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Por Arie Issar
El 7 de diciembre, destacados expertos de todo el mundo se reunieron en la Conferencia de Cambio Climático de la ONU en Copenhague e intentaron encontrar una solución para el calentamiento global. Este cada vez más serio problema deriva de lo que se llama el efecto invernadero, en el cual una nube de gases, principalmente dióxido de carbono, envuelve la tierra – como el techo transparente de un invernadero – permitiendo la penetración de los rayos del sol pero manteniendo adentro el calor.
En efecto, el calentamiento global ha llevado al planeta atrás unos 15.000 años, hasta el fin del último período glacial.
Hasta entonces, durante aproximadamente 30.000 años, debido al ángulo de la órbita terrestre alrededor del sol, los hielos polares se dispersaron por el planeta; en efecto, los del polo norte cubrieron entonces una gran parte de lo que hoy es Europa, Asia y América.
Tormentas de lluvia se movieron hacia el sur y la extensión norte del desierto de Sahara, que hoy en día es árido, se cubrió de árboles y lagos, donde vivieron criaturas como los hipopótamos y los cocodrilos.
Las tormentas que rugieron en esa época levantaron nubes de polvo de la parte seca del planeta y llagaron tan lejos como el medio oriente.
Las lluvias depositaron arena en la forma de capas marrones de loes en el área del norte del Neguev.
Cuando este último período glacial terminó, la arena barrida por el río Nilo comenzó a cubrir el desierto de SINAi y el Neguev occidental.
Hoy en día, el mismo sector del Neguev que no está compuesta de roca expuesta, está cubierta con capas de loes y, en algunas partes, de dunas de arena.
Las tormentas de lluvia de ese período llenaron con agua los estratos subterráneos del Sahara y de nuestra región; algo de ese agua es salada, pero una gran parte es potable. Se ha encontrado que el agua salada es adecuada para la irrigación de plantas que toleran la salinidad, tales como los dátiles, olivos, granadas y árboles sin fruta que pueden ser usados como madera, tales como el tamarisco, así como también árboles cuya fruta puede usarse para producir aceite, como la joroba.
Evidencia de esta agua salada fue descubierta por el autor de este artículo y su equipo, después de la Guerra de los Seis Días en 1967.
Al principio, cuando comenzamos a investigar, soportamos no pocas burlas, pero cuando nuestra perforación experimental verificó la exactitud de nuestros hallazgos, los escépticos guardaron silencio.
¿Pero que tienen que ver la conferencia de Copenhague, el último período glacial y las tormentas de arena, con la “invasión” de dunas de arena y la presencia de agua bajo los desiertos?
Agua subterránea del período glacial
Comenzaré relatando que mi finado colega, el Prof. Hugues Aure de la Universidad de Marsella en Francia, que estudió el terreno del Sahara y los recursos de agua subterránea, calculó que si se usara el agua subterránea bajo ese desierto para irrigación y se restaurara el verdor que lo cubría durante el último período glacial, la vegetación absorbería todo el carbono anual generado por la industria. De acuerdo a sus cálculos, el suministro de agua podría durar algunos cientos de años.
A la luz de sus hallazgos, en 1998 reuní a un grupo de expertos en agua de zonas áridas en las oficinas de la UNESCO en París, después de lo cual publicamos un manifiesto instando a una campaña mundial para plantar árboles en zonas desiertas.
Desde entonces, los estudios llevados a cabo en el bosque Yatir en el desierto meridional de Judea, por parte de equipos dirigidos por el Prof. Kan Fakir del Instituto Weizmann de Ciencia y del Instituto de Investigación de Desiertos en Sde Boker, indicaron que, además de que los árboles funcionan como una trampa para las enormes cantidades de carbono en el aire, y como medio para transformarlo en una sustancia que puede ayudar a que crezcan, los poros de las hojas de los árboles no necesitan abrirse para absorber la gran cantidad de dióxido de carbono del aire.
De ese modo, la cantidad de agua segregada por las hojas se reduce y el árbol ahorra agua y es capaz de crecer aún en regiones relativamente secas.
Y hay más. La sombra proveída por los árboles plantados en extensiones arenosas reduce la evaporación de la poca lluvia que cae en el desierto.
Olivares útiles
A la cantidad de carbono absorbido por los pinos, eucaliptos y tamariscos de los bosques del Neguev, podemos también agregar el carbono absorbido por los olivares que ahora se extienden a través del Neguev noroccidental, irrigados con agua salina subterránea, y el carbono que será absorbido por las plantaciones y bosques que serán plantados en el futuro, después de los estudios hidrológicos en el Neguev.
Sin duda, en Copenhague se le recordará, por parte de otros, a la delegación israelí, el hecho que la mayoría de la energía del Estado de Israel es producida por petróleo y carbón, que emiten dióxido de carbono, y que debe reducir esas emisiones.
En respuesta, la delegación, por cierto, señalará los estudios efectuados para encontrar recursos de energía amigables para el medio ambiente.
Asimismo, sería útil si la delegación hiciera notar, también, las cantidades de carbono que son absorbidas hoy en día, gracias a los esfuerzos de forestación de Israel, así como también los planes de expansión de las plantaciones y los bosques en el Neguev.
La plantación de esa vegetación, no sólo ayudará a regular la cantidad de carbono en la atmósfera y tendrá beneficios económicos: también servirá como base para la investigación, lo que proveerá los medios para ayudar a los residentes de los países del tercer mundo que bordean desiertos – que sufren sequías y hambrunas como países que se secan debido al calentamiento global – a cosechar, ellos mismos, los beneficios de ese proceso.
Es apropiado que la delegación israelí, en el encuentro de Copenhague, declare la intención del gobierno de transformar los terrenos pizarrosos del Neguev a ser plantados con vegetación, en modelos educacionales para los infortunados pueblos de esas regiones áridas.
Esa gente volverá a sus países y les enseñará a sus residentes como utilizar los recursos de agua subterránea ubicados bajo el desierto.
Este proceso transformará esas regiones en una fuente, tanto de alimentos como de materias primas, para las poblaciones pobres del mundo, así como también ayudará a absorber las emisiones de carbono que causan el calentamiento global.
Aún más, a los países del mundo que son responsables por la generación de los gases del invernadero, se les debería pedir que ayuden financiando este esfuerzo pionero.
Fuente: Haaretz

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