Por Javier Carrasco
Ahí me encontraba, en la transitada estación central de autobuses de Tel Aviv preparado para ir al Kibutz que se me había adjudicado, Ein Hashloshá. Era una calurosa tarde de otoño. En aquel momento comenzaba un viaje a lo desconocido. En los días previos, había estado en un hostal de Tel Aviv donde tuve la oportunidad de disfrutar de aquellos maravillosos paseos a lo largo de la playa y de familiarizarme con el ambiente del lugar. También fui a ver a un profesor de la Universidad de Bar Illan con el que había estado en contacto en relación a un proyecto de investigación. Resultó ser una persona encantadora quien me ofreció su apoyo sincero durante mi estancia en Israel. Ya por aquellos días sentía algo especial, era un sentimiento de pertenencia al lugar. Un día estaba caminando hacía Yafo con un norteamericano que había conocido en el hostal. Me comentó que algunas personas que tienen raíces sefardíes muy remotas, sin ser incluso conscientes de ellas, empiezan a sentir la necesidad de ir a Tierra Santa y una vez que llegan, comienzan a sentir una fuerte sensación de pertenencia y a experimentar continuos déjà- vus que les dejan sintiendo que han estado ahí antes. Eso es exactamente lo que me estaba sucediendo.
Llegamos a Eshkol y cuando me bajé del autobús, tenía la clara sensación de que estaba en el desierto. Hacía calor y sentía la humedad alta. Ahí, en Eshkol, el sol lucía de una manera distinta a lo que había visto antes. Era una de esas imágenes y momentos que se te graban en tu mente pare el resto de tu vida. El autobús al kibutz Ein Hashloshá llegó.
En solo 6 kilómetros ya habría alcanzado mi lugar de destino. Antes de llegar a Ein Hashloshá pasamos por otros dos kibutzim. Las primeras hora de la tarde, la tranquilidad del ambiente, la arena del desierto en el aire en contraste con las amplias zonas verdes del kibutz y la noción de estar en una comunidad única en el mundo que no se puede encontrar en ningún lugar excepto en Israel, me cautivó completamente.
Al cabo de un par de días, empecé a trabajar como voluntario ayudando a un electricista. Pronto comencé a presentarme al resto de la comunidad. Estaba deseando conocer más sobre sus vidas. Se presentaba ante mí una oportunidad fascinante de hablar con la gente que había participado directamente en la creación del kibutz donde me encontraba acerca de las razones que les llevo a hacerlo. Sentía que lo que estaba experimentando era de tremenda importancia. No solo era positivo para mi enriquecimiento personal pero también, en una clave más comunitaria, era consciente que estaba en una región muy delicada que era objeto de ignorancia y estereotipos por parte de la comunidad internacional. Por esta razón, cuando uno está ahí, se siente privilegiado de tener la oportunidad de ver con sus propios ojos lo que está ocurriendo.
Una de las primeras instrucciones que fui enseñado en el kibutz trataba sobre el procedimiento de emergencia para correr al refugio en menos de 35 segundos en caso de que un misil fuera lanzado desde la franja de Gaza. Supongo que poca gente ha oído hablar de eso en mi país de nacimiento. Además, durante mis conversaciones con los miembros del kibutz, me di cuenta que estaban realmente sorprendidos al ver que estaba mostrando tanto interés en conocerles. Me dijeron que los medios de comunicación de mi país así como la corriente de pensamiento más común de sus ciudadanos tenían un sesgo muy marcado hacía el lado árabe dejándoles con un estigma de ser los crueles opresores que imponen su poderío militar sobre una población indefensa. Fue entonces cuando sentí la responsabilidad de contribuir a proporcionar una imagen más ajustada de la realidad de lo que está ocurriendo en esa zona del mundo. Nada es blanco ni negro.
Durante mi estancia, estuve en la casa de los voluntarios donde había un flujo constante de nacionalidades. Principalmente venían de Sudáfrica y Latinoamérica aunque también tuve el placer de conocer a europeos y a un par de norteamericanos. La coordinadora de los voluntarios mostró interés en mi iniciativa de entrevistar a la gente local del kibutz y fue de inmenso apoyo durante mi voluntariado. Agradezco a los fundadores del kibutz por el tiempo que compartieron conmigo respondiendo a las preguntas que tenía.
Ellos abandonaron sus cómodas vidas en Latinoamérica cuando eran jóvenes para hacer realidad su sueño de volver a Tierra Santa y crear un Kibutz. Al principio se encontraron con circunstancias muy adversas: sin agua ni electricidad, falta de comida, amenaza de sus vecinos y también con las temperaturas altas del desierto. Estaban persiguiendo un sueño y lograron alcanzar lo que habían imaginado cuando eran adolescentes. Son ejemplos a seguir. Los fundadores me dijeron que uno de los ideales del kibutz es identificar y maximizar el potencial de sus miembros. De hecho, desde mi propia experiencia, mi voluntariado me ayudó a darme cuenta que debo utilizar mi motivación en investigar y escribir para contribuir a la exportación de una imagen diferente de Israel que la negativa que ha imperado sobre este país desde hace mucho tiempo.
Aproveché mi estancia en el kibutz para profundizar mi sentimiento de pertenencia a Israel. Fui al museo de la Diáspora Judía para explorar las raíces de mis apellidos, entre otras cosas. Encontré un apellido similar al primero que tengo en la base de datos de Memi De- Shalit que se localiza en el museo. Descubrí que un gran número de apellidos judíos provienen de lugares de origen o residencia. “Carasso” y su variante “Caraco” han sido asociados con “Carasso” en Suiza y “Karasu” en Turquía. Mi primer apellido es “Carrasco“. Además, tomé conmigo una lista con los apellidos de mis antepasados para comprobarlos. “Pérez” fue otro de los apellidos que aparecieron en la base de datos y que proviene por parte de mi padre. Durante mi visita, también aprendí una gran variedad de aspectos acerca de la historia del pueblo judío dando especial importancia a la época antes de que la comunidad judía fuera expulsada del Reino de España. Habían alcanzado una alta cota de desarrollo haciéndose cargo de posiciones influyentes en el gobierno y vivían en armonía con musulmanes y cristianos. También visité la universidad de Tel Aviv y la universidad Hebrea de Jerusalén para preguntar sobre cursos que podrían satisfacer mi interés en profundizar mi conocimiento de Israel. Encontré un curso de posgrado en la Escuela Internacional de la Universidad Hebrea el cual ya he solicitado. El curso podría ofrecerme la oportunidad de establecer una carrera en las relaciones internacionales o en el periodismo. Ambos campos me atraen fuertemente teniendo en consideración mi objetivo de hacer de puente entre España, Europa e Israel. En línea con mi interés en Israel, visité la sinagoga del kibutz en un par de ocasiones también. Quería aprender más sobre el judaísmo como religión. Tuve la gran fortuna de encontrar a un miembro del kibutz que me explicó gustosamente la historia del Judaísmo desde sus orígenes.
Me quedé maravillado con los actos de generosidad de la gente que conocí en Israel. Un día estaba caminando por la carretera en dirección a otro kibutz para visitar a un amigo. Era una tarde calurosa. Vi un todoterreno desde la distancia que se apartó de la carretera. Cuando alcancé la posición del automóvil, la conductora me ofreció llevarme en coche. Me sorprendió el acto de generosidad de ahorrar a alguien un paseo bastante largo. No hace falta mencionar que estoy en deuda con mis amigos de Ein Hasheloshá, Jerusalén, Kibutz Kisufim y Nir Oz, Pardesía y el profesor de la universidad de Bar Ilán y su familia.
Siendo alguien a quien le gusta perseguir sus sueños con determinación y esperanza, realmente siento que he encontrado un lugar muy inspirador en la tierra de Israel. Uno de mis lemas es que nada viene de manera fácil. Uno tiene que perseverar y tener mucha paciencia con las metas que desea alcanzar en la vida. Y lo más importante, la espiritualidad, la cual es central en mi vida, ha llegado a ser más relevante durante mi estancia en Israel. Ahora, de vuelta en mi país natal, estoy en contacto con la comunidad judía esperando que mi sueño de volver a Israel se haga realidad.