Velódromo de invierno
19/07/2011
El Regreso
24/07/2011

Por Manuel S. Pérez Millos
El día amaneció frío pero soleado, por lo que era fácil suponer que, según avanzara la mañana, caldearía la temperatura. Solamente una contrariedad perturbó mis intenciones. Fue la noticia de que tendría que comer fuera de casa. No obstante, y siempre decidido a que no se me estropeara el día, me ajusté el gabán, aspiré una buena bocanada de aire moderadamente fresco y me dirigí a un restaurante limpio, recogido y, a mi parecer, cómodo. Tras escoger una mesa a mi conveniencia, recibí la visita del camarero quien, me entregó la carta para que escogiera el menú. Le dije que pediría más tarde pero que, entre tanto, me trajera algún periódico del día y una caña de cerveza con algo para “picar”. Cuando tuve en la mesa lo solicitado, me dispuse a echar una ojeada al diario. Y en mala hora tuve semejante ocurrencia que me había de acedar no sólo la comida sino también el resto del día.
En efecto, por azar abrí el ejemplar de prensa por las páginas donde terminaba la información nacional y comenzaban las noticias del extranjero, aderezadas con sendos comentarios y artículos de opinión. Así fue como me enteré que un colectivo requiere de las autoridades de su Comunidad Autónoma que veten la participación de artistas israelíes de renombre mundial tanto en cuanto a actuaciones como a docencia, ya que, según justifican los promotores del dislate, son ciudadanos judíos que no condenan las agresiones del sionismo contra el pueblo palestino; de que niños de corta edad, desde sus colegios, envían absurdas postales a la Embajada de Israel poniendo de chupa de dómine al Estado hebreo; de que en Barcelona se reúne en solemnísima parodia el Tribunal Russell sobre Palestina; de que nuestro gran amigo Hugo Chávez recibe una enorme remesa de “paños calientes” para aplacar su última crisis de egolatría monomaníaca mal desahogada en la arremetida con que obsequió a nuestro Presidente del Gobierno, ministros de su gabinete y al Poder Judicial de la nación; de que los voraces sionistas procuran expoliar a los maltratados palestinos de dos monumentos histórico-religiosos; y, por último, de las enormes y halagüeñas expectativas que despierta la tan imparable como exitosa panacea llamada la Alianza de Civilizaciones. Llegados a este punto, como consideré que había bastante material para reflexionar y, desde luego, más que sobrada bazofia para entontecer mi, de natural, escaso entendimiento.
Le di un pequeño sorbo a mi cerveza y comí una aceituna antes de seguir pensando en lo leído. En una mesa colindante, un grupito de jóvenes con aspecto “progre” según denotaba su vestimenta, conversaba animadamente. De los retazos de su plática, deduje que entre ellos había una acendrada representación de eso que se da en llamar progresía liberal. Trataban en ese momento de una tal Ariadna Jové, activista catalana detenida y extraditada por Israel tras caducar el visado de su pasaporte, celebrando lo que consideraban una victoria (no supe discernir si se referían al triunfo de la legalidad o al más discutible éxito de la agitadora). Concluyeron su análisis del caso manifestando su deseo de conocer in situ la situación en Oriente Medio.
Nuevamente sentí la tentación de acercarme a mis vecinos para aconsejarles que, salvo en Israel, en los demás países de la zona están severísimamente castigadas cosas tales que el adulterio, la ingesta de licores, la vida social de una mujer que no estuviera acompañada de su marido o familiar muy próximo, determinadas prendas de ropa y, en fin, la mayor parte de lo que ellos acostumbraban a hacer, comer, beber y vestir. Excepto en Israel, pensé de nuevo; un país donde hay total libertad individual y unas prácticas democráticas plenamente consolidadas. Una nación en la que hasta las Fuerzas Armadas, inclusive en el desempeño de sus obligaciones, están sujetas al código deontológico ciudadano y, por ende, expuestas a ser juzgadas por administradores de justicia totalmente independientes, si hubiera sospechas de incumplimiento de las pautas éticas establecidas. Un Estado cuyo ejército avisa dónde va a bombardear, para que los no combatientes, entre los cuales se entremezclan sicarios y fanáticos, abandonen la zona. ¿Cómo quienes acosan a Israel pensé- no se percatan de que están atacando al baluarte de todo aquello que dicen defender?
El envío de cartas por medio de niños me parece una pesadilla
Consideré estupefacto el asunto del veto solicitado para músicos israelíes. Lo primero que se me ocurrió es establecer una rudimentaria comparación con lo que ocurre con artistas de otros sitios: de Cuba, Marruecos, y de tantos otros. Por más que rebusqué en mi memoria, no conseguí encontrar actitud semejante. Parece que los “izquierdosos“ no confundir con izquierdistas- nacionales se olvidan lamentablemente del Sahara Occidental, ocupado por el reino alauita, o de los presos anticastristas, a los que con la impudicia resultante de la estulticia, acusan de delincuentes comunes.
Lo que más me indignó fue la manipulación de niños para atacar al Estado judío. Me parece propio de una pesadilla que haya profesores que, en vez de enseñar a pensar a sus educandos, los manipulen hasta convertirlos en meros portadores del virus antisemita.
Pero no es extraño que esto ocurra, ya que el bombardeo a que someten los medios de comunicación a la población, con noticias y opiniones capciosas, incompletas, sectarias o directamente mendaces, son un excelente caldo de cultivo para crear en la ciudadanía mal informada un clima de animadversión generalizada contra lo judío. Tal vez por eso, los padres de las criaturas utilizadas a fin tan execrable, desconozcan que la población civil de Israel está permanentemente atacada por sus vecinos. Quizás no sepan que en Israel hay representación árabe en su Parlamento, con total libertad para ejercer sus funciones como diputados. Se les oculta el esfuerzo humanitario de un pequeño país llamado Israel para paliar los daños sufridos por Haití. No se les dice que Israel fue constituido como nación por una resolución de las Naciones Unidas. Se calla cualquier referencia al compromiso explícito de Irán en cuanto a la destrucción de Israel.
No se dice ni una palabra, en fin, acerca de que judíos sionistas formaron unidades de voluntarios que combatieron en nuestra Guerra Civil contra el fascismo. Y entre tanto, ¿hay abierto algún tipo de expediente a los responsables de los colegios promotores de la acción anti-israelí? ¿Se conocen, en un país donde el fracaso escolar es tan elevado, cuáles son los progresos educativos de los niños adoctrinados en la xenofobia?
Lo que más me confundió fue enterarme de las sesiones en Barcelona del llamado Tribunal Russell. Digo que me embrolló porque me dio la impresión de que se trataba de un acto judicial, es decir, ajustado a Derecho. Pero hete aquí que, para mi pasmo, resulta que en la composición de dicha Sala abundaron fiscales, testigos de parte, acusaciones privadas, peritos judiciales, obviamente jueces, un reo y, por parte del acusado, ¡ni un abogado defensor! Tal atropello no lo recuerdo ni tan siquiera en los fraudulentos juicios del franquismo. Eso sí, las dietas, suplidos y demás gastos derivados del evento, recibieron generosos sufragios de las arcas públicas. Como era de esperar, el fallo de los juzgadores fue condenatorio para Israel, instando, además, a la Unión Europea, a la que se acusa de colaboradora en las tropelías objeto de la vista, a suspender toda colaboración con el Estado judío. Visto a lo que nos tienen acostumbrados por los lares españoles y europeos, el fallo judicial no es en absoluto sorprendente, aunque sí es, por el fondo y por las formas, vergonzoso.
Se me ocurre pensar en qué razones puede haber para silenciar la amenaza yihadista en Europa; para ocultar que el gobierno iraní está islamizando tribus autóctonas en Latinoamérica; para no entrar a dirimir sobre las consecuencias del mencionado proceso; para rodearse de zafios y repudiar a quienes pueden aportarnos ciencia, conocimiento, tecnología y, en general, todo lo bueno de eso que se llama cultura, progreso y un entramado económico más sólido que la especulación inmobiliaria.
Me pongo a cavilar sobre algunos por qué que se vienen a la cabeza. ¿Por qué la gente no piensa con un mínimo de cordura y de equidad? ¿Por qué tengo que vivir en un país judeófobo? ¿Por qué tengo que verme abrumado por la desvergüenza ajena? ¿Por qué…? En ese momento, una voz interrumpe mis meditaciones y veo por el rabillo del ojo la figura profesionalmente hierática del camarero. Me está preguntando si ya he decidido que tomaré.
– Sí, tráigame, por favor, un pasaporte de apátrida y una ensalada de dignidad, sentido común e imparcialidad.
– ¿Cómo dice, señor? ¿Eh? ¡Ah, perdone usted! Estaba pensando en otras cosas. Póngame un filete con ensalada de lechuga, tomate y remolacha. Gracias.
Fuente: Aurora Digital

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