Por Giulio Meotti
El aniversario de la matanza de los Fogel nos recuerda que el mundo tolera el asesinato de niños judíos.
Hace un año, los Fogel fueron masacrados en Itamar: Padre, madre y tres hijos masacrados durante una noche de horror. Esa noche, una joven israelí de 12 años de edad, estuvo fuera con sus amigos hasta la medianoche, cerca de su aldea, donde viven 100 familias. Llegó a casa. Nadie respondió. Entró a la casa con un vecino y vio a su madre, padre, tres hermanos (de 11 años, tres años y tres meses de edad) con sus gargantas cortadas.
Sin embargo, un año después del evento, los que profesan deplorar la violencia en ambos lados de la ecuación Israel-Palestina han permanecido completamente silenciosos sobre la masacre de Itamar. No se escuchó ninguna palabra de condena de los grupos de derechos humanos y las ONG, por el asesinato de inocentes.
En Itamar, la dieta diaria de demonización de los colonos tuvo el efecto deseado. Matar a un "demonio" o a los hijos de los "monstruos" o "diablos", no es como quitarle la vida a otro ser humano. Los ciudadanos de Judea y Samaria, de hecho, han sido llamados "sanguijuelas", "serpientes" y "parásitos".
En medio de la segunda Intifada, cuando sus propios estudiantes estaban siendo masacrados en los autobuses y los restaurantes, el Profesor Zeev Sternhell, de la Universidad Hebrea, declaró que "los palestinos harían bien en concentrar su lucha contra los asentamientos". Al igual que en Itamar, en 2001, después que árabes golpearan sádicamente los cráneos de dos "hijos de colonos" en Tekoa, la psiquiatra israelí Ruhama Marton, declaró que "los colonos crían pequeños monstruos". Moshe Zimmerman, de la Universidad Hebrea, dijo que considera a los colonos como Hitlerjugend.
Itamar también significó que ningún argumento racional puede ser usado contra una ideología obsesivamente dedicada a la destrucción de los judíos. La oscuridad y los centelleantes ojos de los terroristas de Itamar están diciendo de su deseo de convertir en rojo el Mediterráneo con sangre judía. No es de extrañar, entonces, que durante un reciente programa transmitido por la televisión palestina, la tía de uno de los asesinos de los Fogel se refirió a él como un "héroe" y una "leyenda".
La tía continuó, leyendo un poema que había escrito en honor de los asesinos, mientras la madre de Hakim Awad envió sus saludos a su hijo y se jactó con orgullo de que él fue el autor de la masacre de Itamar. En este contexto hay que tener en cuenta que la televisión de la Autoridad Palestina también está financiada por la Unión Europea, que a menudo muestra su bandera azul durante las transmisiones.
Sin embargo, hay algo aún más horrible que el odio sádico de Awad: la complacencia occidental. En los últimos años hemos visto un montón de almibaradas películas sobre niños judíos asesinados en los campos de exterminio, en sus pijamas, pero la misma opinión pública reaccionó con indiferencia ante las imágenes de los bebés Fogel desmembrados por los terroristas.
El odio al judío, socialmente aceptable
Los Fogel, hasta el bebé decapitado, eran menos humanos que las víctimas árabes y, por lo tanto, menos merecedores de la indignación occidental. Los "hijos de los colonos" son invisibles, como las ciudades del norte de Israel lo fueron, durante la década de los años 1970, cuando los terroristas de Yasser Arafat asesinaron a bebés israelíes en Ma’alot, Kiryat Shmona, Am Misgav y Avivim.
¿Quién conoce el nombre de Shalhevet Pass, los Hatuel y los Shabo? ¿O a Danielle Shefi de Adora, quien fue asesinada por terroristas, mientras estaba jugando en el dormitorio de sus padres? ¿Quién recuerda el nombre de Shaked Avraham, una niña de siete meses de edad, de Negohot, que fue asesinada por un terrorista que se infiltró en la comunidad mientras los residentes estaban celebrando Rosh Hashaná, el Año Nuevo judío? Shaked acababa de empezar a caminar en el momento de su asesinato.
La masacre de Itamar ha sido justificada, ya que la "ira" de los autores está plenamente justificada a los ojos internacionales. El Presidente de la AP, Mahmoud Abbas, dijo muchas veces que "nunca voy a permitir que un sólo israelí viva entre nosotros en tierra palestina". Tal estado sería el primero en prohibir oficialmente a judíos, o de cualquier otra fe, desde la Alemania nazi, la que buscaba un país libre de judíos.
Que un movimiento árabe llame a la presencia de judíos un obstáculo para la paz, es una cosa. Otra cosa muy distinta es que lo haga un mundo así llamado ilustrado y liberal. Pero ésta es la precisa razón por la que Itamar no causó ningún escándalo mundial. Porque en un mundo menos surrealista que en el que vivimos, el acto de irrumpir en un hogar judío y cortar las gargantas de niños sería causa de indignación moral y religiosa.
Multiplíquese este acto por miles y se podría pensar que provocaría un escándalo internacional. Sin embargo, en el mundo en el que vivimos, Itamar fue sólo una nota al pie. El Vaticano no hizo referencia a la masacre de Itamar, tampoco UNICEF elevó su voz contra la masacre de inocentes niños judíos.
Los medios de comunicación, después, fabricaron la justificación: Dado que los bebés de Itamar eran "colonos", atrajeron el crimen hacia ellos mismos. De hecho, después de un festín de matanza de "colonos", todos leemos el mismo comentario en los principales medios de comunicación: Si los judíos no hubieran estado allí, no habrían sido asesinados. Si Israel adoptara este enfoque seriamente, desmantelaría el estado israelí entero.
Es difícil escapar a la sensación de que si similares ataques se produjeran en, por ejemplo, Londres o París, en lugar de en un asentamiento religioso en Samaria, la reacción habría sido totalmente diferente.
El escritor holandés Leon de Winter lo dijo bien: "El antisemitismo es Salonfähig una vez más", usando la palabra alemana que significa socialmente aceptable. Hoy en día, ninguna otra conclusión puede extraerse. Cuando la muerte de inocentes judíos es tan no reconocida, es porque las vidas de judíos no cuentan. Ésta es la lección más importante de Itamar: el "mundo civilizado" ya se está reconciliando con la perspectiva de una nueva Shoah.
Traducido para porisrael.org por José Blumenfeld
Fuente: Ynet