consultar al rabino, rastrear a medianoche quién puede ayudar a resolver un problema urgente, coordinar con la AIV, reunirse a cualquier hora… Y aunque todo eso haya ocurrido la noche anterior, siempre amanece, la comunidad duerme tranquila y placenteramente, la función continúa, el motor de la UIC sigue girando, la vida no se detiene.
Las empresas privadas ganan y cierran por vacaciones, la Unión nunca se lucra y nunca para. Pareciera un cuartel de bomberos, pero tampoco lo es: el cuartel de bomberos normalmente sólo reacciona cuando necesita prevenir y corregir. Ellos tienen un presupuesto y una fuente de ingreso constante. La UIC va trabajando, sembrando, previniendo, corrigiendo y resolviendo, pero a la vez va buscando cómo cubrir las necesidades presupuestarias; se trata, pues, de hacer el trabajo, bien hecho, con dignidad para todas las partes, pero también de conseguir de dónde sacar para ello, administrarlo adecuadamente para que alcance para todas las necesidades y hacer las cosas bien.
El extraordinario equipo de profesionales, empleados, obreros y voluntarios de la Unión va montando todas las operaciones que le permiten oxigenar sus finanzas, actos culturales, servicios religiosos, servicios privados, servicios a los socios, donaciones por diversos motivos y diversas campañas para lograr una mejora o adquisición; mientras, a la vez, se van cubriendo todas las necesidades de asistencia, educación, médicas, culturales, sociales, religiosas, etc., ya sea directamente con las comisiones internas designadas para tales fines o a través de los representantes en las directivas de instituciones afiliadas, quienes velan porque en todos sus ámbitos se promuevan los principios de esta institución asquenazí que hoy arriba a sus sesenta años.
En la Unión nos enfocamos cada minuto en lograr nuestros objetivos: “Satisfacer necesidades religiosas, educativas, culturales, recreativas, sociales y deportivas de sus miembros”, “Promover y fortalecer los valores judaicos” y “Proveer, en la medida de sus posibilidades, y a juicio de la Junta Directiva, asistencia y ayuda a sus miembros y a aquellas personas o instituciones que lo ameriten”, entre otros. Realmente, casi cualquier institución judía tiene buena parte de estos objetivos o se orienta de manera similar, y comparte este código de conducta; pero es menester de las instituciones madres marcar la pauta, que en el fondo no es más que la puesta en práctica de los preceptos que, claramente expresados en la Torá y sus interpretaciones, han dibujado la trayectoria del Pueblo Judío a lo largo de varios milenios. Es precisamente por esta misma razón que no se puede separar la directriz comunitaria de la sinagoga y de su Torá, porque realmente ese es el código que seguimos, el que contiene las explicaciones y las respuestas, y es impensable llevar una institución judía central, separada de nuestra esencia religiosa, que incluye la sinagoga y sus rabinos. Es por ello que son la AIV y la UIC quienes conforman el Vaad Hakehilot.
En la Unión celebramos nuestras alegrías, nutrimos nuestras costumbres y sobrellevamos nuestras tristezas. Durante muchos años, nuestra edificación central fue también un lugar fundamental para la vida social comunitaria: en sus terrenos se reunieron movimientos juveniles, la tropa Scout “Herzl-Bialik”, se jugaron caimaneras de béisbol, se realizaron yincanas y verbenas, se entrenaron equipos destacados de básquetbol, voleibol y ping pong, y en su sede se realizaron, además de los festejos privados, fiestas de Purim y de los diferentes centros de estudiantes del Colegio, se albergó a parte de la Primaria del Moral y Luces y a la sección Yavne. Se realizaron, y se continúan realizando, eventos religiosos, culturales, benéficos y sociales de diversas instituciones comunitarias. Era el centro social de la comunidad antes de la fundación y desarrollo de Hebraica, pero adicionalmente, y quizá mucho más importante, la Unión ha sido un semillero de líderes y profesionales comunitarios y religiosos que han tenido aquí la oportunidad de dar rienda suelta a su vocación de ayudar a la kehilá a funcionar como debe ser. Sin embargo, por encima de las nuevas realidades demográficas de la comunidad y las nuevas alternativas que brindan otras posibilidades a la kehilá, la Unión Israelita continuará en conjunto con la Asociación Israelita marcando el camino, porque las instituciones no son realmente un montón de piedras, ladrillos y cemento; las instituciones son lo que tiene adentro, en calor humano, en valores, en conocimiento, en experiencia, en voluntad de trabajo y de ayuda solidaria. La Unión llega hoy a sesenta años como institución, y son sesenta años de la fusión de las organizaciones asquenazíes en 1950. La edificación que conocemos tiene tan sólo cuarenta y tres años, y podemos utilizarla más o menos, pero la Unión seguirá vibrando al son de nuestras tradiciones.
Fuente: Nuevo Mundo Israelita / www.nmidigital.com

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