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Por Rabino Eitan Weisman
¿Cuál debería ser nuestro esfuerzo en estos días tan especiales? Durante toda esta época rezamos a Dios, confirmamos su reinado en este mundo, y la justificación es que es a él a quien debemos rendir cuentas cada año. Confesamos nuestros errores, le pedimos perdón y le suplicamos que nos inscriba y nos selle en el Libro de la Vida.
Pero para pedir esto hay que hacer algo más. Hay que demostrarle a Dios que nosotros, por nuestro lado, entendemos la importancia de este juicio al cual estamos siendo sometidos, y por eso estamos dispuestos a mejorar nuestra manera de vivir para aumentar nuestros méritos.
La pregunta no es en qué necesitamos mejorar, porque está bastante claro que en cualquier cosa podemos mejorar. La pregunta podría ser en cuáles aspectos o dónde nos conviene más hacer el esfuerzo por las mejoras. Lo que sugiero es buscar cuál es el asunto más costoso para nosotros, con gran valor, que sea muy importante en nuestra vida, y sobre este particular hacer nuestra mejora. Así le demostramos a Dios que nuestra actitud es muy seria y, seguramente, la respuesta del todopoderoso sería positiva.
Entonces, ¿cuál es el asunto más costoso para nosotros, con gran valor, más importante en nuestra vida? Pienso que una de estas cosas, sin duda alguna, es el tiempo. Y no sólo por el famoso dicho del diplomático y científico americano Benjamín Franklin (“Time is Money”), que a lo mejor está comercializando el tiempo, sino por el simple hecho de que el tiempo es la única cosa que al perderlo no lo podemos recuperar. Los segundos que están pasando mientras estoy hablando, nunca jamás regresarán. Por eso nuestros sabios en muchas oportunidades hablan sobre nitzul hazman (aprovechar el tiempo).
Y en este punto quiero sugerir algo para nuestra mejora individual y comunal. Tenemos, gracias a Dios, una comunidad linda, grande y fuerte, a pesar de todos los inconvenientes de los últimos años. En nuestra comunidad hay muchas y variadas posibilidades de acciones de bondad y beneficencia, individual e institucional. Pero además hay otra cosa que podemos mejorar: nuestra kehilá cuenta con varias sinagogas de las cuales estamos muy orgullosos. Pero, a mi juicio, la participación de nuestros miembros de la kehilá podría ser más importante.
¡Qué bueno sería si cada uno de nosotros asistiera por lo menos a un rezo de la semana, además del Kabalat Shabat, bien sea en la mañana o en la tarde, en una de nuestras sinagogas! Imagínense cómo se verían nuestras sinagogas. ¡Qué buen ambiente hay cuando la sinagoga está llena!
¿Acaso hay que esperar que alguien, Dios no lo quiera, se enferme, o que pase otra desgracia para venir a la sinagoga? ¡Qué lindo, emotivo y alegre sería venir a la sinagoga cuando todo nos va bien y, en el ambiente especial que se va a encontrar allí, agradecerle a Dios por la buena mujer que tengo, los bellos hijos que día a día me dan alegrías y satisfacciones, por el hecho de que me siento bien y puedo venir a la sinagoga!
Pero, rabino —seguro estarán pensando ahora—, no hay tiempo: usted sabe, los niños, el colegio, el trabajo, el gimnasio, etcétera… Tienen razón. Nunca hay tiempo. Pero, especialmente por eso, como hemos dicho antes que el tiempo es algo tan importante, si en este asunto pudiéramos mostrarle a Dios nuestra intención de mejorar, nuestro mérito —que pretendemos conseguir en estos días— sería enorme.
Tengo en mi pasado un poco de experiencia en el Ejército israelí. Unas de las cosas básicas que se enseñan allí es: “Tiempo no hay; el tiempo se hace”. Nuestros sabios lo dijeron mucho antes en otra forma: “No existe cosa alguna que no se pueda superar con nuestra voluntad”. Venir a un rezo en la mañana o en la tarde —entre cuarenta y cinco a sesenta minutos de duración—si lo consideramos algo importante, seguramente lo podemos lograr.
Pero más aún. El pensamiento común es que el tiempo se mide en minutos y horas, y que en cada día tenemos la misma cantidad de tiempo a nuestra disposición. En realidad, el tiempo no es sólo el movimiento de las agujas del reloj. El tiempo es una aventura subjetiva nuestra y la duración de una hora no es fija: hay horas que no se terminan (por ejemplo, cuando estoy esperando mi turno en una consulta médica) y hay horas que son muy cortas (como cuando vemos una buena película).
Avi Gripel dice que el secreto para aprovechar el tiempo está en nuestra concentración, en lo que sucede en nuestra cabeza, y no en los minutos que pasan en el reloj. Si alguien piensa que por venir a la sinagoga tendrá menos tiempo para sus otras actividades, le puedo afirmar que es todo lo contrario. El hecho de que su día haya comenzado comunicándose con Dios en el ambiente de la sinagoga, hace que todas sus tareas en este día resulten más exitosas, que estemos más concentrados y, consecuentemente, seamos más eficientes. Las mujeres seguro están pensando: Sí, sí, tiene razón, rabino; hable con los hombres para que vengan más a la sinagoga.
Entonces, en resumen, dos cosas.
Primero, sin que los hombres escuchen, ustedes saben que la mujer tiene mucha influencia sobre los hombres. Si en la mañanita le dan un codazo diciéndole “ya gordo, levántate para ir a la sinagoga”, o en la tarde le dicen “mi amor, ningún problema, yo te espero hasta que regreses de la sinagoga y vayamos juntos a comer”, o algo por estilo, esto ayudará muchísimo a su esposo a venir a la sinagoga. 
Y segundo, la Ezrat Nashim, el lado de las mujeres, está siempre abierta, y en ningún lugar está escrito que el rezo no es para mujeres. Así que son siempre bienvenidas, igual que los hombres, a rezar.
Finalmente, rezar no es hacer un favor; rezar es una necesidad humana, un privilegio y una oportunidad de mejorar, que tanto necesitamos en estos días. Sólo le pedimos a Dios que nos dé más de este tiempo tan importante, que nos dé un año más de vida con salud. Te prometemos aprovecharlo para bien. inscríbenos en el Libro de la Vida.

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