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Por Rabino Iona Blickstein
La Asamblea de los Obispos del Medio Oriente, llego a una conclusión: Eretz Israel (la Tierra de Israel) no le pertenece a Am Israel (el Pueblo de Israel). Ellos concluyen que, los israelitas son responsables de todo el sufrimiento de esta zona, del sufrimiento de la población cristiana, musulmana – y también judía. Somos culpables de todo. ¿Por qué, en opinión del Vaticano? Porque conquistamos una tierra que no nos pertenece. La culpa de todo, lo tiene la conquista de Israel.
Según su opinión, la solución es que sean creados dos estados: Uno para nosotros, y el otro para los árabes. Es cierto que ellos ya tienen 22 países, cuya superficie es 500 veces más que la del nuestro, pero ellos también quieren la mitad de nuestro estado. Tampoco eso es comprensible, porque si esta tierra no nos pertenece – y fue conquistada en forma injusta – ¿cómo podremos asentarnos en la mitad de ella, o en su décima parte? ¿Cómo podremos basar nuestra existencia en el robo, el sufrimiento y la injusticia? Y todavía hay otra grave objeción – ya que a fin de cuentas estamos hablando de personas que creen en el Tana”j (La Biblia), y no con japoneses o chinos. Y en el Tana”j está escrito un sin número de veces que Eretz Israel le pertenece a Am Israel. Entonces, ¿cómo puede ser que ellos determinan que no se puede basar en el Tana”j para justificar el asentamiento de Am Israel en su tierra?
La muy simple respuesta la respondieron ellos mismos en esa asamblea: “No hay una tierra prometida para el Pueblo Judío”, porque “no hay más un pueblo elegido. Todos los hombres y mujeres de todos los países son el pueblo elegido. Por lo tanto, no se puede utilizar el argumento de la tierra prometida para justificar el regreso de los judíos a Eretz Israel”.
Finalmente, salió a luz el punto álgido: No somos el pueblo elegido, no somos Am Israel. Entonces, ¿quién es el pueblo elegido? Todo el género humano. Ya hace tiempo que conocemos ese argumento. Incluso es mencionado en el libro “Orot” del Rav Kuk: “El llamado a todos los pueblos, que están sumergidos en toda la inmundicia e impureza, en todas las profundidades de la maldad y la ignorancia, en los abismos de la oscuridad más terrible: Todos ustedes son santos, todos son hijos de D’s, no hay diferencias entre un pueblo u otro, no hay un pueblo kadosh (santo) y elegido en el mundo, todas las personas son igualmente santas” (Orot, Pág. 33) nos fue conocida a lo largo de todas las generaciones. Los católicos incluso arguyen que ellos son el Pueblo de Israel – no de cuerpo, pero sí de espíritu. Pero a diferencia nuestra, ellos son el auténtico, en latino Verus Israel.
Pero es la primera vez que los católicos anuncian en forma pública que no tenemos derecho sobre Eretz Israel, porque no somos Am Israel. Hasta ahora, el Papa actuaba por detrás del telón, intentado por todos los medios posibles obstaculizar la edificación del Estado de Israel, intentando apoyar de todas formas posibles organizaciones terroristas árabes que quieren robarnos nuestra tierra.
Como hemos dicho anteriormente, ahora fue puesto en evidencia el punto clave, ellos arguyen que no somos más el pueblo elegido. Lo fuimos en el pasado, pero ahora ya no lo somos. Queremos recordarles a todos los que piensan así que Israel se convirtió en nación en 1.312 antes de la era común.
2.000 años antes del advenimiento del Islam, mil trescientos años antes de la aparición del cristianismo Recordemos  que los judíos establecieron su nación, en su tierra ancestral y prosperaron por más de 1.000 años, teniendo como capital  a Ierushalaim. La presencia Judía en la Tierra de Israel fue constante e interrumpida durante 3.300. Por lo tanto, esta es nuestra tierra. Según la resolución de esa asamblea Ierushalaim no es nuestra capital, sino que una ciudad santa para las tres religiones. Y tampoco eso es comprensible. Les hacemos saber a todos en nombre de Am Israel y en nombre de todo el género humano recto y en nombre de la historia y en nombre del Señor del Mundo: Nosotros somos Am Israel, desde aquel entonces y para toda la eternidad, “como los días de los cielos sobre la tierra” (Dvarim 11:21), y como los días de los cielos sobre esta tierra.

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