Por Ezequiel Eiben
Repasemos un evento acontecido hace unos meses: Netanyahu dejó en claro, en su discurso del 1º de septiembre del 2010, en la Casa Blanca, que Israel busca la paz.
A pesar de todo, Israel sigue demostrando que quiere paz. ¿Por qué digo a pesar de todo? Esa expresión bien podría envolver más de seis décadas en donde continuamente se desarrollaron episodios que pisotearon las ilusiones israelíes de vivir en paz con el resto del vecindario, episodios en los cuales Israel fue amenazado, atacado, incluso traicionado. Pero no. Aun siendo escéptico respecto de la posición palestina, con ánimos de superar el pasado (aunque nunca olvidarlo), no hace falta repasar viejos encontronazos. Basta con leer un diario del presente para ser abofeteado nuevamente. Cuatro israelíes fueron asesinados (entre los que se incluía una mujer embarazada) en un atentado terrorista perpetrado por Hamás en el mismísimo tiempo en que Israel y la AP reiniciaban las conversaciones de paz interrumpidas por largos meses.
Entonces nuevamente lo subrayo. A pesar de todo, Israel sigue demostrando que quiere paz. Subyace en la superficie la vocación histórica, milenaria, de paz del Pueblo Judío. Ese valor arraigado en la tradición, palpable en la cultura hebrea. Un pueblo que para saludar utiliza la palabra “Shalom” (paz).
Porque si Netanyahu sigue adelante con su discurso, no pone en duda la reanudación del proceso, remarca que Abbas condenó el ataque, e incluso para finalizar saluda y pide por la paz en tres idiomas (“Shalom” en hebreo, “Peace” en inglés y también “Salaam” en árabe). Si eso no puede ser interpretado como sinceros gestos de paz, ¿qué más puede serlo? ¿Qué opinarán los detractores de Netanyahu, que prejuiciosamente lo tachan por considerarlo “de derecha” y no querer paz? ¿Seguirán pintándolo con una imagen tan dura que resulta incapaz de abrirse a un proceso para negociar? ¿Mantendrá incólume su afirmación aquel dirigente árabe que tras las elecciones israelíes en el 2009 afirmó que “con estos resultados, Israel demuestra que no quiere la paz”?
Está bien claro que del lado israelí hay buena disposición. Basta de tergiversar los hechos de este conflicto. El problema vuelve a recaer, y esto es innegable, en la posición de la AP, tan renuente a aceptar a Israel como Estado judío.
Netanyahu reiteró en Washington: “En un discurso que yo di en la Universidad Bar Ilán en Israel, intenté destacar los dos pilares de la paz que yo pienso que nos permitirán resolver todos los temas sobresalientes: legitimidad y seguridad. Así como ustedes esperan que estemos listos para reconocer un Estado palestino como la Nación-Estado del pueblo palestino, nosotros esperamos que ustedes estén preparados para reconocer a Israel como la Nación-Estado del Pueblo Judío”.
Muy conciso. No puede haber paz verdadera si no hay reconocimiento. El solo hecho de emprender negociaciones para crear un futuro Estado palestino da la pauta de que Israel está preparado para efectuar el reconocimiento (que de hecho se expresa a viva voz por las personas más importantes del país, y es un reconocimiento más duro que el que le toca a la parte de enfrente, porque aquí se trata de una creación).
Pero del lado palestino no es así. No alcanza con que reconozcan la existencia de Israel (eso debería hacer normalmente todo el mundo). Hace falta que de una vez por todas admitan el vínculo de los judíos con su tierra, acepten que hay un Estado judío en Eretz Israel, abandonen la ilusión de ser mayoría incluso dentro de Israel para quitarle su judeidad, y no desparramen más ideas como la del “sionismo invasor”. El reconocimiento de Israel como Estado judío es uno de los pasos fundamentales que la AP debe dar para que los confiados, y también nosotros los escépticos, terminemos de creerle que quiere “encaminarse” hacia la paz.
Igual, la última declaración hecha por Abbas es alentadora: “Los palestinos no firmarán bajo ninguna circunstancia ningún acuerdo en el que reconozcan a Israel como Estado judío”. También, muy conciso.
Fuente: Nuevo Mundo Israelita