Por Paulina Gamus
Los días 28 y 29 de enero de 2000 se reunió en Estocolmo, Suecia, convocado por el gobierno de ese país, el Foro “El Holocausto: sobre el recuerdo, la educación y la investigación”. La reunión congregó a casi todos los países de Europa, a tres países de América Latina: Argentina, Brasil y Uruguay y además Israel, Sudáfrica, Turquía, La ONU, el Consejo de Europa y la Santa Sede como observador.
Los asistentes firmaron la Declaración de Estocolmo con el texto siguiente: “Con la Humanidad todavía aterrada por el genocidio, la limpieza étnica, el racismo, el antisemitismo y la xenofobia, la comunidad internacional comparte solemne responsabilidad en combatir esas fuerzas del mal” y se comprometieron a destinar el 27 de enero como fecha para guardar en la memoria colectiva el Holocausto (en hebreo Shoá) planificado y cometido por los nazis, como una tragedia que cambió las bases de la humanidad.
El 27 de enero fue elegido para conmemorar el Día Internacional de Recordación del Holocausto, ya que en esa fecha del año 1945, el ejército soviético liberó el mayor campo de exterminio nazi Auschwitz-Birkenau (en Polonia).
El 1 de noviembre de 2005, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la resolución 60/7 en la que designó la fecha del 27 de enero: “Día Internacional de Conmemoración anual en memoria de las víctimas del Holocausto”.
Tras la aprobación de la resolución, el secretario General de las Naciones Unidas describió este día especial como “un importante recordatorio de las enseñanzas universales del Holocausto, atrocidad sin igual que no podemos simplemente relegar al pasado y olvidar”.
Los horrores de la Segunda Guerra Mundial dieron lugar a la creación de las Naciones Unidas. El respeto de los derechos humanos de todos, sin hacer distinción por motivos de raza, sexo, idioma o religión, es uno de los mandatos fundamentales previstos en su Carta.
Al inaugurar el Museo de la Historia del Holocausto en Yad VaShem (Israel) en marzo de 2005, el Secretario General de las Naciones Unidas, Kofi Annan, recordó que: “la repulsa al genocidio, al asesinato sistemático de seis millones de judíos y millones de otras personas fue también uno de los factores que promovieron la Declaración Universal de Derechos Humanos”.
El secretario general agregó: “Las Naciones Unidas tienen la responsabilidad sagrada de combatir el odio y la intolerancia. Su las Naciones Unidas no están a la vanguardia de la lucha contra el antisemitismo y otras formas de racismo, niegan su historia y socavan su futuro”.