Por Iván Cherjovsky
Los colonos arribados al país a partir de 1889 han devenido protagonistas del mito de origen de la colectividad judía vernácula. El mito narra sus aventuras y desventuras en el largo camino que los condujo desde la Rusia zarista hasta la pampa argentina, sus peripecias como nóveles agricultores fundadores de colonias y sus avatares interculturales de cara a un nuevo entorno conformado por criollos, gauchos, indios y colonos de otras nacionalidades.
Más allá de la incuestionable importancia histórica de la colonización, como suele ocurrir en general con las elaboraciones de la memoria colectiva, el mito encierra algunas distorsiones. Por ejemplo, sus emprendedores omitieron el hecho de que antes de la llegada del Wesser ya existía en Buenos Aires una comunidad judía organizada que había sido fundada en 1862. También omitieron la presencia simultánea de tratantes de blancas judíos y ocultaron los conflictos entre los colonos y la Jewish Colonization Association. Pero si los emprendedores barrieron debajo la alfombra de la memoria algunos episodios incómodos o poco coquetos, no fue por una suerte de imperativo moral victoriano, sino porque les interesaba legitimar ante la cambiante sociedad nacional a un grupo étnico históricamente estigmatizado. En este sentido, los colonos resultaron más que idóneos durante aquéllos años de la Argentina agroexportadora. En lugar de comerciantes improductivos y parasitarios, eran agricultores que abrían el surco en zonas yermas de la frontera agropecuaria, en vez de inmigrantes exóticos e inasimilables, europeos integrados al medio ambiente local que rápidamente adoptaron las costumbres del nuevo ser nacional de la época del Centenario, el gaucho. El primero y el más celebrado de esos emprendedores de la memoria judeo argentina fue Alberto Gerchunoff, cuya obra ha sido analizada en varias ocasiones por Leonardo Senkman y por otros investigadores.
En este artículo me interesa echar una mirada al terreno de la memoria colectiva judeo argentina utilizando como fuente las conmemoraciones. Para ello comparo los festejos por el cincuentenario de la colonización, celebrado a fines de 1939, con los de los 120 años de Moisés Ville, del año 2009. El cincuentenario coincidió con una coyuntura problemática que combinaba el inicio de la Segunda Guerra Mundial con la proliferación de un ideario nacionalista, católico y xenófobo. En cambio, el reciente aniversario número 120 estuvo enmarcado en una suerte de boom actual de la memoria de la colonización que se manifiesta en la proliferación de emprendimientos turísticos y en la creación de museos por parte de las comunidades que aún viven en las ex colonias. La comparación permitirá problematizar algunas cuestiones relacionadas con la articulación entre la memoria colectiva y la etnicidad.
1. El cincuentenario
Además de la visita de una multitud de particulares, los festejos por el cincuentenario de la colonización judía contaron la presencia del gobernador de la provincia de Santa Fe, Manuel María de Iriondo, a quien se sumaron funcionarios del ejecutivo nacional, legisladores provinciales y nacionales, autoridades de la Jewish Colonization Association (JCA), intelectuales y corresponsales de varios medios de prensa. El gobernador y su comitiva fueron recibidos a la entrada del pueblo por cincuenta jinetes vestidos de gauchos para dirigirse luego a la plaza central, donde serían inaugurados un monumento en homenaje al General San Martín y un mástil de veinte metros con la bandera argentina.
De acuerdo con la recomendación del comité organizador de los festejos, ese día los vecinos colgaron banderas argentinas en las fachadas de sus casas y sedes institucionales. Llegado el día inaugural, a las diez de la mañana del domingo 15 de octubre "se procedió a descubrir por el gobernador el busto del general San Martín a los acordes del himno nacional, inaugurándose el monumento (…) costeado con la contribución del vecindario de este pueblo y el de las colonias vecinas". A las once se llevó a cabo el "acto de homenaje a la bandera patria, con izamiento de la misma en el mástil inaugurado con esta ceremonia", tras lo cual se realizó un almuerzo campestre popular con la presencia de las autoridades oficiales. Esa misma tarde fue inaugurada una sala de cirugía en el Hospital Barón Hirsch. Después tocaron música las bandas de la policía y de la municipalidad y hubo diversos actos deportivos. A partir de las ocho y media de la noche se sirvió un banquete en honor de las autoridades y delegaciones en el teatro Kadima, seguido de "un baile de gala amenizado por selectas orquestas". Los festejos continuaron durante toda la semana con desfiles de implementos agrícolas, actos en las bibliotecas y en las escuelas, disparos de bombas, exhibiciones de arreglos florales, visitas a los pueblos vecinos y más inauguraciones, como la de una biblioteca en el edificio de la cooperativa La Mutua Agrícola en homenaje a su fundador, Noé Cociovich. También se exhibió un film documental sobre las colonias de la JCA.
En contraste con la abrumadora presencia de símbolos patrios, llama la atención la escasez de elementos culturales, rituales o simbólicos judíos. Según el reporte del periódico porteño Mundo Israelita, en la lista de oradores de la primera jornada figuró también el rabino de la CIRA , y, tal como consta en el cronograma del diario El Litoral, el cuarto día hubo una ceremonia religiosa de la que aún no tenemos mayores datos, excepto que se habría tratado de una oración para los difuntos realizada en el cementerio. De acuerdo con las actas del comité de festejos, tampoco hay rastros de música ni de comida judía en los agasajos, tanto en el banquete de Kadima como en las comidas del día inaugural, una de las cuales consistió en un asado al aire libre. En homenaje a los pioneros llegados en 1889, el día 17 de agosto un matrimonio de ese grupo que aún vivía en el pueblo había sido convocado para colocar la piedra fundamental del busto de San Martín.
Quizá lo más sorprendente sea que la figura homenajeada haya sido el General San Martín y no el barón Hirsch, benefactor de los colonos cuyo nombre había sido elegido anteriormente para el hospital, para una avenida, para la biblioteca y para una de las sinagogas del pueblo. ?Por qué los moisesvillenses hicieron del cincuentenario de la colonización judía un acto patriótico? De acuerdo a la evidencia, otros festejos de colectividades cercanos en el tiempo y el espacio no hicieron semejante alarde de argentinidad. Quizá lo que buscaron los organizadores del cincuentenario se vea reflejado en las palabras pronunciadas durante los festejos por el ministro de Instrucción Pública y Fomento de la Provincia, Juan Mantovani, que seguramente recibieron con gran beneplácito:
aunque conservan la religión de origen, las colonias judías como la de Moisés Ville son pueblos de espíritu nacional. Los hijos de los colonos son argentinos por la influencia del suelo, la obra de la escuela, la disposición de sus hogares y los propósitos de fácil asimilación que es necesario reconocer en la Asociación fundadora. Se incorporan a nuestra sociedad y son factores decisivos en la economía y en la vida intelectual de la República.
En efecto, los libros de actas y la correspondencia de las instituciones que participaron de la planificación sugieren que la preocupación de los organizadores por mostrar que los judíos eran bien argentinos estuvo en un primerísimo plano, a punto tal que efectivamente relevó del centro de la escena al barón Hirsch y a otros diacríticos judaicos.
Por ejemplo, la propuesta de levantar un monumento al General San Martín provino de una iniciativa de las autoridades de la Biblioteca Popular Barón Hirsch, quienes ya desde diciembre de 1938 habían designado una comisión de socios que se dedicaría a conseguir los fondos para solventar la obra. Sin embargo, en una reunión del comité de festejos llevada a cabo en mayo, varios delegados opinaron que tal vez sería más razonable que el busto homenajeara al barón, padre de los colonos. La idea finalmente no prosperó y el busto de Hirsch debió esperar veinticinco años: el que hoy existe en el pueblo fue colocado en el 75 aniversario, celebrado en 1964. De momento, el comité decidió que la imagen del rostro del barón apareciera en las estampillas de correo que circularían por las instituciones judías del país deseosas de aportar fondos. Si bien los documentos revisados dejan a oscuras la opinión general de los moisesvillenses de a pié respecto de quién debía quedar inmortalizado en el bronce de la plaza central, algunas solicitadas publicadas en el diario El Alba muestran que los encargados de recaudar el dinero para costear el busto de San Martín debieron, al menos, refinar sus argumentos.
Pero, si los festejos fueron aprovechados para reafirmar ante la sociedad los sentidos de pertenencia nacionales de los judíos, fue a causa de una coyuntura que, justamente, los ponía en duda. En efecto, a la luz de la correspondencia que mantuvo el comité organizador con la DAIA y con La Fraternidad Agraria, se aprecia que los festejos estuvieron atravesados por dos temas preocupantes: la situación de los judíos en vísperas del inicio de la Segunda Guerra Mundial y, sobre todo, el crecimiento del nacionalismo antisemita en el país. Con respecto a la guerra, cuando se iniciaron las hostilidades, en el mes de septiembre, el comité debatió si convendría suspender los festejos, programados para el primero de octubre, y la mayoría opinó que no. La decisión de seguir adelante "con el mismo brillo y entusiasmo" pese al estallido de la guerra es en sí misma un indicio de que se esperaba que la ocasión fuera aprovechada para dar un mensaje a la sociedad de cara al clima de antisemitismo que reinaba en el país. Quizá por eso solicitaron a Jaime Yankelevich que Radio Belgrano transmitiera el evento en vivo, pedido que no prosperó porque la fecha se superpuso con una carrera de automovilismo. Es preciso remarcar que la estrategia parece haber respondido a una problemática comunitaria a nivel nacional antes que local, ya que el clima antisemita no afectaba demasiado a la comunidad de Moisés Ville, donde los judíos eran mayoría y donde además ocupaban casi todos los cargos públicos. No he encontrado, por otra parte, indicios de antisemitismo en las actas de la Delegación de Asociaciones Israelitas de Moisés Ville (DAIM), la representante local de la DAIA. Ésta apenas se topó con algunos comerciantes reacios a quitar de circulación sus artículos de origen alemán, tal cual lo prescribía el boicot al nazismo patrocinado por asociaciones liberales y de izquierda a nivel nacional. Pero incluso la mayoría de estos comerciantes eran judíos alemanes que habían llegado recientemente a la colonia como refugiados.
Hubo quienes incluso manifestaron públicamente su intención de aportar a la legitimación de los judíos en tanto argentinos "verdaderos". En una carta abierta dirigida a la comisión de festejos y publicada por El Alba en mayo de 1939, el moisesvillense A. Rosenblatt decía que:
en algunos sectores de la opinión pública del país se juzga con cierto escepticismo el resultado de la colonización judía en la Argentina (…) la colonización simultánea de cincuenta hijos de colonos, formalizada en un gran acto público, con la presencia de las altas autoridades de la provincia, representantes de la prensa e instituciones de diverso carácter y distintos puntos del país, tendría una amplia repercusión y demostraría, con la evidencia de los hechos, cuán honradamente enraíza el judío en la tierra que trabaja
También la nota central de la edición de El Alba del 15 de agosto declaraba que los organizadores debían demostrar que la colonia estaba "a la altura del importante rol que juega como exponente de la industriosidad de la colectividad israelita y la productivización de sus inmigrados hace medio siglo, [ya que ese] será el mérito mayor de este centro de producción".
Quizá por eso causó tanto encono en el comité de festejos la nota publicada por el diario santafecino El Orden, que decía que la iniciativa de erigir el busto de San Martín había provenido del interventor comunal (que no era judío). El comité resolvió publicar una carta aclarando que fue la Biblioteca Barón Hirsch la que lo había propuesto y la que además se encargó de recaudar el dinero.
2. Los 120 años de Moisés Ville
Los 120 años fueron celebrados en octubre de 2009. El 23 de ese mes, el portal de internet dedicado a difundir noticias del centro de la provincia Regionhoy publicó lo siguiente: "El día de hoy comenzó el arribo de familias extranjeras y nacionales que vivieron en el pueblo y por distintos motivos debieron emigrar". Aquí hay una primera pauta sobre los cambios ocurridos en la comunidad judía desde 1939: la emigración de la colonia, que cobró impulso a partir de la década del 40, la redujo de aquéllos 4.500 de la época del cincuentenario a los aproximadamente 200 integrantes de la actualidad, que conforman menos del diez por ciento de la población total. Los motivos de la partida de los judíos tienen que ver sobre todo con la mejora en sus economías individuales, que hizo posible enviar a los hijos a estudiar a las ciudades. Muchos se iban incluso en edad temprana, ya que en el pueblo no hubo colegio secundario hasta 1948. El cronograma de los festejos fue el siguiente:
Mañana, de 9 a 11 se realizarán visitas guiadas por los lugares históricos del pueblo destinadas a los visitantes. Luego a las 11 se realizará la inauguración del bosque de los 120 años que se hizo en los ex terrenos del Ferrocarril, donde se han plantado 120 árboles. Por la tarde, desde las 15 habrá la "Mateada del Encuentro" en la plaza San Martín con feria artesanal, puestos de comidas típicas, música y desfile de autos antiguos y ropa de época.
Continuando con el programa de eventos, desde las 18 se realizará la charla a cargo del sociólogo Yaacov Rubel, quien tiempo atrás escribió el libro "Cartas desde Moisés Ville", donde relata las primeras experiencias de los pioneros de Moisés Ville y su reflejo en la prensa hebrea de Rusia. Esto será en la biblioteca Barón Hirsch. Y a las 21, se rendirá homenaje a Kadima y la sinagoga Brener por sus centenarios, lo que seguirá con la actuación de "Rosario Klezmer Band" en la sala Kadima, actividades organizadas por la Comunidad Mutual Israelita local. El cierre será a la medianoche con fuegos artificiales.
Los actos centrales serán el domingo. Desde temprano, a las 8.30 habrá disparo de bombas de estruendo y el encendido de la "llama votiva generacional". A las 9, se recibirá a las autoridades en la comuna y luego se descubrirán placas en los cementerios Comunal e Israelita. Se sabe que estará en el pueblo el Embajador de Israel en Argentina, acompañado por el director de Amia y funcionarios religiosos de Buenos Aires. No estará presente el gobernador Binner que tiene otros compromisos.
A partir de las 10 comenzará el acto oficial que incluirá un desfile de la agrupación gaucha, maquinarias y vehículos antiguos; la plantación del "Árbol de la Identidad"; un abrazo simbólico al pueblo y la suelta de 120 globos con mensajes. Y a las 12.30 se dará lugar al almuerzo con unos 1200 comensales.
Algunos pocos elementos nos dan la pauta de que pese a la reducción demográfica judía aquí hubo muchos más diacríticos visibles. En lugar del gobernador, acudió el embajador de Israel, un sociólogo dio una charla histórica sobre los primeros colonos y actuó una banda de música klezmer. Esto obedece a, al menos, dos motivos principales.
En primer lugar, mis propias observaciones etnográficas indican que a partir de la celebración del centenario en 1989 la vida asociativa de los judíos se ha impregnado de la preocupación por preservar la memoria de la colonización, y que el Moisés Ville judío de hoy, y esto puede aplicarse a otras ex colonias, está deviniendo un pueblo museo. Actualmente el motor de la actividad cultural y del turismo histórico es el Museo Histórico Comunal y de la Colonización Judía Rabino Aarón Goldman, que recibe visitantes particulares, contingentes organizados y grupos de alumnos de varias escuelas. La preocupación por conservar la memoria fue alimentada también por la pérdida de algunos edificios históricos, como la antigua sede administrativa de la Jewish Colonization Association, así como por el desconocimiento general de la historia local: a veces los nuevos residentes, seguramente a partir de la existencia de una calle, una biblioteca y un hospital que llevan su nombre, manifiestan que el fundador de Moisés Ville fue un tal barón Hirsch.
Pero la memoria que preservan los moisesvillenses no es sólo la de los pioneros de 1889 llegados en el Wesser, sino también la añorada belle époque de mitad de siglo, cuando la comunidad judía conformaba un centro de vida espiritual y cultural en el que florecían instituciones que dieron brillo a la vida social del pueblo. Entre los logros de estos nuevos emprendedores contemporáneos no solo figura la creación del museo y del archivo histórico, sino también la declaración de Moisés Ville como Pueblo Histórico por el gobierno de la Nación en 1999 y la de la sinagoga Brener como Monumento Histórico Nacional.
Segundo motivo. Sin embargo, la activación de la memoria no sólo se relaciona con la preocupación por preservar a Moisés Ville del olvido: algunos vecinos ven en los nuevos habitantes una potencial amenaza para la identidad judía del pueblo. Y no se trata de que detectaran actitudes o gestos antisemitas. Es probable que la nueva mayoría poblacional desconozca la historia del Moisés Ville-colonia agrícola, y que no a todos les agrade que el pueblo lleve una impronta tan marcadamente judía simplemente porque esa impronta no los representa. Por ejemplo, en 2004, a la hora de definir el nombre que llevaría la fiesta anual epónima, los judíos encontraron resistencia al proponer llamarla "La fiesta de la colonización judía". Luego de varias negociaciones se decidió honrar las buenas relaciones vecinales y el pluralismo, y el nombre resultante fue "Fiesta de la integración cultural", evento que se realiza cada año en el mes de mayo. Otro caso: varios vecinos judíos me manifestaron cierta crispación por el hecho de que las autoridades comunales no han asistido a los últimos festejos del Iom Haatzmaut, el día nacional de Israel. Otros critican a la comuna por su decisión de colocar un árbol de navidad en la plaza San Martín, e insisten en que el mismísimo nombre del pueblo podría llegar a ser cambiado en el futuro.
En resumen, en la actualidad, cuando la etnicidad judía se exhibe abiertamente en varios lugares del país (como en el caso porteño del Pesaj y del Rosh Hashaná urbanos, o los festejos del Janucá, ambos en el barrio de Palermo), el recambio poblacional en Moisés Ville ha obligado a la comunidad judía a transigir en algunos aspectos quizá más de lo deseado. No es casual que el museo lleve el nombre ensamblado Museo Histórico Comunal y de la Colonización Judía Rabino Aarón Goldman, y que una de sus publicaciones recientes anuncie el proyecto "Al rescate de nuestra identidad", que busca "mejorar el conocimiento y la interacción museo-escuelas, rescatar el patrimonio intangible y crear lazos afectivos intergeneracionales que fortalezcan y preserven la identidad local".
Conclusiones
En los festejos por del cincuentenario se aprecia un uso selectivo, ecléctico y pragmático de dos memorias paralelas, una étnico judía (más antigua o real) y otra nacional argentina (más reciente o inventada). La lectura de la coyuntura problemática que atravesaba el grupo en aquél momento llevó a los organizadores a minimizar los elementos étnicos y a sobreactuar una identidad nacional que, no obstante, consideraban genuina. No era la única respuesta posible: a veces las identidades amenazadas cierran filas y buscan fortalecer el límite étnico. La habilidad para moverse fluidamente entre las dos identidades sin demasiadas contradicciones puede leerse en el hecho de que, apenas un día antes del comienzo del cincuentenario, los moisesvillenses habían celebrado el trigésimo aniversario de la Sociedad Kadima con una obra de teatro en ídish y con una disertación sobre literatura judía. O en el libro conmemorativo publicado por la DAIA en octubre de 1939, 50 años de colonización judía en la Argentina, una suerte de mensaje en una botella para las generaciones futuras en el que, además de repositorios memorialistas tales como informes históricos sobre cada colonia y largas listas de inmigrantes, puede leerse en primer plano la preocupación por la legitimación: el artículo que abre el libro se titula "Los judíos como pueblo agrícola a través de la historia".
Creo que aquí asistimos al encuadramiento de una memoria integradora o acrisoladora que muestra a las colonias como punto de articulación entre lo judío y lo argentino. Como el tango en ídish, el club de fútbol Atlanta, los poemas de César Tiempo o los monólogos de Tato Bores, las colonias son un matrimonio mixto llevado al plano social. Quizás este tipo de análisis micro sociales de las memorias étnicas pueda aportar un punto de vista valioso a la hora de evaluar cuán integrada o desintegrada estuvo la sociedad argentina en distintos momentos de su historia.
En cuanto al contexto del 120 aniversario, los resortes que activan la memoria no tienen que ver con la necesidad de legitimación de la identidad judía en la Argentina actual, sino más bien con la convergencia de distintos factores. Uno es un hecho global: el fenómeno de la museización y de la cultura de la memoria del que nos habla Andreas Huyssen. Los otros dos obedecen a circunstancias locales moisesvillenses. En primer lugar, la puja entre el viejo patriciado judío y los nuevos habitantes por la identidad del pueblo, puja en la que los usos del pasado juegan un rol sin duda trascendente. Quizá por eso en 2009 fueron conmemorados los 120 años de Moisés Ville, y no los 120 años de la colonización judía. Y, en segundo lugar, la angustia ante la cercana desaparición de una comunidad envejecida y orgullosa de su pasado.
Fuente: CJL