Por Rebeca Perli
"… ¡Guardaos, tierras antiguas vuestra pompa legendaria!, exclama ella. Dadme a vuestros rendidos, a vuestros desdichados,/ a vuestras hacinadas muchedumbres que anhelan respirar en libertad./ Enviadme a éstos, los desamparados, los que por la tempestad son azotados./ ¡Yo alzo mi antorcha junto al puerto dorado!".
El anterior es un fragmento del poema El Nuevo Coloso inscrito en el pedestal de la Estatua de la Libertad en Nueva York, bajo cuya sombra encontraron amparo millones de inmigrantes que buscaban nuevos horizontes para rehacer sus vidas. Esa misma sombra cobijó también a inmigrantes procedentes del mundo entero que hallaron refugio en Venezuela cuyo magnánimo gentilicio les abrió los brazos para integrarlos en su seno.
El Nuevo Coloso es de la autoría de Emma Lazarus, poetisa judía de origen sefardí, nacida en Nueva York en 1849, que traza sus ancestros a la época de la Inquisición en España y Portugal, circunstancia que hizo que sus antepasados emigraran al Nuevo Mundo, y que la marcó y despertó en ella indignación ante las injusticias y apasionamiento en la defensa de las minorías. Fue amiga de intelectuales de la talla de Ralph Emerson, Elizabeth Browning y Walt Whitman, y no se dio tregua en su afán por combatir agravios y alertar sobre los peligros de los ataques a la integridad de los seres humanos. Sus actos fueron fiel reflejo de su manera de pensar y casi a diario se trasladaba a la isla de Ellis, en Nueva York, para recibir y brindar cálida acogida a las multitudes que venían huyendo de persecuciones y de guerras.
Emma Lazarus dejó un importante legado a través de sus obras, entre las cuales, El Nuevo Coloso, es un permanente llamado a la libertad, la solidaridad y el pluralismo.