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Por Rabino Iona Blickstein
Una persona muerta es una tragedia, decía José Stalin y un millón de muertes es una estadística.
Esta no es la reacción del mundo entero frente al horrendo desastre acontecido en el sudoeste del continente asiático, a consecuencia del tsunami.
Para este tipo de tragedias y otras del tal magnitud como terremotos etc. nuestros sabios fijaron una bendición especial que dice así: “Bendito sea aquél de cuya fuerza y poderío está lleno el mundo” (Tratado de Berajot, 54:1), ¿qué significa Bendito el que da fuerza a la naturaleza? Es para demostrar el poderío del Creador en las hechuras del Génesis para que le teman y le reverencien.
Preguntan nuestros sabios: ¿Qué es un terremoto?
Los terremotos – así entendieron los sabios – son la expresión de la pena en el cielo por el sufrimiento de Israel, y como debemos percibir juntos lo que sucede hoy con Israel y con pueblo esparcido en todo el mundo, con la fuerza de la naturaleza y en el contexto del quehacer cotidiano de los demás pueblos del mundo.
Dijo el Rabí Catina: “Una sacudida, un terremoto ¿Para qué vienen? – Cuando el santo, bendito sea se acuerda de sus hijos que viven sufriendo entre las naciones del mundo deja caer en el océano dos lágrimas y el ruido se oye desde un extremo al otro; hay quienes dicen que golpea sus manos, y hay quienes opinan que lanza un suspiro” (Idem, 59:1)
Rabí Iehuda HaLevy, el autor del Cúzari, nos enseñó que Israel entre las naciones, es como el corazón dentro del cuerpo humano (Cúzari 2do. Artículo 36)
Como el corazón influye sobre el cuerpo, también Israel influye sobre las naciones del mundo, y a su vez también recibe la influencia de este y del género humano.
Debemos reconocer el efecto espiritual de cada acción que hacemos, que no solo nos afecta a nosotros sino también a todos los lugares del planeta, cada acción negativa le hará daño y afectará nuestras vidas como el medio que nos rodea, así como el actuar de manera positiva, elevará todo nivel.
No olvidemos que los canales espirituales, son como las olas del océano que no pierden su fuerza por la distancia.
En este caso el Tsunami que azotó a parte del continente asiático, trayendo consigo la muerte a más de 200.000 personas dejando a millones sin ningún tipo de hogar.
Este tipo de acontecimiento tiene que despertar en nosotros el pueblo de Israel y en toda la humanidad, la firme voluntad de corregir nuestros actos, y cualidades, aumentar nuestra sensibilidad por el sufrimiento de los que nos rodean y prestar nuestra ayuda espiritual y monetaria a esos países que tanto lo necesitan, para que puedan recuperar su economía, construir viviendas, hospitales y puedan producir nuevas fuentes de trabajo.
Y con respecto al estado de Israel oremos para que el mundo entero tome en cuenta la enseñanza de Rabí Iehuda Halevy: “Israel entre las naciones es como el corazón en el cuerpo humano y hagan lo imposible para que vuelva la paz y armonía. Y cuando esto suceda, viviremos en un mundo de mejores hombres, una mejor sociedad con amor y con paz.

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