El Dr. Abraham Levy Benshimol, ex presidente de la CAIV y quien ha fungido diversos cargos en la Comunidad Judía venezolana, vuelve la mirada hacia los hitos que consolidaron la Asociaicón Israelita de Venezuela.
Este notable miembro de la kehilá nos ofrece no sólo una retrospectiva de lo que ha sido esta institución para los judíos sefardíes en Venezuela, sino también un posible escenario de lo que será la vida futura de la comunidad y algunos planes para el servicio de los correligionarios.
Abraham Levy Benshimol ha sido secretario general y presidente de la Junta Directiva de la Asociación Israelita de Venezuela (AIV) en cuatro oportunidades; secretario, vicepresidente y presidente, en diferentes períodos de la Confederación de Asociaciones Israelitas de Venezuela (CAIV) y miembro del Consejo Directivo del Centro de Estudios Sefardíes de Caracas, desde su creación hasta la fecha, entre otros cargos; y para esta ocasión se desempeña como presidente de la comisión organizadora del octogésimo aniversario de la AIV.
¿Cuál es, a su criterio, la importancia del cumplimiento de estas ocho décadas de actividad de la institución?
Ochenta años es una cifra muy importante, porque si uno hace un sucinto estudio de los orígenes de la AIV, se puede dar cuenta de que se remonta fácilmente a 1908; quiere decir que prácticamente el centenario de vida organizada, ya ha pasado. Lo que pasa es que las dos primeras instituciones, los primeros intentos de la administración de los judíos sefardíes, en su mayoría provenientes de Marruecos, demuestra una presencia judía en Venezuela muy antigua, arraigada y firme. Esta organización se creó con el fin de tener una sinagoga, y esa fue la primordial tarea que se cumplió, la Sinagoga de El Conde, que fue la primera que se erigió en Caracas y donde comenzaron una serie de actividades de la vida judía que fueron muy importantes. Luego, por motivos de desarrollo urbanístico, hubo que demoler el edificio y se pasó finalmente a la Sinagoga Tiferet Israel que hoy tenemos en Maripérez.
Aunque al comienzo la intención era la construcción de una sinagoga, porque la vida de la comunidad gira alrededor de ella, con el tiempo fueron surgiendo otros intereses, el desarrollo de la comunidad asquenazí, y la necesidad de interactuar y de integrarse en muchas actividades que dieron origen a todas las estructuras comunes que hoy tenemos. Esto hizo que la AIV fuera evolucionando y fuera cambiando.
Yo pienso que terminando la década de 1970, cuando estuvo un grupo liderado por Gonzalo Benaim Pinto, con nuevas ideas y una visión más completa de lo que debería ser la función de la institución, surgió un gran cambio e hizo mucho bien la presencia de gran cantidad de personas que han estado viniendo (en la década de los sesenta) sobre todo de Madrid, pero también de otros países —Turquía, Bulgaria, Yugoslavia— que vinieron a fortalecer la institución y hacerla más diversa. El papel de la AIV es el mismo de una organización de servicio, que presta servicios a la comunidad judía, o sea, desde el nacimiento hasta la muerte. Se trata de servicios religiosos, ayuda social, información, desarrollo, actividad cultural y muchas otras actividades culturales que forman parte del día a día de una comunidad tan dinámica como ha sido la CJV.
La última década estuvo marcada por situaciones difíciles —los allanamientos a Hebraica, el ataque a las oficinas y la profanación de la Sinagoga el año antepasado— que causaron un gran desasosiego en nuestra comunidad, pero creo que el tiempo dirá, poco a poco, si habremos podido superar esa gran herida.
Entre los momentos más importantes de la AIV, ¿cuáles considera que han sido determinantes?
Esa primera etapa, sin duda, fue de consolidación, en la que están todos esos presidentes antiguos, donde sobresale León J. Taurel, un hombre de un dinamismo y una visión extraordinaria, quien ocupó el cargo por muchos períodos consecutivos en los que, por su excelente desempeño, fue reelecto; también Abraham Benacerraf, Fortunato Benacerraf, José Bendayán, Elías Benaim, Isaac Mamán, y por supuesto el primer presidente Isaac. Sin dejar de mencionar a Jacob Pariente, presidente honorario por toda la labor previa que hizo para constituir la Asociación. Esa etapa termina en la década de los sesenta. Cuando entra en escena Gonzalo Benaim, viene una segunda etapa de esta historia que considero fundamental, pues se logró la firma del acuerdo interinstitucional con la UIC, a través de la cual se logró una paridad en el manejo de la educación comunitaria, y el ingreso formal de la AIV a lo que se conoce ahora como el SEC. También la constitución de las redes de ayuda social, la compra de los terrenos de Hebraica, iniciativa de John y Gonzalo Benaim Pinto, que le da una dimensión completamente nueva a la comunidad. Después se realizaron muchas iniciativas organizativas, como la creación del fondo comunitario para la educación, que ha hecho aportes, aunque hoy en día no sean significativos por la situación económica, pero en su momento fueron importantes. Y por supuesto también la vida religiosa, que se ha desarrollado dentro de la AIV, con la creación de las sinagogas afiliadas agrupadas principalmente por orígenes y con su propio minián, sus actividades. Todos tienen una vida religiosa más importante.
¿Cree que el presente signifique una nueva etapa para la Asociación y encuentra usted algún liderazgo que esté marcando el comienzo?
Por la situación difícil que vive la comunidad, dada por la disminución de su número, que no sabemos hasta dónde va a llegar, se ha planteado una redimensión de ciertas estructuras que posee. Es un reto importantísimo para el liderazgo actual. Sin embargo, estoy seguro de que cada época tiene sus propios líderes. No podría decir si son iguales a los anteriores; creo que en otra época los que estaban hicieron lo necesario, salieron al frente y dieron la talla. Yo espero que lo mismo ocurra ahora. Tenemos una buena representación y vamos a esperar un poco el futuro cercano.
Hablando de ese futuro, ¿cuál es su pronóstico para la institución?
Yo creo que siempre va a haber comunidad judía en Venezuela, con un número importante de miembros, y en esa medida, tanto la UIC como la AIV son fundamentales para que esa vida se desarrolle y mantenga. Por supuesto, hay que cuidar esa comunidad para que logre, con sus peculiaridades, ser aceptada en la sociedad como hasta ahora, y el reto es más grande, porque con la rapidez que cambia el panorama no se pueden hacer muchos planes a largo plazo. Eso disminuye la planificación.
¿Algún adelanto de la exposición sobre Amador Bendayán?
Ya tenemos varios meses dedicados a la labor de investigación. Además, ya tenemos una persona designada, JF Cantón, para trabajar con una serie de materiales facilitados por uno de los hijos de Amador para elaborar una especie de hilo de vida (semblanza) sobre la historia de este personaje que es sumamente interesante, uno de los más populares y queridos de la escena. Esa es una de las tareas del Museo Sefardí.
Por Andrea Hernández
Fuente: Nuevo Mundo Israelita