Papel de la ONU en el antisemitismo

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Por Julián Schvindlerman
La ONU ha jugado un papel central en esta movida de denostación. Fue en su recinto donde el sionismo fue tildado de racista. Fue su Asamblea General la que tachó a Israel de ser un “estado no amante de la paz”. Fue todo su sistema el que año tras año marginó al estado judío de sus comisiones, agencias y divisiones. Fue en su Consejo de Derechos Humanos donde alrededor de un tercio de todas sus resoluciones de condena han sido vertidas contra Israel. Sobre una constelación de 192 estados-miembro, el CDH ha mantenido por más de treinta y cinco años un apartado específico de su agenda para el escrutinio singular de Israel, y sólo de Israel. El resto de las naciones han sido y son estudiadas colectivamente. En su primer año de vida a partir de su reforma nominal, el CDH ha adoptado varias resoluciones de condena contra Israel.
En el mismo período, ninguna otra resolución ha sido adoptada en condena de algún otro país. Esto es: ni China, ni Cuba, ni Zimbaue, ni Irán,  entre tantísimos otros abusadores seriales de derechos humanos básicos. El CDH, a su vez, ha mantenido más reuniones extraordinarias para condenar al estado judío que reuniones ordinarias propias de su trabajo. Desde junio de 2006 a febrero de 2009, el CDH condenó solamente a un país -Israel- en el 80% de su 25 resoluciones sobre países específicos, y por Israel exclusivamente fueron realizadas cinco sesiones especiales, fueron efectuadas dos misiones de exploración de campo, y creada una alta comisión de investigación.
Robert Wistrich ha definido esto como una “grotesca perversión de la proporcionalidad y del sentido común”. Hillel Neuer, actual director ejecutivo de United Nations Watch, una ONG suiza que intenta admirablemente corregir la politización de las Naciones Unidas, ha escrito: “En la ONU, Israel por largo tiempo ha sido demonizada como el peor violador de la ley internacional. Pero ahora, bajo el supuestamente reformado Consejo de Derechos Humanos, Israel se ha convertido en el único violador”. Tal es el descrédito de esta institución que incluso Kenneth Roth -director ejecutivo de Human Rights Watch, una organización internacional de defensa de derechos humanos muy crítica de las políticas israelíes hacia los palestinos- ha dicho del CDH que “hasta ahora ha sido enormemente decepcionante”.
El Consejo de Derechos Humanos fue creado en el 2006 por una votación de la Asamblea General (170-4) para reemplazar a la cuestionada Comisión de Derechos Humanos, iniciativa generada en gran medida a instancias del entonces secretario-general, el ghanés Kofi Annan, quién creía que la organización había “puesto una sombra sobre la reputación del sistema de las Naciones Unidas en su totalidad”. Al cabo de un año apenas, la performance de la nueva comisión había sido tan mala que incluso el nuevo secretario-general de la ONU, el surcoreano Ban Ki-moon ha indicado que ésta “claramente no ha justificado todas las esperanzas que tantos de nosotros hemos puesto en ella”.
Fue del mismo CDH de donde surgió el controvertido Informe Goldstone (así conocido por el nombre del jurista judeo-sudafricano Richard Goldstone que lo confeccionó) el que acusó a Israel de haber cometido crímenes de guerra y posiblemente crímenes contra la humanidad durante su lucha contra Hamas a principios del 2009. Desconsiderando toda distinción entre la agresión y la legítima defensa, entre una democracia y una entidad terrorista, entre la comisión deliberada de actos de terror y las bajas civiles producidas por accidentes de guerra, el reporte censuró a Israel con una contundencia impiadosa. Sus 575 páginas relegaron al detalle los ataques incesantes de cohetes iniciados por Hamas sin que mediare provocación previa alguna por parte de Israel, y caracterizaron la defensa de Israel de ser “un ataque deliberadamente desproporcionado diseñado para castigar, humillar y aterrorizar a la población civil” palestina.
El informe tildó a Israel de “poder ocupante” aún cuando ya desde el año 2005 no hay presencia israelí en Gaza; a la fuertemente armada policía de Gaza la consideró una agencia civil. Contra toda evidencia pública, parte de ella incluso televisada, el informe concluyó que Hamas no usó hospitales como centro de comandos, que no utilizó ambulancias para transportar cohetes, que sus hombres no dispararon desde instalaciones de la ONU, y que las mezquitas no fueron empleadas para esconder municiones. (Respecto de la conducta de la agrupación terrorista, concedió que atacar a civiles israelíes “constituiría crímenes de guerra y podría significar crímenes contra la humanidad”). La misión fue instigada por Bangladesh, Malasia, Pakistán, Siria y Somalía con el mandato de armar un caso contra Israel por “violaciones a la ley humanitaria internacional”. Ya pasó a engrosar el abultado archivo antisionista de las Naciones Unidas.
La discriminación diplomática trasciende a la ONU, sin embargo. Cuando los Países Signatarios de las Convenciones de Ginebra se reunieron por primera vez, cincuenta y dos años luego de su establecimiento, lo hicieron para debatir a Israel. Al Magen David Adom (la Estrella de David Roja, en hebreo), la organización de asistencia humanitaria israelí, por décadas se le ha negado membresía a la Federación Internacional de las Sociedades de la Cruz Roja y el Cuarto Creciente Rojo, donde la Cruz Roja cristiana y el Cuarto Creciente Rojo musulmán han sido agencias históricamente reconocidas. Sólo Israel fue objeto de campañas de desprendimiento empresarial en las universidades occidentales, y sólo los académicos israelíes fueron boicoteados por sus colegas en Occidente. Efectivamente, Israel se ha transformado en el judío entre las naciones.

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