Por Michael Young
Un amigo sagaz y yo estábamos hablando de la reciente publicación de los cables diplomáticos norteamericanos revelados por WikiLeaks, en el diario Al-Akhbar. La mayoría de los documentos publicados pretenden mostrar cómo los políticos libaneses saludaron, o trataron de explotar una derrota de Hizbollah en la guerra del verano de 2006. El partido (Hizbollah) ha recurrido a las filtraciones para afirmar que sus enemigos políticos estaban del lado de Israel. Mi amigo, un periodista chií, tiene una visión diferente. Lo que realmente mostró, me dijo, es cuan aislado e impopular está hoy Hizbollah.
De hecho, varios de los cables, escritos por el ex embajador de Estados Unodos en el Líbano, Jeffrey Feltman, no muestran a los enemigos de Hizbollah, sino a sus aliados que expresan malestar o disgusto, con el partido.
Entre ellos hay dos parlamentarios del bloque de Michel Aoun, Farid El-Khazen y Kanaan Ibrahim, y el ex ministro de Salud, Mohamad Jawad Khalifeh, cercano al presidente del Parlamento, Nabih Berri (y quien describe la ira de este último con la dirigencia de Hizbollah).
No queda claro por qué Al-Akhbar decidió revelar estos documentos justo ahora. El efecto neto de la decisión será el de destacar las tensiones y los ajustes de cuentas dentro de las filas de la nueva mayoría, en medio de reportes de que la composición de un nuevo Gobierno es inminente. Por ejemplo, las filtraciones son particularmente embarazosas para el líder druso Walid Jumblatt, que en el año 2006 era un incondicional del frente "14 de marzo", y hoy es un aliado incondicional de Hizbollah y Siria.
Por supuesto que la difusión de las filtraciones pueden ser intentos de Hizbollah para mantener a sus sospechosos socios, Jumblatt y Berri, en línea. También sirven para desacreditar, muy convenientemente, a Kanaan y Khazen, en un momento en el cual el yerno de Aoun, Gebran Bassil, está tratando de eliminar a todos los rivales que podrían obstaculizar su ascenso al cielo Aounista. No es de extrañar que Bassil se revele en los cables publicados ultimamente como un ardiente defensor de Hizbollah durante el largo conflicto con Israel.
Sin embargo, todo esto en realidad sólo confirma lo que dijo mi colega. Si Hizbollah y sus cámaras de eco necesitan advertir incluso a sus aliados para que permanezcan políticamente a bordo, si el partido está furioso con el doble lenguaje de la clase política libanesa, cuyos miembros fácilmente desembuchan todo lo que tienen en la mente, incluso a los norteamericanos; entonces, esto no habla bien de la capacidad de Hizbollah para unir al Líbano tras su resistencia. De hecho, tiende a confirmar algo que siempre sospeché: el partido ha logrado imponer el consenso únicamente a través de la intimidación.
Esto presenta problemas potenciales para Sayed Hasan Nasrallah, el secretario general de Hizbollah. Su contrato implícito con Irán consiste en que su partido esté preparado para proteger y promover los intereses de Teherán en el Levante, hasta el punto de que Hizbollah podría tomar represalias contra Israel si los israelíes fueran a bombardear las instalaciones nucleares iraníes. Pero para ser eficaz en tal proyecto, Nasrallah debe ir a la guerra con la confianza de que sus compatriotas no están actuando detrás de su espalda contra sus intereses y el partido fundamentalista debería gozar del respaldo generalizado de la población del Líbano.
La cruda realidad es que esto no es así. Hizbollah perdió hace tiempo a la comunidad sunita. Los drusos seguirán a Jumblatt, pero no si eso significa que tengan que pagar un precio muy alto en aras de Hizbollah en una guerra contra Israel, que perjudique a las comunidades de las montañas, la Bekaa Occidental y Hasbaya.
En cuanto a los cristianos, Khazen y Kanaan reflejan con mayor precisión que Bassil el estado de ánimo en la comunidad. No hay entusiasmo cristiano, inclusive entre los seguidores de Aoun, para ver al Líbano sufriendo por el proyecto de Hizbollah.
Esa reluctancia sería compartida por muchos en la comunidad chií que, sin embargo, expresan afecto por Hizbollah. El ferviente apoyo de Nasrallah a la oposición chiíta de Bahrein la semana pasada provocó la dura reacción del reino. Podemos esperar muchos más chiítas en el Golfo, ver pronto sus permisos de residencia o visas revocados y sus intereses financieros e inversiones arruinados. Agregue a esta mezcla la furia colectiva, si los chiítas son obligados a soportar otra devastadora guerra con Israel en el sur, y se puede apreciar que el margen de maniobra de Nasrallah no es tan grande como él y sus partidarios afirman.
Si un Gobierno se forma, Hizbollah podrá consolidarse. Tampoco el Gobierno será necesariamente tan frágil como muchos afirman. Disfrutará de una mayoría parlamentaria, del apoyo de Siria e Irán, y podría durar hasta las próximas elecciones. Sin embargo, al jugar un papel dominante en el Gobierno, Hizbollah arriesga a que sea identificado con los Estados fracasos.
Un Gobierno de "un solo color" solamente aumentará las contradicciones del Líbano, las mismas que han negado a Hizbollah la amplia bendición que pretende por su papel como propulsor y vanguardia de "la resistencia".
Eso no quiere decir que Hizbollah se esté debilitando, sino que su capacidad para imponer su agenda a la mayoría de los libaneses depende menos de la persuasión y más de la coerción. El partido ha logrado desviar el descontento potencial contra Aoun, a quien ha puesto al frente del escenario. Aoun, no ha decepcionado. Pero en tiempos de grandes crisis o conflictos, esa táctica no puede ir muy lejos.
Si la situación en el Líbano cambia decisivamente, Hezbollah podría encontrarse de repente solo, y sin amigos.