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Por Esther Sterental
Pensando en qué escribir acerca de este viaje vienen a mi mil sentimientos, mil  ideas, mil experiencias y mil vivencias que son difíciles de expresar en pocas líneas… Decidí ir a este viaje por mi abuelo, Abraham Spiegel, sobreviviente de la Shoá, mi héroe. A ti, abuelo, te dediqué cada paso en Polonia y cada paso en Israel, pero, sobre todo, cada paso en la Marcha por la vida. Marché, marché para demostrar que no pudieron con nosotros, marché orgullosa de ser nieta de un sobreviviente, marché con la bandera de Israel en alto, marche por los seis millones de judíos asesinados, por cada sueño, idea, pensamiento que fue eliminado por el simple hecho de ser judío.
Llegué a Auschwitz y lo primero que me pregunté fue qué era lo que tenía que sentir… Cuando empezó la marcha, sucedió algo que nunca me había pasado: quería llorar, quería gritar, quería sonreír; era fuerte, pero a la vez subía la cabeza y miraba banderas de Israel por todos lados, veía orgullo y personas judías de todas partes del mundo ahí, marchando y demostrando que aquí estamos y que aquí seguiremos, dejando bien claro que la mejor venganza no es vengarte de tus enemigos, sino demostrarles todas tus victorias. Y esa era nuestra victoria, estar ahí, dando cada paso, con banderas y gritando Am Israel Jai.
Ya estando en Auschwitz te llamé, abuelo, porque necesitaba escucharte, porque, como te dije, era necesario para mí estando allá poder decirte nuevamente que eres mi héroe, que fui a marchar por la vida, para acercarme mas a ti y conocerte más, para darte las gracias por siempre ser optimista y salir adelante y formar junto a la abuela nuestra bella familia. ¡Te quiero!
Entrar a cada campo es un sentimiento más, son mil preguntas, es que te duela en lo más profundo y no poder entender lo que llegó a hacer el ser humano; realmente es la impotencia más grande que he vivido, no saber qué hacer, llorar sin poder ayudar, ver las barracas, los crematorios, las cámaras de gas, cada zapato, tu imaginación vuela. Fue entonces cuando me di cuenta de que el día que el ser humano deje de ser ignorante, se ponga en el lugar del otro, conozca, se interese y entienda la situación en que pusieron a un semejante y lo deshumanizaron (de tal manera que un hijo le robara el pedazo del pan al padre), ese día estaremos seguros de que algo como esto jamás volverá a ocurrir.
Algo que quería compartir y transmitir es la visión que nos hizo experimentar nuestra madrijá Dalia Cusnir en el viaje; una visión que si no vas y lo vives no es posible conocer… y es la de la vida. La vida que tenía cada una de esas personas y cómo era todo antes de que empezaran a señalarlos, ver la cantidad de sinagogas que había en Cracovia, o el Shteitel de Tictin y la convivencia entre todos los judíos. Un lindo recuerdo que tengo respecto a esta visión tiene que ver con en la Sinagoga de Tictin, cuando decidimos entrar cantando canciones en hebreo, rezos y bailes que no hicieron más que devolverle vida a este lugar donde fusilaron a dos mil quinientos judíos y los enterraron —si así se puede decir— en fosas comunes. Al entrar nos encontramos con otras delegaciones que estaban cantando y bailando canciones israelíes… ¡Waoo! La sensación de orgullo y emoción es indescriptible. Creo que parte del viaje es también conocer lo que eran los judíos antes… Porque además de haber sido seis millones de judíos asesinados, eran antes seis millones de vidas, de historias, de sueños, de ilusiones y de ganas de vivir. Es por eso que durante todo el viaje tienes una mezcla de sentimientos inmensa: felicidad y orgullo y, a la vez, tristeza e impotencia.
La llegada a Israel me marcó para siempre, la manera como ahora veo a ese país, nuestro país, es muy distinta a la que tuve toda mi vida e, incluso, a la que tuve durante la gira el año pasado; en este viaje viví Israel, sentí Israel, me identifiqué completamente con Israel. El cambio de ver lo más oscuro que ha vivido nuestro pueblo para después llegar a lo más grandioso y bello que tenemos es un sentimiento que no se puede explicar.
Después de haber vivido este viaje, llegué aquí a Venezuela y a mi comunidad con muchas responsabilidades; pero la primera y principal es trasmitir y contar mis experiencias. Porque si nos olvidamos de esta historia y la ponemos a un lado, entonces no somos nadie.
Entré a los campos pensando que quizás tenía que llorar, gritar o sentir algo específico, pero salí sabiendo que estuve ahí para aclarar dudas, para conocer, para preguntar, para recordar, para tratar de imaginar y principalmente para humanizar, porque es un tema muy difícil y muy fuerte. Pero para todo esto llegué a Polonia e Israel para vivenciar y conocerme más a mí misma a mi pueblo y crecer. Fue un viaje que cambió mi vida y mis perspectivas de las cosas.
Este año marché yo. El año que viene te toca a ti, porque la responsabilidad es de todos, porque somos la última generación cercana a los sobrevivientes y porque somos los voceros del pueblo judío para que Nunca Jamás ocurra algo así.
¡No olvidemos!

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