Por Floriano Pesaro
Ante el escozor del Holocausto, el mundo comenzó a percibir el tamaño de la barbarie. El planeta entero quedó perplejo con la masacre. Se fundó la ONU, órgano que viabilizaría la interacción de varios países, crearon el Estado de Israel para dar patria al Pueblo Judío, y todos nosotros pensamos que la lección tan cara en almas humanas había sido entendida, y que el hombre, ser humano, no podría nunca más transformarse en bestia.
Triste engaño. El 18 de julio de 1994, el odio, el racismo y la intolerancia se hicieron una vez más presentes en el escenario mundial y la Argentina vio estupefacta el atentado contra la Asociación Mutual Israelita Argentina, la AMIA, la espina dorsal de la vida judía porteña. En medio de un estruendo estremecedor, en medio de gritos de agonía, sirenas de bomberos y caos, se disiparon las vidas de 85 personas, y mas de 300 resultaron heridas.
Yo podría hablar aquí sobre la ineptitud, la falta de voluntad, la lentitud de ciertas autoridades argentinas que terminaron por crear apenas fantasmas acusados de este episodio. Los procesos, tan voluminosos como vacíos, son dignos de una película de ficción. Las tramas, los expedientes, los acusados, todo envuelto en una niebla absolutamente oscura que no nos lleva a ningún lado.
Podemos quedarnos indignados, boquiabiertos, enojados por toda esta incompetencia, tanta desatención con un crimen contra la humanidad. Mientras tanto, nosotros, ciudadanos del mundo, la comunidad judía, el pueblo consciente, tenemos un arma para contrabalancear tanta irresponsabilidad. Es nuestra voz, nuestra memoria, nuestra vigilancia y nuestra acción.
La historia judía siempre nos enseñó la importancia fundamental de la memoria como marco de homenaje, respeto, pero también de aprendizaje.
Así, más allá de las ceremonias para honrar las vidas perdidas y los incontables heridos, el Congreso Judío Latinoamericanos, junto con organizaciones judías argentinas, organizaron el 4° encuentro de parlamentarios contra el terrorismo. Tuve el privilegio de participar, con más de 50 parlamentarios y autoridades de instituciones judías, de este esfuerzo conjunto para erradicar una violencia que puede ser denominada como la PESTE de la actualidad.
El terror paraliza a las sociedades, manipula a los incautos, impide la tolerancia, pero por sobretodo, mata a seres humanos inocentes.
Es contra esta forma de procedimiento que nos reunimos y buscamos, para la región, un lenguaje uniforme de repudio y de acción en la prevención de más catástrofes. Como representantes del pueblo en las diferentes instancias gubernamentales, no podemos negarnos a crear mecanismos que eviten nuevas tragedias.
Somos conscientes de las dificultades regionales existentes que impiden que efectuemos una política efectiva de vigilancia y de responsabilizar a eventuales acusados. Gobernantes populistas, amistades espurias, demagogia barata pueden bloquear nuestras esfuerzos, pero, como parlamentario, como judío, reafirmo aquí mi compromiso con la comunidad judía.
Que un día nuestras instituciones no necesiten de estar en alerta máxima en cada evento y fecha religiosa, que algún día nuestros predios puedan volver a tener calzadas libres para que las personas se reconcilien.
Que el atentado a la AMIA sea el último acto de desprecio a las vidas judías en América Latina.
Floriano Pesaro, legislador de la ciudad de São Paulo
Fuente: Congreso Judío Latinoamericano