Por Andrew Rosenkranz
Imagínese que está navegando por el Internet y se encuentra con un artículo en un sitio web venezolano que afirma que los sionistas de hoy son los "asesinos de Cristo". Otro artículo señala que los sionistas controlan el planeta, el gobierno, los medios de comunicación, los bancos y las armas.
En la televisión o la radio oficialista en Caracas el locutor lanza diatribas llamando al boicot de empresas supuestamente propiedad de los sionistas, como Coca-Cola y Johnson & Johnson. En otro programa, un experto despotrica que el Mossad podría estar planeando un ataque contra las instituciones judías, o incluso matar al Presidente.
¿Quiénes son estas personas y cuáles son sus motivaciones? Son empleados del gobierno venezolano o simpatizantes del presidente Hugo Chávez. Su motivación es la de promover el odio, de frente, hacia los judíos de forma congruente con la antipatía de Chávez hacia el Estado de Israel.
Fuera del mundo árabe e islámico, Chávez es indiscutiblemente el crítico más acérrimo de Israel. Su estrategia es claramente política y su ímpetu por atacar al mayor aliado de Israel –los EEUU– le sirve para ganarse las amistades de otros jefes de Estado con ideas similares y de dirigentes de organizaciones terroristas conocidas como lo son Hamas ó Hezbolá.
Durante la reciente visita del presidente sirio Bashar al Assad a Caracas, Chávez declaró que Siria y Venezuela tienen como "enemigos comunes al imperio yanqui y al Estado genocida de Israel… Israel se ha convertido en el brazo asesino de los EEUU… es una amenaza para todos nosotros". Este interés compartido en la demonización de Israel es una táctica política para estimular a sus partidarios anti-sionistas.
Si Chávez y sus seguidores sólo recurrieran a la retórica extrema anti-sionista arremetiendo contra Israel, sería ciertamente muy preocupante. Pero además Chávez decide hacerlo involucrando a la comunidad judía local en su juego político, al afirmar que "duda mucho que un judío venezolano apoye una atrocidad" como la que Israel cometió contra la flotilla de Gaza.
El canciller, Nicolás Maduro, fue más allá al pedirles a los judíos de Venezuela que denunciaran las supuestas declaraciones de una funcionaria israelí contra Venezuela, tratando de arrinconarlos para que se aliaran al punto de vista del gobierno. Un posible ataque en suelo venezolano, o en contra de la comunidad judía, afirmó, sólo podría ser perpetrado por el Mossad.
Estas tácticas del régimen de Chávez son probablemente prestadas de su aliado cercano, el régimen de Ahmadinejad. Al apoderarse de las páginas del manual de estrategias del presidente iraní, Chávez pretende manipular a la opinión pública en el pensamiento de que "sus" judíos locales deberían ser anti-sionistas y, como tales, deben oponerse a las políticas y a la razón de ser del Estado de Israel. Esto lo hace mientras que cínicamente declara su respeto para con el pueblo judío y su libertad de religión.
Esta estrategia es peligrosa en varias dimensiones. En primer lugar, cuestiona la lealtad de los judíos de Venezuela: o están con Israel o con la revolución. En segundo lugar, si están con Israel, deben ser cómplices del asesino y terrorista Mossad, que "financia a la oposición venezolana" o, peor aún, que tiene como objetivo asesinar al Presidente. En tercer lugar, abre el camino para los antisemitas para que éstos inventen teorías de conspiración de que los judíos son un grupo supranacional demasiado poderoso que controla los acontecimientos mundiales. Por último, proporciona luz verde a los extremistas para que actúen basados en su odio contra los judíos.
Este antisemitismo permitido por el Estado se pone de manifiesto en los artículos publicados en Aporrea.org, un medio de información "alternativo" que fue co-fundado por Martín Sánchez, el actual cónsul general de Venezuela en San Francisco y por Gonzalo Gómez, quien es miembro activo del partido del gobierno, PSUV. El odio de frente dirigido hacia los judíos se puede encontrar en Venezolana de Televisión y Radio Nacional de Venezuela; ambos son propiedad de y dirigidos por el gobierno.
Afortunadamente el antisemitismo no está en el ADN de los venezolanos. Sin embargo, a medida que la libertad de prensa continúa enfrentando sus desafíos en el país bolivariano y el periodismo independiente sigue amenazado por el gobierno, el riesgo aumenta para que todos los venezolanos reciban los hechos de forma imparcial, sin provocación política, sin motivación propagandista, y sin demonizar a ningún grupo étnico, en particular, a los judíos.
Director regional para Florida de la Liga Antidifamación.
Fuente: El Nuevo Herald