Parsha Ki Tisa: Israel un solo pueblo

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Por Rabino Iona Blickstein
Dos personas de los más grandes de la raíz de nuestra alma nacional, Moshe – nuestro Maestro, y Aharon – el Sacerdote, concluyeron que no se desconectarían del pueblo, aunque el precio sea terrible. Moshe, nuestro guía, no fue tras el ofrecimiento halagador del Supremo Hacedor cuando le prometió que otro pueblo de Israel saldría de él. – Le dijo al Santo bendito es: “si así son las cosas: Bórrame del libro que escribiste”.
Aharon, el Cohen en medio del proceso del “becerro de oro”, se sintió confundido, ¿qué hacer? negarse a ser parte de este y ser muerto y traer sobre la congregación de Israel una terrible mancha por haber asesinado a un Cohen y un profeta en el Santuario de D-s como fue el final de Jur, el nieto de Calev, el hijo de Yefune y Miriam, la hermana de Moshe, por haberse resistido a fabricar el becerro, o hacerlo el mismo.
Aharon decidió ser socio del pueblo de Israel en la construcción del becerro, porque el pecado del “becerro de oro”, se podrá enmendar, pero el pecado del asesinato del cohen, el sacerdote y el profeta, no se podrá rectificar.
Cuando estudiamos Torá, no aprendemos solo capítulos de historia de nuestra nación, nosotros nos elevamos a las alturas de las grandes figuras de las Sagradas Escrituras y ellos con sus conclusiones enseñan a todas las generaciones cual es el verdadero orden de las cosas y a nosotros nos vale ir en su camino. De nuestra “parsha” aprendemos que no tenemos que buscar solo nuestro propio bien y que la Torá no existe para que unos cuantos judíos puedan ganar su mundo venidero.
La Torá fue dada a todo Israel y solo cuando nos presentamos como una gran comunidad, estamos realizando la imagen completa de la Torá, por eso no existe un concepto de “separarse del Klal, de todo Israel”. Tenemos que hacer lo imposible para que el común denominador sea tan amplio y abarque a todas las partes de nuestro pueblo, podemos discutir, pero separarnos jamás.
Lo dicho es cierto en el Estado de Israel, cuando en estos momentos el enemigo externo, nos acecha y quiere para nosotros el mal, muchos tenemos que hacer para que podamos cumplir la profecía de los profetas y sentir que el camino de la Torá y la Halaja, la ley, ética y moral judía sean los que dirijan la vida del Estado.
Esto no impide que todos los estratos ideológicos unamos fuerza y voluntad para resguardar nuestro hogar, Eretz Israel, de todo mal. En los países de la Diáspora, debemos todos por igual estar unidos alrededor de nuestras santas costumbres y tradiciones, sinagogas y colegios, reforzar nuestras familias afianzándonos en los valores y fuentes ancestrales, llenar nuestras sinagogas de padres e hijos, abuelos y nietos, incrementar el estudio de la Torá en todos los niveles, para lograr nuestro crecimiento espiritual, y asegurar nuestra existencia judía en medio de un mundo en el cual los limites se diluyen y se borran.
¡Hagámoslo ya!

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