Por Elias Farache S.
Desde de siempre, nos ha impresionado cómo el conflicto árabe-israelí y el palestino-israelí, despiertan, en particular desde 1967, poca simpatía hacia Israel, y una profunda solidaridad y defensa de los árabes.
A decir verdad, el aparato publicitario y de propaganda árabe es mucho más grande, sofisticado y eficiente. Además, se hace uso del cliché muy antijudío de difundir que los judíos controlan los medios de comunicación internacionales, además de las finanzas. Este manejo comunicacional ha funcionado muy bien, y debe reconocerse que en la guerra mediática, Israel pocas veces ha salido victorioso.
Pero el elemento mejor desarrollado y explotado es la lástima. Lástima que sin dudas y sin excusas produce ver refugiados en campos que tienen ya sesenta años, niños tristes, madres sufridas, edificios destruidos, colas para transitar por pasos y alcabalas militares. Poco importa a la hora de ver la imagen si el campo tiene sentido o no ya, ni de quién es la culpa de no absorber a esos refugiados, temporal o permanentemente, en sociedades árabes de la misma idiosincrasia. De nada sirve explicar que las alcabalas tienen como objetivo detener e impedir a homicidas-suicidas que han usado vestimentas de mujeres, enviado a niños y hasta oligofrénicos.
Aunque todo lo anterior es cierto, comprobable y sabido por todos quienes tengan algo de buena fe y cierta curiosidad por los hechos, lo que impacta es la imagen. Imagen que inspira lástima por el sufrido de turno, y rabia ante el agresor del momento. Esto es además de muy humano, muy utilizado por quienes manejan la media sin ningún tipo de consideración por la dignidad de las víctimas ni apego a la verdad histórica. En la guerra y en el amor todo se vale… sólo que a veces se obvia eso: que es guerra.
Israel tiene una manera de superar su imagen ante la opinión pública: inspirando lástima. Y de manera instantánea, sin explicaciones. Quizás el primer intento de ello ocurrió en octubre de 1973, cuando se abstuvo de alguna acción preventiva ante Siria y Egipto, esperó el ataque del Día del Perdón, y en dicha guerra el número de bajas israelíes fue alto. Proporcional se llama en estos días de equidad incomprensible. Israel evitó ser acusado de agresor en aquella oportunidad, pero a un costo impagable de bajas y sufrimiento.
En los días hoy, la imagen mejoraría con un fracaso de sus soldados, o una bomba enemiga que caiga en pleno Tel Aviv u otra zona urbana, destruyendo alguna escuela u hospital. O que en el abordaje de la Flotilla de ayuda a Gaza se hubieran muerto varios comandos a manos de los pacifistas. Alguna madre llorando, un Primer Ministro compungido y dolor de civiles. Lástima en vez de defensa nacional.
Israel seguirá, por un muy buen tiempo, perdiendo la guerra mediática. Su mecanismo de "Hasbará", de explicaciones, no es muy rápido ni contundente. Usa la lógica, la historia y una muy buena dosis de verdad que no es impactante. Tarda en asimilarse. Además, el mundo entero tiene, por razones muy importantes y comprensibles, un temor descomunal a la desbordante población islámica que debe mantenerse en cierto modo, tranquila.
Entre inspirar lástima y proteger a sus ciudadanos, Israel ha optado por lo último. En la historia de los judíos, inspirar lástima no los salvó de nada ni de nadie.