Por Rebeca Perli
Estudié bachillerato en el Instituto Santos Michelena y fue allí donde me familiaricé con la figura de este insigne venezolano de cuyo nacimiento se cumplirán 214 años el próximo 1º de noviembre.
A los 16 años se alistó en las filas patriotas bajo las órdenes de Mariano Montilla. Hecho prisionero, fue liberado a condición de que se marchara del país, lo que lo llevó a Estados Unidos, donde cursó estudios de derecho y de economía. A su regreso en 1821, fue nombrado síndico procurador de La Guaira, y de allí en adelante empezó a brillar en el firmamento político. Durante dos años se desempeñó en Bogotá como representante de las Provincias de Caracas en el Congreso de Gran Colombia y, a raíz de la disolución de esta entidad, le fue asignada la compleja misión de negociar los límites entre Colombia y Venezuela en lo que se conoce como el Tratado Pombo (ministro designado por Nueva Granada) – Michelena. Pero, tras sendas discusiones en las que no se llegó a ningún acuerdo entre los congresistas de ambos países, el Tratado fue definitivamente rechazado en 1840.
En varias ocasiones fue ministro de Hacienda y Relaciones Exteriores (tiene el mérito de haber creado la Hacienda Pública Nacional) y vicepresidente durante el segundo mandato de José Antonio Páez cuyas frecuentes ausencias hicieron que se encargara de la Presidencia en 3 oportunidades.
En cumplimiento de su deber como representante al Congreso acudió a la trágica reunión del 24 de enero de 1848 donde un puñal traicionero le propinó una herida que trajo como consecuencia su muerte el 12 de marzo de ese mismo año.
Santos Michelena fue un venezolano cabal de elevados principios que se entregó a la patria no para ser héroe, sino para servirla.