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Por Jacqueline Goldberg
El próximo 29 de enero se estrenará en Caracas, gracias a la Asociación Cultural Humboldt, Un informe sobre la banalidad del amor, obra de teatro escrita por el periodista argentino Mario Diament y protagonizada por Mariaca Semprún y Luigi Sciamanna, este último a la vez director de la pieza.
Es más que lógico que el difícil, culpabilizante y tormentoso amor entre Hannah Arendt y Martín Heidegger llegara a las tablas o a la pantalla, aunque en este caso el autor teatral asegura que, si bien se basó en documentos y hechos reales, es una obra de ficción. En todo caso, la relación entre los dos célebres pensadores posee de por sí todos los ingredientes de un notable drama: ella judía, él alemán, ambos con personalidades intensas, separados por la adhesión del filósofo al nacionalsocialismo y por estar ambos casados. Lo demás son palabras y emociones careadas en el contexto de días oscuros.
Hannah Arendt y Martin Heidegger se conocieron en 1925 en la universidad alemana de Marburgo, cuando ella era estudiante y él ya un reconocido catedrático. Como lo demuestra la correspondencia entre ambos, la relación pasó por varios períodos de acercamiento y distancia. El arribo del nazismo y la incorporación de Heidegger a los macabros dictámenes del Partido Nacionalsocialista —membresía que mantendría hasta el fin de la guerra— marcaron un abismo de diecisiete años en los que no se vieron ni escribieron. Una carta de Arendt enviada a su amiga Hilde relata algunos detalles de lo que fuera el reencuentro de la pareja en Alemania en 1950 —ella viajó como miembro de la Comisión Europea para la Reconstrucción Cultural Judía— y en la que confiesa que entre ambos se desarrolló una especie de tragedia en la que Heidegger se comportó con culpabilidad. Pero añadía: “En el fondo estoy contenta… Hice bien al no olvidar nunca”.
En adelante la relación epistolar y vital —se vieron algunas veces más y se escribieron muchas otras— se volcaría de nuevo hacia la confianza, traduciéndose en una contenida pasión y un entrañable compañerismo filosófico que llegó hasta los días finales. Hannah seguía admirándolo, se convirtió en su confidente y apoyó muy activamente la publicación en Estados Unidos de algunas de sus obras. Aquella relación, que se sostuvo en los límites del deseo, el pensamiento y la escritura, llegó a la rareza de que la muerte los separó por muy poco tiempo: ella partió el 4 de diciembre de 1975 y Heidegger apenas seis meses después, el 26 de mayo de 1976.
Fuente: Nuevo Mundo Israelita /
www.nmidigital.com

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