No hay paz posible con el mal absoluto

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Por Hilel Resnizky
En el libro de la familia está escrito que nuestro abuelo Adán y su esposa tenían un bienestar asegurado y la posibilidad desaprovechada de comer el fruto del árbol de la vida.
Hasta que apareció la serpiente que como corredor de mercancías sin seguro, los convenció de que coman el fruto prohibido del árbol del bien y del mal argumentando que “seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal”.
La consecuencia inmediata de la nueva alimentación fue que tomaron conciencia de estar desnudos, con lo cual, con bastante inventiva, tomaron hojas de higuera y se hicieron delantales. Idea interesante para los modistos.
La desobediencia les costó caro. Fueron expulsados ignominiosamente del Edén. Eso sí: llevaron consigo, también en los genes, la posibilidad que los equipara a Dios, de distinguir entre el bien y el mal. El primer ejemplo explícito -ver la desnudez como trasgresión- no me parece tan relevante.
Pero es claro. Distinguir entre el bien y el mal es reconocer los detalles. En una discusión sobre el derecho femenino al voto, argumentaba un diputado francés que entre el varón y la mujer hay sólo una pequeña diferencia . Otro diputado le arrostró: “Vive la petit difference”. Sin entrar en la discusión, hoy perimida, todos sabemos que hay que captar las diferencias.
Es preciso entender que la cualidad que nos distingue de las fieras y que nos costó el paraíso no es la distinción clara entre dos opciones muy distintas. Una anciana está por cruzar la calle. La opción entre ayudarla o arrojarla al suelo y robarle la cartera no existe para la mayoría de nosotros. No para esa elección perdimos la vida eterna.
Hay desde ya sectores marginales que optan por el mal absoluto. Hay regimenes como el nazismo que optaron claramente por él y renunciaron a la moral judeo -cristiana. Pero la mayoría vacila entre distintas versiones del gris.
La opción difícil es, por ejemplo, entre prolongar una vida penosa o intentar una cura con un medicamento que puede ser fatal.
En el Presupuesto, optar por un rubro que asegura la educación a los niños de tres años o el que prevé institutos de asistencia social a delincuentes juveniles. Para elegir ese tipo de opciones arriesgamos nuestra eternidad.
De la geografía del Edén, con sus ríos Hidekel y Eufrates, a la geografía de Israel. Al sur de Israel, en la Franja de Gaza se ha establecido un régimen marginal que ha optado por el mal absoluto, al cual llaman (incorrectamente) Islam. Sólo Belcebú (Bal Zebub= el Senor de las Moscas) puede legitimar enviar adolescentes como bombas suicidas a estallar en sinagogas, clubes juveniles y paradas de autobuses.
Todavía hoy hay idiotas útiles. Luego de justificar los crímenes del stalinismo, toman la defensa agresiva del “Islam Criminal y Falseado”. Los malhechores luchan por la libertad de su patria matando adolescentes. ¿Bolívar luchó así? ¿Fidel? ¿Che Guevara?
Los especialistas en la muerte de civiles inocentes desde ya judíos -pero no sólo judíos- fueron los nazis.
¡No! Idiotas útiles de la izquierda imbécil. El fin no justifica los medios. El medio corrompe a los fines, los inutiliza. El peor enemigo del socialismo soviético fue precisamente Stalin, que usó el terror y convirtió al socialismo en pesadilla.
Ese es el precedente. La patria nunca justificó el asesinato de inocentes en la “Guerra Sucia” de los militares argentinos El socialismo no justifico la ejecución de los escritores judíos en la URSS.
Hamás tomo el poder absoluto en Gaza por la violencia eliminando a elementos del Fatah. En estos momentos detiene en la práctica la posibilidad de negociar una solución pacífica del conflicto (casi el 100 por ciento de las tierras palestinas del 67). Consejeros -entre ellos tambien judíos- de Obama, tratan de conseguirla. No habrá paz si Hamás sigue en la Franja de Gaza y sigue predicando su ideología.
Así como no habrá paz en Afganistán sin liquidar a El- Qaeda. No hay paz posible con el mal absoluto. Alguien tal vez con buenas intenciones pero indudablemente ingenuo, descubrió que Hamás es una parte en el conflicto.
¡Claro! Si usted habría negociado con el maldito, como hizo el premier inglés Chamberlain, sacrificando inútilmente a Checoslovaquia. ¡Por la paz!
No hay componendas con el mal. No hay negociaciones con el Satán. Hamás no representa a los intereses palestinos. Hamás representa un sueño imposible de destrucción de Israel. En la práctica quiere la perpetuación del conflicto y del sufrimiento palestino. Con la ayuda cómplice de los idiotas útiles.
No todos los palestinos son Hamás. En la ribera occidental hay un sitio de conflicto constante centrado en la población de Biliin. El conflicto es por la demarcación del muro, que a juicio de los palestinos, viola su derecho de propiedad. En su oportunidad, la Suprema Corte de Justicia israelí justificó a los palestinos.
Hay que precisarlo. Los habitantes de Biliin no desconocen el derecho a la exis-tencia de Israel. Más aún. Ente los activistas hay quien recuerda las victimas del Holocausto. A diferencia de Ahmedineyad. En Biliin, a diferencia de Gaza, el Ejército no se enfrenta con enemigos sino con disidentes. Tal vez equivocados, como los ortodoxos fanáticos que cometen vandalismo en Jerusalén. No enemigos.
El fruto del conocimiento entre el bien y el mal nos conmina a hacer las diferencias. Por motivos morales y políticos.
Dentro de dos, tres o cincuenta años, cuando los dos liderazgos se encuentren llegaremos a un acuerdo. No sé si todas las muertes de la operación “Plomo Fundido” fueron necesarias, pero Hamás hizo de la operación un imperativo de la defensa.
En Biliin, contra una población civil que piensa, que lucha por sus terrenos y no en contra de nuestra existencia, hay que restringir la violencia. Herir a un manifestante atado -como ocurrió en Biliin- no es parte de nuestra política de seguridad.
Hay que dinamitar los túneles que traen suministros militares a los señores de la guerra del Hamás y al mismo tiempo, construir puentes a la población palestina que quiere vivir en paz.
Hay que diferenciar entre el bien y el mal.

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