Por David Yisrael, presidente del Comité Venezolano de Yad VaShem
Quienes sobrevivimos al Holocausto encontramos en Venezuela un hogar en estas seis décadas, decidimos hacer de éste nuestro país porque hallamos, por fin, en estas tierras un oasis de tolerancia en un mundo infectado por el antisemitismo.
No obstante, nuestro “sueño hecho realidad” tocó a su fin en los últimos años, cuando los líderes políticos que ostentan el poder se rodearon de asesores del odio, como el ya fallecido Norberto Ceresole, quien introdujo en el país la noción de que el Holocausto era sólo una noción sionista, y que un país como Venezuela debería alinearse a la lucha de los musulmanes por un Medio Oriente donde no cupiera nación que ellos consideran infiel, como lo es Israel, y como lo fue en su momento el Líbano Católico.
Como la gota de agua que agujerea la piedra, no por su fuerza sino por su constancia, el antisemitismo ha empezado a dejar huella en el alma del venezolano: enmarcado en la polarización política, de la que nada ni nadie se escapa, el antisemitismo irrumpió en los medios oficiales, en los discursos, en las pintadas en las paredes, en los programas de televisión de los canales estatales, hasta convertirse en una cuasi política de Estado, que se refleja en el rompimiento de las relaciones de nuestro país con Israel, lo que dejó huérfana a la Comunidad Judía de Venezuela sin uno de los referentes más importantes.
Aunque aún no está claro que sucedió en la noche del 30 de enero de 2009, cuando un escuadrón de quince personas fuertemente armadas se introdujo en la sinagoga Tiferet Israel de Maripérez, y que resultó en el robo de la base de datos de la comunidad sefardí y, lo imperdonable: la profanación del Aarón HaKodesh, de la Torá. No podemos decir que haya sido un plan concebido desde Miraflores; pero, el hecho de que el verbo que desde allí se emana haya dado luz verde al odio, la falta de contundencia y de oportunidad para la condena del acto vandálico, la constante demonización de Israel, y con ellos los “israelitas” han contribuido para que algunos tomen la revolución en sus manos y la expresen con actos vandálicos en busca del aplauso del “pueblo”.
La presencia de asesores iraníes, sucesores de Ceresole, argentino también de origen persa, nos pone en una situación difícil para quienes creemos que el Judaísmo tiene un lugar y un papel en la historia de Venezuela: al igual que la comunidad hebrea de Teherán, obligada a manifestar su rechazo a Israel y a participar activamente en la deslegitimación del Holocausto, hay quienes nos exigen a los judíos venezolanos desmarcarnos de nuestro tradicional apoyo a la existencia de Israel para “permitirnos” vivir en este país, en contra de la noción de democracia que apoyamos y que permitió los triunfos legales de quienes hoy detentan el poder.
Nosotros estamos viendo una pesadilla que vivimos ayer, en la Europa infestada por las autocracias y el odio, se empieza a repetir en esta tierra que nos abrió los brazos y en donde hicimos una casa y criamos a nuestros hijos. Desde las páginas de la sexta edición de la revista Recuerda / Zajor, quiero pedirles a nuestros lectores que nunca olviden que Venezuela es un país esencialmente bueno y debe permanecer así para que el futuro sea de prosperidad y de verdadera inclusión para todos.
Fuente: Editorial de la Revista Recuerda Zajor VI, Pág. 3.