Por Elías Farache S.
Las guerras son crueles. Los hombres dirimen sus diferencias en base a la fuerza, y el saldo es desastroso. Los vencedores y los vencidos acumulan bajas, heridos, traumas y rencor. Aun en su crueldad, la guerra tiene normas, convenciones. Una manera extraña, pero aceptada, de controlar en algo el salvajismo inherente a la sinrazón de los seres que teóricamente son pensantes.
Además de la guerra, en nuestros días han cobrado notoriedad y capacidad de negociación los bárbaros y los barbarismos, representados por el terrorismo y el no respeto a las convenciones de la guerra. Es así como utilizar a civiles del lado enemigo como blanco indiscriminado, refugiarse en hospitales y escuelas desde los cuales se lanzan ataques, enviar niños a enfrentamientos, mujeres embarazadas, oligofrénicos o discapacitados… Son técnicas de una guerra que algunos llaman quizás asimétrica, pero que son simplemente una muestra de salvajismo y desprecio por la vida propia y ajena.
El Estado de Israel, el único Estado judío del mundo, ha sido sometido desde antes de su creación a todas las formas de agresiones habidas… y no nos atrevemos a decir por haber. Guerras convencionales, ataques de fedayines, declaraciones explícitas de no reconocimiento, amenazas de echar a los judíos al mar, hombres bombas que explotan autobuses, centros comerciales y restaurantes. Ataques desde El Líbano con cohetes de poca precisión y alta capacidad mortífera. Cohetes desde Gaza, de fabricación casera o artesanal, cuyas víctimas poco pueden discernir en cuanto a su fabricación.
El último de los enfrentamientos entre Israel y los palestinos en Gaza, una región en la cual no vive un sólo judío o israelí, se produjo luego de que, desde el enclave dominado por Hamás, se disparaban indiscriminadamente, sobre zonas pobladas de Israel, cohetes de capacidad mortal, durante semanas, meses y años. A finales de diciembre del 2008 y por tres semanas, Israel, luego de advertencias previas y llamados a ceses de fuego, se vio obligado a lanzar una operación militar sobre Gaza para evitar que los cohetes se siguieran lanzando.
Como los cohetes eran de fabricación casera, como los puntos de lanzamiento eran zonas pobladas, desde escuelas u hospitales, como Israel utilizó su poderío militar, administrado y tratando de evitar mayores bajas… la acción ha sido calificada de “desproporcionada”. Un informe de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU así lo establece. El “Informe Goldstone” acarreará un tremendo esfuerzo diplomático para Israel y abrirá las compuertas para más impunidad y legitimización de acciones de terror.
Esta es la eterna historia de Israel. Su enfrentamiento con el mundo árabe, con los palestinos y con parte del mundo que ha optado por alinearse a una causa que consideran y saben injusta —pero que al no enfrentar les da margen de maniobra para alejar el terror de sus propias casas por los momentos— no tiene muchos visos de justicia, sentido común, ética ni nada por el estilo.
Los argumentos de la desproporción son entre cómicos y dantescos. Según este nuevo criterio de proporcionalidad y equidad, cuando en la ciudad de Nueva York un asaltante amenace a su víctima con un cuchillo, la policía ha de actuar con cuchillo y uno a uno. Cuando se persiga a un delincuente, se deberá hacer en igualdad de condiciones y sin desproporción: motocicleta contra motocicleta, automóvil contra automóvil. Se desincorporarán los helicópteros y otros atavíos de franca desproporción. Israel debió haber impedido el lanzamiento de cohetes desde Gaza con palos y piedras, con cohetes caseros de baja precisión, quizás llevado al frente de batalla a los escolares de educación media o primaria…
Abba Eban dijo una vez que en la ONU se podría votar que la Tierra es plana. Lamentablemente, esto ya no parece un chiste. Al menos de este lado, el de los judíos…