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Abrir una nueva puerta
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Por Samuel Auerbach
El crimen de Itamar llena de horror a toda la humanidad, menos a aquellos que sólo tienen de humano su cuerpo. Yo no puedo ver llorar un niño sea chino, indio, japonés, judío o árabe. Menos aún puedo mirar la pantalla de mi computadora cuando en ella aparece un bebé degollado. También me llena de horror constatar como ciertos personajes gubernamentales de importancia aprovechan con fines políticos el dolor de los huérfanos, del resto de su familia y el del pueblo de Israel entero, dando orden de ejecución a programas que se mantenían frenados, programas que en nada ayudan a lograr esa paz tan necesaria para que esos crímenes no se produzcan. Es una maniobra política que, además de incrementar el odio de los que nos odian, ofrece, bajo la máscara de una intempestiva muestra atávica de venganza, muy común en las salvajes primeras horas de la historia, la oportunidad de construir 500 viviendas más en los territorios.
No existe cantidad de viviendas nuevas por más grande que sea, que pueda paliar el tremendo dolor que la tragedia produjo. Es simplemente una medida que abona los principios de los que creen que la paz con los palestinos, debe lograrse sin la entrega de territorios. Los que con honestidad deseanla paz, saben que con esa condición no será posible obtenerla.
Las acciones que corresponden en relación a esta horrible y dolorosa masacre son las que tiendan hacer que tales hechos no se repitan, y las que no dejen impune a las manos asesinas. La orden impartida de construir las viviendas en los territorios inmediatamente después de ocurrida la dolorosa matanza, no sólo que estuvo fuera de lugar, sino que constituye otro paso atrás en el camino a la paz, y pone al descubierto las verdaderas intenciones de los quecierta vezdijeron estarde acuerdo con “hacer dolorosas concesiones”, y que en el Medio Oriente hay lugar a “dos Estados para dos pueblos”.
Es muy cierto que la Autoridad Palwestina no da grandes muestras de querer esa paz, y hace poco o nada en ese sentido. No por eso Israel debe transmitir al mundo el mismo mensaje. Los actuales dirigentes israelíes tampoco dan muestra que desean la paz, pues con las incesantes construcciones en los territorios, anexan de facto terrenos cuya propiedad se tendrá que discutir luego, cuando alguna vez las partes se junten en algún lugar nuevamente para conversar y mediante un esfuerzo común, puedan lograr esa tan ansiada paz.

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