Por Bernardo Ptasevich
La situación se complica cada día más. La posibilidad de la bomba nuclear iraní hace surgir opiniones de todo el mundo o por lo menos de quienes se interesan realmente por la continuidad del mismo. Desde los diferentes ángulos aparecen todo tipo de propuestas que no son compatibles entre sí. Personas de fe religiosa creen que todo será solucionado por el supremo, según su religión con diferente nombre. Claro que la religión es fe, es creer sin discutir que todo lo que se aprende o está escrito es verdad y va a suceder, que nada podemos hacer para cambiarlo.
Por ello quienes opinan desde su formación y creencias religiosas no agregan a su análisis los hechos palpables de la realidad terrenal. Para ellos la bomba nuclear quizás no signifique lo mismo que para alguien que analiza desde un punto de vista nacido sólo del razonamiento.
Sin embargo quienes no abrazan la fe religiosa como única opción, incluso religiosos moderados, saben que hay en nuestro planeta mucha gente trabajando para la destrucción, en crear armas que terminen con el mundo o por lo menos con la parte de él que no comparte su forma de vida y sus ideas. Es desde el razonamiento que parece un despropósito quedarse con las manos cruzadas.
Aparecen entonces las opciones más diversas. La opción diplomática impulsada por el nuevo Gobierno americano que no ha dado resultados o la bélica que contempla un posible ataque a Irán con resultados inciertos.
La Administración Obama a través de Hillary Clinton dice que el tiempo de Irán para aceptar las propuestas recibidas tiene un límite, aunque no fija ninguna fecha convirtiendo la declaración en palabras huecas y carentes de valor. La Unión Europea debería preocuparse más que nadie pero se distrae con sus grandes problemas inmediatos y no define su posición en forma clara respecto al tema. Los países árabes moderados ahora sienten la presión y la amenaza iraní. Temen que el poder nuclear renueve la pasión conquistadora persa y haga peligrar sus territorios tanto como su poder y sus cargos de gobernantes casi eternos. En estos días apareció el presidente libio, gran terrorista supuestamente transformado pero al fin diablo disfrazado de cordero, diciendo que hay que apoyar el plan nuclear iraní porque es para uso pacifico y no bélico. A pesar de que las palabras deben interpretarse según de la boca de quien salen, las publicaciones en todo el mundo llegan a la gente que no toma en cuenta esta premisa obteniendo siempre apoyo de ignorantes y también de políticos que aprovechan todo lo que les conviene sin importarles las consecuencias.
Por ultimo, Israel siempre está entre la espada y la pared y aparece en la óptica de todos como quien hará lo que muchos quieren hacer pero no se animan. El solo hecho de estar en peligro la existencia de la nación judía y de sus habitantes lo pone en primera fila de los candidatos a atacar a Irán para destruir o al menos retrasar al máximo toda posibilidad nuclear de ese país y amortiguar con ello las acciones de su Gobierno mesiánico. Pero Israel, quien tiene que estar dentro del concierto internacional como segundo seguro de su existencia, no puede ni debe embarcarse en forma solitaria en esta tarea. Israel no puede asumir y mucho menos de forma unilateral la responsabilidad que muchos países amenazados deben tomar.
La diplomacia no debe realizarse con Irán ya que Ahmadinejad y los ayatolas no son interlocutores para nada que sea razonable. La diplomacia tiene que intensificarse con los Gobiernos de los Estados Unidos, Egipto, Europa y sobre todo con los países árabes que temen al Irán nuclear. Este peligroso factor común puede ser el disparador de mejores relaciones futuras entre muchos países árabes e Israel.
Es imprescindible la diplomacia previa para poder tomar la decisión de enfrentar el peligro iraní que ya no es a futuro y que cada día está más cerca. Sólo si los iraníes ven un bloque muy fuerte y unido en la decisión de atacarlos podrán aceptar en contra de sus deseos algún cambio que impida el ataque.
Su fanatismo puede no dejarlos ver la realidad ni siquiera en esos momentos, pero es una opción que no puede perderse. De lo contrario sucederá lo inevitable y vaya uno a saber en qué desembocará todo esto. No se trata de un juego de play station sino de la realidad y una guerra como esta no es gratis para nadie. Cuando se mueve una ficha fuerte, se mueve todo el tablero.
Promover y estimular un ataque irresponsablemente sale de los parámetros del razonamiento ya que el costo será muy grande y doloroso sin forma de evitarlo. Por ello elegir entre esperar que el supremo resuelva todos los problemas, esperar a que haya un cambio que evite el ataque posible o atacar sin más para detener los planes nucleares de Irán, se convierte en el mayor dilema que ha afrontado la humanidad en los últimos años. Las opciones son: vivir o no vivir, existir o no existir, y quizás matar o morir. Lamentables opciones en un mundo que debería ser civilizado y tener otras más positivas y menos trágicas. El futuro es lo único que se puede cambiar.
Fuente: Aurora Digital