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Por Rebeca Perli
"No me canso de repetir que por cada persona mala que llegué a conocer encontré por lo menos una buena que estaba dispuesta a ayudarme y a extender su brazo fraterno". Así se expresa Trudy Spira, sobreviviente del Holocausto, en su conmovedor libro Regreso a Auschwitz en el que narra sus amargas experiencias durante la II Guerra Mundial. Ella tuvo el valor de regresar allá y enfrentarse, esta vez sostenida por su hijo, a un pasado doloroso que ha vertido en un libro de obligada lectura como evidencia irrefutable de que el Holocausto sí existió.
Su infancia feliz terminó a sus 12 años cuando, al preguntarle el siniestro Josef Mengele su edad, ella, amparándose en su fuerte contextura, dijo tener 16, por lo que fue seleccionada para trabajos forzados y no para la cámara de gas. Se le asignó la confección de mechas para bombas y, como castigo cuando no cumplió su cuota, debió permanecer de pie, a la intemperie, todo un día de invierno. Sus pies se congelaron, fue necesario amputarle tres dedos y, para medir su resistencia al dolor físico, la operación se realizó sin anestesia y con su boca llena de trapos para que no se oyeran sus gritos. El amor de su familia, también deportada, le dio fuerza para sobrellevar experiencias escalofriantes. "Mi mamá, con lágrimas en los ojos, me rogó que no me diese por vencida", escribe.
Regreso a Auschwitz es un desafío para quienes niegan el Holocausto y una advertencia para la Humanidad. El tiempo es inexorable y en algunos años ya no habrá sobrevivientes. Trudy Spira cumplió con dejar su testimonio. Agradecida, cuenta que rehízo su vida en una Venezuela que le abrió los brazos.
El 27 de enero, Día de la Memoria del Holocausto, se cumplirán 67 años de su liberación.

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