Por Rabino Iona Blickstein
Trascripción de la carta del Jasid Josef Racover de Tarnopoll en el Guetto de Varsovia.
Varsovia, 28 de abril de 1943.
Yo, Josef, hijo de David Racover de Tarnopoll, un Jasid del Rabino de Gur y descendiente de las piadosas y grandes familias de Racovenimeizer, escribo estas líneas mientras las casas del Guetto de Varsovia sorpresas de las llamas, La casa en la que me encuentro es una de las que aún no arden.
Durante varias horas, tronantes salvas de artillería estallan sobre nosotros y las paredes entorno se desintegran bajo el fuego, ya no falta mucho para que la casa en que me encuentro se transforme como todas las otras del Guetto en la tumba de sus defensores.
Cuando mi mujer, mis hijos y yo, seis en total nos escondimos en la noche, y la noche sola nos acogía en su regazo, el día nos devolvía a estos perseguidores y asesinos. Recuerdo con dolorosa claridad, el día que los alemanes barrieron con fuego nutrido a los miles de refugiados en la carretera de Grotne a Varsovia. Al alba, los aviones zumbaban sobre nosotros.
Durante todo el día nos asesinaban; en esa masacre pereció mi esposa con nuestro hijito de siete meses en brazos, y otros dos de mis cinco restantes, que desaparecieron sin dejar huella.
Eran David y Yehuda, uno de cuatro y otro de seis años de edad.
Al anochecer, un puñado de sobrevivientes continuaba su camino a Varsovia, y yo, con mis otros tres hijos, comenzamos a buscar en los campos y en los bosques de la masacre, a los otros dos niños; la noche entera los llamamos y solo el eco nos contestaba, nunca más vi a mis dos niños. Y más tarde un sueño me dijo que estaban en manos de D-s. Mis otros tres hijos murieron en el término de sólo un año en el Guetto de Varsovia.
Rújele, mi hija de 10 años, oyó que era posible encontrar mendrugos de pan en el basural público fuera de los muros del guetto. El guetto padecía hambre en esa época y la gente que moría por inanición yacía en las calles como andrajos amontonados. La gente del guetto estaba preparada para enfrentar cualquier muerte, menos la del hambre.
Rújele no me había contado nada sobre su plan de escurrirse fuera del guetto, lo cuál estaba penado con la muerte; ella y una amiguita de la misma edad, emprendieron el peligroso viaje, dejó la casa al abrigo de la oscuridad y, al salir el sol ambas fueron avistadas del otro lado de los muros del guetto; guardias nazis y decenas de sus agentes polacos, comenzaron la persecución de las dos niñas judías, que se aventuraron a la búsqueda de un pedazo de pan en un tacho de basura.
Los que presenciaron y presenciamos esta cacería desde las ventanas, no podíamos creer lo que veíamos. Podía creerse que era la persecución de peligrosos criminales; esa horda de personas persiguiendo a un par de niñas de diez años y hambrientas; no pudieron soportar mucho esa competencia desigual; una de ellas, mi hija corriendo con sus últimas fuerzas, cayó exhausta al suelo y los nazis le balearon la cabeza, la otra niña escapó pero dos semanas más tarde falleció trastornada.
El quinto de mis hijos Jacob, un niño de 13 años, murió de tuberculosis el día de su Bar Mitzvat; mi última hija Jaya, de 15 años, pereció durante un Kender – Action (Operación de niños), que comenzó con el alba del último día de Rosh Hashaná y término al amanecer. Ese día antes de ponerse el sol, centenares de familias dijeron Kadish por sus hijos y ahora, ha llegado mi turno. Y como yo, que puedo decir, no soy el único que puede decirlo, que vuelvo a la tierra desnudo, tan desnudo como el día que nací.
Tengo 43 años y, mirando hacia el pasado, puedo afirmar honestamente, tan confiado como el hombre puede serlo consigo mismo, que he vivido digna y respetablemente, con mi corazón lleno de amor hacía D-s.
Fui bendecido con éxitos, pero nunca me he jactado de ellos; mis posesiones fueron extensas y mi casa siempre abierta para el necesitado; servía a D-s con entusiasmo y mi solo pedido era que El me permitiese honrarlo con todo mi corazón, con toda mi alma y con todas mis fuerzas.
No puedo decir que mis relaciones con D-s permanecen inalterables, después de todo lo que me ha sucedido, pero puedo decir con absoluta certeza que mi creencia en el no ha cambiado para nada.
Tengo aún trece botellas de gasolina, son tan preciadas para mí como el vino para el borracho. Éramos doce en esta habitación al comenzar la rebelión; durante nueve días combatimos al enemigo; mis once camaradas cayeron muriendo silenciosamente en la batalla, incluyendo el pequeño de 5 años que vino aquí solo D-s sabe cómo, y ahora yace muerto cerca mío luciendo en su cara una sonrisa como la de los niños que sueñan pacíficamente; también este niño murió con la misma calma épica que sus camaradas mayores.
Escribo estas líneas recostado en el suelo, alrededor mío yacen muertos mis camaradas: al menos que mi cara sea comida por las llamas, una sonrisa similar a la de ese niño podría quedar grabada en ella después de mi muerte y mientras tanto, aún vivo, y antes de morir, quiero habla a mi Señor como un hombre viviente, una simple persona viviente, que tuvo la grande pero trágica suerte de ser judío.
Estoy orgullos de ser judío, no ha pesar del trato que el mundo nos dispensa, sino precisamente debido a ese trato, me avergonzaría pertenecer al pueblo que engendró y crió los criminales responsables de los hechos que se han perpetrado contra nosotros. Estoy orgulloso de ser un judío porque, es un arte ser judío, porque es difícil ser judío. No es ningún arte ser un inglés, americano o francés, puede que sea más fácil, más cómodo ser uno de ellos, pero no es más honorable.
Sí, es un honor ser un judío. Soy feliz de pertenecer al pueblo más infeliz del mundo, cuyos preceptos representan lo más elevado y bello de la moralidad y de las leyes. Se nace judío, tal como se nace artista; es imposible renunciar a ser judío; éste es nuestro atributo divino que nos convirtió en el pueblo elegido, creo en Ti, D-s de Israel, a pesar de todo lo que has hecho para que no creyese más en Ti, creo en tus leyes, aún cuando no puedo comprender tus acciones.
La muerte no puede esperar más, desde los pisos encima de mí el tiroteo se debilita a cada minuto. ¿Qué pasa?, los últimos defensores de esta fortaleza van cayendo y con ellos caen y van pereciendo los Jasidim judíos de Varsovia, Ieré Elokim, temerosos de D-s. El sol se está poniendo, en una hora más a lo sumo, estaré reunido con el resto de mis hijos, de mi familia y con los millones de miembros de mi pueblo que sucumbieron en ese mundo mejor en el que ya no habrá más dudas.
Te he seguido aún, cuando me has rechazado, he seguido tus mandamientos aún, cuando me has arrojado a la tierra, torturado hasta la muerte y convertido en objeto de vergüenza, escarnio y ridículo; y estas son mis últimas palabras hacia Ti, mi airado D-s, has hecho todo lo posible para hacerme perder tu fe en Ti pero muero exactamente como he vivido, gritando SHEMA ISRAEL HASHEM ELOKEINU HASHEM EJAD.
(Fdo.) Rab. Josef R.
28 de abril de 1943