Por Abraham Levy Benshimol
El 24 de junio de 1821 en el campo de Carabobo el ejército patriota, comandado por el Libertador Simón Bolívar, derrotó a las tropas españolas. Esta batalla puso fin a la cruenta Guerra de Independencia de Venezuela, así terminaron diez años terribles de muerte y destrucción. Según el destacado historiador venezolano Caracciolo Parra Pérez fue una guerra “expiable que durante diez años iba a asolar nuestro país y a hundirlo por un siglo en el desorden moral y político” (1).
La joven nación tenía por delante la difícil tarea de echar las bases para crear un país independiente, con una sociedad justa e iguales derechos para todos los ciudadanos. Es importante destacar que muy temprano en la vida republicana, el 22 de agosto de 1821, se promulgó el decreto de abolición de la Inquisición, con lo que se creó la oportunidad para los judíos de residenciarse en Venezuela. Así mismo, en una de sus primeras proclamas, Simón Bolívar hizo un llamado a los extranjeros a residenciarse en la nueva nación y ayudarla en la empresa, ardua por demás, de construir un país. La libertad religiosa fue garantizada posteriormente en 1830 y, el decreto de libertad de cultos, fue promulgado en 1834 bajo la presidencia del general José Antonio Páez.
Los judíos sefardíes de Curazao fueron de los primeros en aceptar el llamado de la recién creada república. Poco a poco fueron llegando a Caracas, Puerto Cabello, Barcelona y otras ciudades venezolanas, pero fue en Coro donde se estableció el grupo mayoritario a partir de 1824. En Coro desarrollaron nuevas industrias e importantes establecimientos comerciales; trajeron consigo nuevas ideas y, con el tiempo, se incorporaron plenamente a la sociedad coriana con activa participación en la vida comercial, cultural y política de la ciudad. Coro fue la ciudad venezolana con mayor población judía en el siglo XIX
En Coro tuvieron lugar motines anti-judíos en 1831 y 1855, sucesos lamentables que fueron condenados por varios sectores de la sociedad coriana. De acurdo con Aizenberg, tomando en cuenta lo ocurrido en el país contra otros grupos de extranjeros, “El ataque a los judíos de Coro no fue por lo tanto un hecho aislado, sino que junto con los demás incidentes en contra de los extranjeros, una expresión adicional del malestar político, social y económico que acongojaba al país” (2).
Con el paso de tiempo la Venezuela republicana vio crecer su población judía. A partir de la segunda mitad del siglo XIX (1865-1870), inmigrantes judíos, provenientes de Marruecos, hicieron de Venezuela su patria. El flujo migratorio de los judíos marroquíes hacia Venezuela continuó hasta bien entrado el siglo XX. Sus integrantes crearon en 1930 la primera estructura comunitaria permanente del país (la Asociación Israelita de Venezuela).
En los años previos a la II Guerra Mundial Venezuela sirvió de cobijo a quienes huían de las garras del nazismo, como fue el conocido y aleccionador caso de los Barcos de la Esperanza, que, en 1939, con la anuencia del gobierno del general Eleazar López Contreras, pudieron anclar en puertos venezolanos con su carga de refugiados judíos provenientes de Europa. Finalizado el conflicto, muchos más judíos europeos llegaron a Venezuela a rehacer sus vidas y a contribuir con su esfuerzo y trabajo al desarrollo de un país en plena transformación que ofrecía múltiples oportunidades de trabajo.
En la década de 1950 hubo un rápido aumento del número de los judíos venezolanos por vía de la inmigración proveniente de numerosos países y por el crecimiento natural de los ya asentados aquí con anterioridad. Fue así cómo fueron surgiendo nuevas instituciones comunitarias, las cuales se consolidaron y desarrollaron posteriormente. En los años 80 la comunidad judía alcanzó su plenitud demográfica, se calcula que su número osciló entre 16000 y 18000 personas, con una participación en la vida del país cada vez más activa y relevante. Si algo la ha caracterizado es su pujanza, su creatividad, la extraordinaria unidad de sus miembros, independientemente del origen de cada uno de ellos, el sentido de clara integración a la sociedad venezolana y el mantenimiento de la identidad grupal con fuertes lazos espirituales y afectivos con el Estado de Israel.
No es posible reseñar en tan corto espacio la contribución judía al desarrollo de Venezuela. Los judíos, tanto como grupo, como por las muchas y destacadas figuras que han sobresalido en sus respectivos campos de trabajo, han dejado una impronta indeleble en este país, en las más diversas facetas del quehacer humano ya sea en el arte, el teatro, la academia, la docencia, la investigación científica, la promoción cultural, el comercio y la industria, el servicio público, el periodismo y muchos otros que sería prolijo enumerar. Amor y dedicación al trabajo, espíritu de superación, apego a la familia y a las tradiciones ancestrales, junto con un especial talento emprendedor son algunas de las características más sobresalientes
Con el advenimiento de los años 90 comenzó la salida del país de los judíos venezolanos, fenómeno compartido con muchos otros compatriotas no judíos. Las razones de este éxodo fueron entre otras, el deterioro de la calidad de vida, la mala situación económica, y la inseguridad que comenzaba a hacerse evidente en el país.
El nuevo milenio comenzó con el gobierno del presidente Hugo Chávez. Los cambios políticos y sociales introducidos por éste, la incertidumbre del futuro, el deseo de buscar una mejor vida para los hijos, así como el desbordamiento del hampa y el aumento de la inseguridad, unido a la agresión gubernamental hacia la comunidad judía (permanente ataque verbal y escrito contra Israel, el sionismo y el pueblo judío, los allanamientos de Hebraica en 2004 y 2007) se encuentran entre los principales motivos que han llevado a miembros de la comunidad judía a dejar el país.
La profanación de la Gran Sinagoga Tiferet Israel que tuvo lugar en la madrugada del 30 de enero de 2009 junto con la ruptura de relaciones diplomáticas con Israel, crearon una situación inédita para la vida judía en Venezuela y actuaron como detonantes que aceleraron el éxodo judío. Para muchos fue el momento e tomar la dolorosa decisión de abandonar el país.
Hoy, la presencia judía persiste en Venezuela si bien disminuida numéricamente; todas las instituciones comunitarias siguen funcionando. Los directivos de turno realizan grandes esfuerzos para que la vida judía fluya y se desenvuelva satisfactoriamente a pesar de las dificultades y de las asechanzas del entorno.
En 200 años de vida republicana Venezuela ha logrado innegables progresos y enfrenta, a su vez, retos de igual magnitud en la búsqueda de una sociedad más justa, más equitativa, donde todos los ciudadanos tengan cabida y participación.
En este escenario es difícil predecir cual ha de ser el destino inmediato de la comunidad judía cuya presencia se remonta a los albores de la independencia de Venezuela que hoy conmemoramos. Ojalá se den las condiciones para su permanencia y reflorecimiento.
1. Parra Pérez, Caracciolo, “Historia de la primera República de Venezuela”, Biblioteca Ayacucho, 1992, p.531. Citado por Romero, Anibal en “Venezuela: Historia y Política. Tres estudios críticos”, Editorial Panapo, Caracas, 2002, p.34.
2. Aizenberg, Isidoro, “La comunidad judía de Coro 1824-1900. Una historia”, Biblioteca de Autores Falconianos, 1983, p.177.
Fuente: CAIV