Por Jacqueline Goldberg
Cada vez que un conflicto se apodera de la cotidianidad de un territorio, nos preguntamos si hay judíos en él, cuál es su situación. Por estos días nos preocupa especialmente el destino de aquellos que pudiesen permanecer en países árabes, hostiles por naturaleza a los judíos e Israel y en el ojo de un huracán de dimensiones que pudieran llegar a ser inconmensurables.
La historia de los judíos árabes es compleja, está salpicada de emigraciones y expulsiones masivas, sobre todo en los años posteriores a la guerra árabe-israelí de 1948. Esos exilios estuvieron casi siempre precedidos por discriminación, hostigamiento, persecución e incluso incautación de bienes.
Alrededor de ochocientos cincuenta mil judíos emigraron de los países árabes entre 1948 y 1952. Se dice que en 1951, aproximadamente el treinta por ciento de la población en Israel se componía de judíos originarios de los países árabes.
Hoy la convulsa situación en África y el Medio Oriente nos hace girar la mirada sobre todo hacia Libia y Bahrein, donde se han producido los más álgidos enfrentamientos —y sangrientos en el reino del tirano Gaddafi— y cuyos mandatarios pudiesen estar a pocos pasos del portalón de salida.
Libia
Allí vivió una de las más prósperas comunidades judías desde el siglo III aC, pero de ella hoy no queda nadie. En 1948, alrededor de treinta y ocho mil judíos vivían en el país medioriental, pese a los pogromos de 1945, en los que más de ciento treinta judíos fueron asesinados, otros cientos heridos, cuatro mil quedaron sin hogar y dos mil cuatrocientos se redujeron a la pobreza. Las cinco sinagogas de Trípoli desaparecieron. “Entre el establecimiento del Estado de Israel en 1948 y la independencia de Libia en diciembre de 1951, más de treinta mil judíos de Libia emigraron a Israel. En 1967, durante la Guerra de los Seis Días, la población judía —unas cuatro mil personas— fue nuevamente sometida a pogromos, en los que dieciocho fueron asesinados, y muchos otros heridos. El gobierno libio ‘instó a los judíos a salir temporalmente del país’, y limitó a cada uno a tomar una maleta y el equivalente a cincuenta dólares. En junio y julio más de cuatro mil viajaron a Italia, donde fueron asistidos por la Agencia Judía. Unos mil trecientos fueron a Israel, dos mil doscientos permanecieron en Italia, y la mayor parte del resto se dirigió a Estados Unidos. Unos pocos permanecieron en Libia”.
“En 1970 el gobierno libio emitió nuevas leyes para confiscar todos los bienes de los judíos en Libia, emitiendo a cambio unos bonos a quince años que nunca fueron pagados” (David Harris).
En Trípoli queda una sinagoga restaurada en 1999, pero que jamás llegó a oficiar servicios religiosos. Se cree que la última judía de Libia fue Esmeralda Meghnagi, fallecida en febrero del 2002.
Bahrein
Es el único reino de la Península Arábiga donde aún quedan judíos y el único del Golfo Pérsico con sinagoga y cementerio judío. Para más señas, es el único país árabe con una embajadora judía en Estados Unidos: Huda Azar Ibrahim Nono, legisladora de cuarenta y seis años, quien desde la cámara alta bahreiní “fundó la Sociedad de Observación de los Derechos Humanos de Bahrein, opuesta a la pena de muerte aunque criticada por organismos independientes que la describían como una ‘ONG falsa’ encargada de promover la política gubernamental a costa de la defensa de los Derechos Humanos”, señala una nota del 2008 de AP. Según el diario emiratí The National, Nono fue incluso expulsada de una cumbre anti tortura en Ginebra junto a otro legislador bahreiní, Faysal Fulad.
Ya en el año 2000 el rey había nombrado miembro del Consejo Consultivo al también judío Ibrahim Dawud Nono, pariente de la embajadora.
La comunidad judía de Bahrein, con apenas treinta y seis miembros, está conformada en su mayoría por descendientes de inmigrantes que llegaron al país a principios de 1900 procedentes de Irak. En 1948 eran unos seiscientos, pese a que el año anterior hubo disturbios que afectaron directamente a los judíos, lo que hizo que en años sucesivos la emigración fuera definitiva.
Un reportaje publicado hace ya dos años en The New York Times daba cuenta que esa minoría judía seguía en Bahrein con orgullo y comodidad, pese a tener prohibido viajar a Israel. Jason F. Isaacson, director de gobierno y Asuntos Internacionales del Comité Judío Americano, señalaba que el hecho de que Bahrein tuviera una comunidad judía activa y que todavía desempeñara un papel en esa sociedad era significativo y un símbolo importante para la región.
“Está de moda ser judío”, señalaba Rouben Rouben, de cincuenta y cinco años, distribuidor autorizado que exhibe orgulloso su nombre, reconocible como judío, y que muestra en las cuatro paredes de sus tiendas de electrónica situadas en Manama, la capital.
Mostraba The New York Times otro testimonio: “Los judíos de Bahrein están orgullosos de ser bahreiníes, orgullosos de ser árabes”, dijo Nancy Khedouri, cuyo negocio familiar es una gran importadora de manteles de lino y que ha escrito un libro sobre la historia judía de Bahrein. “Somos benditos de verdad por vivir en una sociedad abierta y hospitalaria”.
No sabemos hoy si su situación y percepción siguen siendo las mismas. Quizá no estén ya ahí o miren con ansias otros horizontes.
Fuente: Nuevo Mundo Israelita