Por Ana Jerozolimski
El jefe del Departamento Político de Hamás Khaled Meshaal, establecido en Damasco, declaró a altos funcionarios rusos que la organización no bloqueará el camino a un acuerdo entre la Autoridad Nacional Palestina e Israel. Meshaal afirmó a Alexander Saltanov, viceministro de Exteriores de la república rusa, que si el Presidente Mahmud Abbas llega a un acuerdo con Israel sobre la solución definitiva del conflicto, y si el acuerdo es aprobado por los palestinos en un referéndum nacional, Hamás no tratará de desbaratarlo.
La gran pregunta es si estará diciendo la verdad. Y es la historia de Hamás, su conocida ideología fundamentalista y su oposición al reconocimiento de Israel, lo que nos lleva a dudar. En este caso, no es fijarse en pequeñeces comentar que lo que dijo Meshaal no fue que reconocerá a Israel —podría alegarse que eso está implícito, si habló de no impedir o frustrar un acuerdo entre la ANP e Israel—, pero cuando de Hamás se trata, la lógica es otra.
En distintas ocasiones con el correr de los años, figuras de Hamás proclamaron que estarían dispuestas a aceptar la creación de un Estado palestino en las fronteras de 1967, lo cual podría ser interpretado como una buena señal, pero esto da pie a querer todo, también el territorio en el que fue construido el Estado de Israel. El problema —y lo constatamos directamente en entrevistas realizadas a miembros de Hamás— es que eso nunca fue acompañado por la aceptación a poner fin al conflicto.
Recordamos claramente diálogos, inclusive con el asesor del primer ministro de Hamás en Gaza, Ismail Haniyeh, intentando ir más allá de los titulares de la prensa. Preguntamos si acaso el argumento de Hamás de que “la pelota está del lado israelí, porque nosotros hemos aceptado las fronteras de 1967”, equivale a proclamar el fin del conflicto. Sería lo lógico… pero la respuesta, tras intentos de malabarismo verbal por parte de los entrevistados de Hamás, era clara: Hamás no estaba comprometiéndose al fin del conflicto, a proclamar que renuncia a más exigencias de Israel. En otras palabras, la retirada israelí a las fronteras previas a la guerra de 1967 sería sólo una etapa.
Quizás sea en ese contexto que también deben verse las nuevas declaraciones de Khaled Meshaal. Podrían aceptar eventualmente un acuerdo, pero no el fin del conflicto. No se comprometen a que eso sea el fin del problema. Es que ello contradeciría la esencia misma de Hamás. Un acuerdo implica que Israel haga retiradas, pero también que Hamás renuncie a su visión de Israel como entidad creada en territorio ocupado. En la terminología de Hamás, Israel es “territorio ocupado desde 1948”, mientras que Cisjordania es “territorio ocupado desde 1967”. No vemos a Hamás cambiando esa ideología de fondo, ese enfoque de que la creación de Israel en un territorio que el Islam considera waqf (bien sagrado islámico) es inaceptable.
Probablemente, más allá de maniobras políticas de imagen que no son ajenas a Hamás, deban verse las nuevas declaraciones de Khaled Meshaal también por el prisma de la situación general de la organización.
La Operación Plomo Fundido que Israel lanzó contra Hamás en Gaza en diciembre y enero últimos, no alcanzó todos sus objetivos, ya que la organización aún es capaz de disparar cohetes hacia Israel. Pero no cayó en el vacío. Una prueba de ello, a nuestro criterio, es que en las últimas semanas ha habido una intensa serie de cambios en los puestos de comandancia militar de Hamás a distintos niveles, lo cual estaría indicando que la organización aplica las lecciones aprendidas durante la guerra.
En general, se desplazan figuras en puestos claves y se las reemplaza por otras, cuando se considera que hubo errores que tienen que ser corregidos. Y eso está sucediendo en Hamás.
Hamás tiene que lidiar con una creciente coordinación entre Israel y Egipto destinada a impedir la introducción de armas y explosivos a la Franja de Gaza. Esta coordinación no es absoluta, ni el cierre es hermético ni mucho menos. Continúa entrando un importante arsenal a Gaza, pero Hamás quisiera un ritmo mayor.
Probablemente la mejor forma de debilitar más a Hamás sería lograr, en efecto, un acuerdo entre Israel y la Autoridad Palestina. Para eso se necesita un Gobierno israelí que esté dispuesto no sólo a proclamar que acepta un Estado palestino, aunque con condiciones, sino que esté dispuesto realmente a concretarlo. Pero también se necesita un liderazgo palestino que acepte volver a negociar, contrariamente a la actitud que ha tenido el Presidente Abbas desde que Netanyahu le dio un sí condicional al Estado palestino.
La mejor forma de derrotar a los extremistas es mostrarle a su pueblo que tiene alternativa, que la opción moderada logra resultados, mientras que ellos no conducen a su gente a nada. Y sería bueno lograrlo antes de que Hamás tenga misiles capaz de llegar a Tel Aviv.