Por Beatriz W. De Rittigstein
La comunidad judía de Venezuela, cuya organización a lo largo de los años ha sido ejemplar, siempre estuvo atenta al rumbo de las comunidades judías en situación de riesgo alrededor del mundo, manifestando con contundencia su responsabilidad, haciendo patente su solidaridad y estableciendo formas de ayuda y salvación.
En la época de la Guerra Fría, dedicó largos años a participar en la organización mundial por la defensa de la minoría judía de la hoy extinta URSS y dirigió sus esfuerzos a la liberación de los llamados refuseniks, a quienes se les negó el permiso para abandonar el territorio soviético. Ante tal urgencia, la comunidad convocó las voluntades de insignes venezolanos, colaboró con el establecimiento de un comité que se ocupó con gran valor y eficiencia de denunciar el menosprecio a los derechos humanos de los judíos bajo soberanía soviética, cuyas legítimas potestades eran arbitraria y permanentemente vulneradas.
Durante las décadas que duró el régimen comunista, las condiciones de los judíos dependieron de las decisiones de un Estado omnipotente y hegemónico, que ostentaba un dominio absoluto sobre la población de las distintas repúblicas soviéticas. La hostilidad antijudía de la época zarista sobrevivió a los cambios socialistas, estando presente en todas las fases de la evolución del régimen bolchevique. De hecho, la época de Stalin fue sumamente trágica; hay estudios que detallan la muerte de un número bastante mayor de judíos soviéticos a causa de las purgas estalinistas que en el tiempo de la invasión nazi. En cuantiosos casos, el gobierno comunista, cualquiera que lo encabezara, se sirvió del patrocinio del antisemitismo, institucionalizándolo a fin de justificar determinados escenarios, excusar sus evidentes fracasos, distraer a la población en cuanto colectivo frente a serios problemas; es decir, las autoridades soviéticas ejercieron un antisemitismo de Estado, utilizándolo como una herramienta de acuerdo a las circunstancias políticas, tanto internas como externas.
Bajo la opresión comunista, los judíos vivieron incidencias en extremo particulares, pues, además de los sufrimientos a los que eran sometidos de igual modo que el resto de sus conciudadanos, también fueron víctimas propicias de un Estado que manipuló el antisemitismo según sus necesidades coyunturales, por lo que los judíos fueron perseguidos y acosados incesantemente; se decretaron leyes especiales y discriminatorias con el propósito de ejercer una política de represión específica; entre ellas, las serias restricciones para practicar pública y adecuadamente su fe religiosa. Por ejemplo, en Moscú sólo había unas pocas sinagogas que disponían del permiso oficial para funcionar como lugares de culto.
Las sentencias resultaban en castigos crueles e injustos, tales como la expulsión del trabajo, que conllevaba a otros castigos por “parasitismo social”, tipificado en el código penal soviético; la separación familiar; el exilio dentro de la misma URSS, etc. Una tiranía de esas dimensiones hacía imposible las demostraciones populares, libres, y cualquier rebeldía judía hacia las políticas discriminatorias generaba un mayúsculo ensañamiento gubernamental. De allí la categórica importancia de acciones persistentes como las que llevó a cabo la comunidad judía de Venezuela.
Aunado a los funestos estereotipos que los diferentes gobiernos comunistas se encargaron de difundir, sembrando así en un terreno abonado por el arraigo de cientos de años de las calumniosas creencias que señalaban a los judíos como culpables de los más inverosímiles crímenes, se alzó la política exterior soviética. Debido a la posición abiertamente pro árabe de la URSS y de los países satélites, durante años Israel fue el objetivo de una serie de agresiones antisemitas.
Por ello, el deseo de vivir de acuerdo a la religión y tradición ancestrales, el esfuerzo por estudiar hebreo y manifestar el anhelo de inmigrar a Israel, se llevaban a cabo de manera clandestina. Al ser descubiertos, se les consideraba “traidores” y muchos fueron enviados a prisión acusados por su actividad sionista y durante varios años se les prohibió salir del país, convirtiéndose en lo que en ese entonces se llamó “prisioneros de Sión”.
El colapso de la Unión Soviética puso fin a las jerarquías esclavistas a las que, en general, fueron sometidas las poblaciones de numerosas repúblicas y, de modo singular, los judíos. Con ese trascendental evento histórico que transformó la geopolítica, finalizó dicha labor concreta de la comunidad. Sin embargo, los acontecimientos continúan exigiendo encarar nuevos retos y emprender diversas contiendas, incluyendo la defensa del Judaísmo en nuestro propio país.
Fuente: Nuevo Mundo Israelita / www.nmidigital.com