Por Bernardo Ptasevich
Un terrorista no sabe lo que se pierde. Sus días y sus noches tienen solamente dos objetivos, matar y morir. Su filosofía, su educación y a partir de allí todo lo que pasa en su entorno está impregnado de esas dos consignas que lo tienen encerrado e imposibilitado de conocer otras opciones.
En ello arrastra a su familia y a sus relaciones, todo gira alrededor de ese liderazgo equivocado que lo hace parecer importante. Siente que es poderoso con su determinación y sus armas.
Sabe que puede quedarse con la vida de otras personas y al parecer eso le produce el placer que necesita para continuar en la senda. Lo que pasa por la mente de estos individuos es para nosotros difícil de comprender.
¿Cámo alguien puede hacerse terrorista y dejar todo de lado para abocarse a tan nefasta tarea? Quienes conocemos las otras opciones no podemos entenderlo.
Un terrorista no es un activista que lucha por su pueblo, un combatiente que defiende lo que cree son sus derechos. No estoy seguro si terrorista se nace o se hace. Un niño nacido en esa cultura violenta crecerá creyendo que ese es su lugar en este mundo. El fanatismo de sus padres no le dejará conocer otras opciones, no podrá decidir si es lo que quiere para su futuro, sólo tendrá que seguir la huella marcada que lo llevará irremediablemente a un final anunciado, la muerte de otros, y seguramente la suya. Hemos conocido en la historia pasada y reciente personajes relevantes en luchas armadas.
Podemos rechazarlos o coincidir con ellos según nuestro punto de vista, nuestra visión política y el lugar desde el que los juzgamos. Pero a diferencia de los anteriores, podemos ver en algunos casos algún tipo de ideales, algún tipo de razonamiento. Conociendo sus ideas podemos catalogarlos como acertadas o equivocadas.
Los que pelearon en causas que consideraban justas tenían quizás razones que no eran matar porque sí o arriesgar su vida porque les daba placer. Podemos discutir sobre esos hechos porque han dejado argumentos, posiciones, pensamientos que luego fueron escritos incluso por otras personas.
Sin embargo no he encontrado una argumentación que permita evaluar o entender a un terrorista, salvo los emanados del fanatismo religioso más extremo bajo órdenes divinas de exterminar a los judíos y de paso a todos los infieles. Es terrorista quien nace en un ámbito terrorista, lo educan como tal y ya no puede salir. No he leído una declaración que diga “los terroristas queremos tal cosa por la cual luchamos y una vez que la consigamos dejaremos de ser terroristas”.
No hay fin para este fenómeno destructor, no hay una solución aunque el resto del mundo decida hacer concesiones difíciles. Tenemos terroristas atacando todo tipo de objetivos, principalmente si son judíos y a Israel que se defiende con las armas que tiene frente a un mundo inmóvil que a veces no quiere comprender la realidad. La cultura occidental tiene normas que muchas veces deja al agredido indefenso y frágil. No sabemos las causas de por qué alguien se hace terrorista pero sí sabemos que hay gente poderosa que los utiliza para sus fines, los financian con sumas inimaginables que pueden superar las necesidades de ciudades o hasta de países enteros.
Lo hacen con dinero nacido del petróleo y que va a los bolsillos de los déspotas de turno para administrarlo en provecho propio, para agigantar su poder fomentando la violencia. Se escudan tras el terrorismo, lo usan como herramienta para lograr sus fines.
Ellos si tienen ideología o propósitos determinados que van desde el fanatismo religioso hasta el hambre de poder y dominio de todo lo que hay a su alrededor. Los terroristas son también victimas aunque crean que son muy fuertes y poderosos. Son utilizados por los dictadores fanáticos mientras ellos a su vez usan a su pueblo como escudos mezclándose sin contemplación para evitar ser atacados.
Evité hasta el momento y en forma expresa mencionar el verbo vivir en todo lo expuesto, cambiándolo por existir u otros términos. Creo que estos individuos no viven, no saben lo que es la vida, no la han conocido ni la conocerán mientras persistan en su encierro. La vida tiene sus dificultades pero también tiene sus soluciones.
Vivir nos permite disfrutar de los momentos sublimes que nos brinda el amor y la amistad. A pesar del terror este mundo está lleno de paisajes y la naturaleza es rica en colores y aromas. La pluralidad de los seres que lo habitan nos permite aprender siempre cosas nuevas, vivir nuevas experiencias y podemos lograrlo sin recurrir a la violencia.
Siempre hay algo que no hemos hecho, algo que nos puede sorprender. Lo que hacen nuestros hijos nos produce emociones que son difíciles de explicar, estamos pendientes de ellos y de cómo será su vida. No pensamos en como morirán sino de qué forma serán felices, en su preparación para afrontar el futuro y en qué forma lograran progresar con su trabajo o sus profesiones. Todo lo que hacemos está orientado en vivir, en como viviremos y como lo hará la gente que amamos. Intentamos crear, la destrucción nunca podrá ser nuestro objetivo. El respeto y aprecio por la vida no permite que pensemos que quitársela a otro es algo normal.
Pensar en matar sin importar morir no permite ser una persona, alguien sociable con quien se puede compartir la vida. Por ello insisto en que los terroristas destructores no saben lo que se pierden. La vida vale la pena aunque en ella haya problemas. La misma solución de las dificultades nos muestra que somos importantes y podemos generar cosas positivas. Pesaj nos da un ejemplo para afrontar las dificultades. En estos días en que los judíos festejamos Pesaj, vale la pena recordar que detrás de las penurias hay un futuro digno que vale la pena. Con esfuerzo y persistencia los pueblos y las personas pueden superarlo todo sin necesidad de recurrir al terror. Las dificultadesmás extremas que debieron afrontar los judíos hasta liberarse de la esclavitud nos dejan una enseñanza.
Nosotros también podremos atravesar cualquier de- sierto en las condiciones más adversas, sobreponernos a todos los contratiempos y llegar a nuestras metas. Quiero hacerle llegar a todos los judíos del mundo un mensaje de esperanza a pesar de la realidad.
Debemos persistir en la búsqueda de la paz, no porque haya con quien hacerla sino porque debe seguir siendo nuestra bandera y nuestro objetivo. Esta fecha tan especial tiene que recordarnos que no debemos bajar los brazos y continuar en el largo camino hacia el objetivo de poder vivir tranquilos en nuestra tierra.
Merecemos como todo ser humano tener una vida normal en la que no seamos atacados cobarde e impunemente sólo por ser judíos. El recuerdo de Moisés y del éxodo de Egipto nos tiene que renovar cada año para imitarlos en su perseverancia. Si los terroristas tuvieran historias como esta y le hicieran honor seguramente no serían terroristas. Si supieran y aceptaran la realidad, el mundo sería diferente. La vida es bella.