Por Rebeca Perli
La fértil imaginación de Franz Kafka ha sido fuente de importantes obras literarias caracterizadas por un estilo original y una extraordinaria capacidad de amalgamar lo absurdo con lo factible. Su creatividad le ha valido un sitial en la cúspide de la literatura universal.
Una de sus obras emblemáticas, El Proceso, gira alrededor de Josef K, un ciudadano correcto de extracción media, quien intempestivamente es arrestado y llevado a un tribunal sin que se le dé explicación alguna y sin que se llegue a saber el motivo de su arresto. Cuando trata de defenderse es remitido, una y otra vez, a "instancias superiores" pero siempre se encuentra con una barrera que le impide acceder a la justicia y a la ley. En un intento por defenderse, Kafka le hace pronunciar el siguiente alegato:
"No hay ninguna duda, pues, de que detrás de las manifestaciones de este tribunal, en mi caso detrás de la detención y del interrogatorio de hoy, se encuentra una gran organización. Una organización que, no sólo da empleo a vigilantes corruptos, a necios supervisores y a jueces de instrucción quienes, en el mejor de los casos, sólo muestran una modesta capacidad, sino a una Judicatura de rango supremo con su numeroso séquito de ordenanzas, escribientes, gendarmes y otros ayudantes. Sí, es posible que incluso emplee a verdugos; no tengo miedo de pronunciar la palabra. Y, ¿cuál es el sentido de esta organización, señores? Se dedica a detener a personas inocentes y a incoar procedimientos absurdos sin alcanzar en la mayoría de los casos, como el mío, tal resultado. ¿Cómo se puede evitar, dado lo absurdo de todo el procedimiento, la corrupción general del cuerpo de funcionarios?".
Cualquier parecido con la realidad es "pura coincidencia".