Por Bejla Rubin
Resulta algo extraño poner en conjunción éstas dos palabras y hacer de ella una: lengua unida al horror. De eso hemos de hablar.
La palabra horror se la usa con total soltura, al punto tal que su empleo excesivo hace incluso que se banalice su significado. Se dice: los horrores de la guerra, esto es un horror!, tal película es horrorosa, en fin, se la llega a usar con tal liviandad que pareciera que su verdadero peso como significación no fuera tenido en cuenta.
Horrores siempre hubo casi como una necesidad del humano para definir y marcar su supremacía. Y así se anudó horror con tortura y ésta viene siendo aplicada desde épocas lejanas. Las torturas a los herejes, los horrores de los aparatos creados para sacarles confesiones inventadas, los horrores de la guerra queriendo con ello decir la violencia aplicada al enemigo, a veces con fines de conquista, otras tan sólo como un permiso de sacar a luz la pulsión mortífera que cada sujeto lleva consigo de forma muy encubierta. Entonces, hete aquí!, desatar la violencia escondida bajo pretextos convenientes y permitidos por los gobiernos, legalizando la muerte y la tortura, eximida de su debido castigo a sus autores.
Y el horror ha entrado incluso como una nueva estética. Las pilas de zapatitos de niños, sus anteojitos, las valijas de los deportados a Auschwitz, mostrados con total desparpajo, desafectivizado e indiferente en el museo de ese campo de concentración, que ha servido de modelo a las instalaciones de artistas de los nuevos movimientos creativos. Pero éste que es pensado como expresión cultural quizás no tomó en cuenta que ya hubo una instalación que muestra el saldo del horror de los campos de concentración, y que cuando se contempla con total regocijo el arte moderno ni siquiera se lo osa relacionar que su procedencia ha venido en parte de esa muestra horrorosa efecto de la barbarie de la Segunda Guerra Mundial , que no proviene de ningún artista, sino que fue llevada a cabo por la más extrema posición de maldad de parte de la política nazi.
Ahora bien, en cuanto al uso de un nuevo lenguaje nos preguntamos, ¿cómo se fue adentrando en el concepto y el empleo de la lengua del horror en la mente de los sujetos? Esta no se dio de manera súbita, sino todo lo contrario. Y cuando los movimientos son paulatinos, lentos y soslayados, sus avances apenas son percibidos por los individuos entonces, cuando el Mal ya está del todo instalado, recién ahí se ven sus consecuencias.
El cambio del lenguaje dentro del pueblo alemán comenzó a darse ni bien asume el nuevo Canciller en 1933, nos referimos a Adolf Hitler.
Es así como los alemanes comienzan a incorporar en su lengua cotidiana palabras que no les eran usuales: raza superior, ario puro, mi Führer, raza inferior, eutanasia en pro de una raza sin máculas ni descendencias degeneradas, aparece por primera vez el concepto de genocidio (el asesinato del gen), Judenrein (libre de judío), Endlösung (solución final) eufemismo que encubría el concepto de matanza y aniquilación total por medio de cámaras de gas, reinstalación en el Este, otro eufemismo para no decir su verdadero significado que era el de enviar a judíos, homosexuales, gitanos y disidentes políticos a los campos de concentración para finalmente ser exterminados. Pero todos estos nuevos vocablos aún no nos dan la medida del Mal de lo que nosotros hemos conceptualizado como la lengua del horror.
El nazi dentro del campo de concentración no reconocía al cautivo allí hacinado como un par y un semejante discursivo dado que no lo veía, no lo registraba como un ser humano. Jorge Volpi, en su poética sensible habla del horror sin nombrar ni una sola vez la palabra nazismo, no obstante todo su decir lo refiere, lo va bordeando y nos vamos adentrando en lo ominoso de su concepto. En su libro Oscuro bosque oscuro va señalando la maldad de diferentes formas:
“Matar a un insecto no es matar”
“Lucen tan inofensivos los insectos, tan inocentes, tan puros, quién pensaría que son nuestros enemigos”
“La espera es una llaga que se abre”.
Y pensar que se está refiriendo a la matanza de niños, vistos como insectos y por matar insectos, ¿quién se siente culpable? Los hombres, mujeres y niños eran pensados como un bacilo, una rata o una plaga y exterminar a un insecto es del orden de la necesidad que no genera ninguna culpa ni responsabilidad moral a cambio.
Entonces, ¿por qué los nazis habrían de sentirse culpables y responsables de matar a un judío o un gitano vistos como un cobayo de laboratorio amen de uno de lujo a ser usado como carne de experimentación? Hombres, mujeres y niños fueron explotados en Auschwitz como mano de obra esclava al límite de sus fuerzas amen de realizarse sobre ellos todo tipo de experimentos con todo tipo de drogas. La mayoría murió de hambre más que por medio de las cámaras de gas.
De esta manera a esa relación dispar entre el nazi y el sujeto “bacilo” no era de un lazo comunicacional sino más bien lo pensamos como un latigazo gramatical, la brutalidad de la palabra proferida por el SS sobre el cautivo era de una violencia tal sin tener el caído la menor posibilidad, tanto de réplica como de defensa.
Debido a ello, a esa disparidad del habla que no es pensada un discurso la hemos nominado como “la lengua del horror” dado la no especularidad en cuanto al uno respecto del otro puesto que el sujeto nazi no veía, no registraba ni oía la palabra que le podría retornar de ese resto humano puesto que no era reconocido como un interlocutor válido sino tan solo un pedazo de carne a explotar.
Y esa lengua del horror que ya ha sido pronunciada una vez y con sólo una ha sido suficiente a que entrara como modelo paradigmático en la historia de la humanidad, hecho que nada impide que cada vez que se repita una política totalitaria ésta lengua se vuelva a dar puesto que el Mal es más fácil de instaurar que el deseo de Bien sobre aquel que empieza a ser visto como un deshecho humano. Cambiaron sus protagonistas pero el modelo ya es una nueva herramienta que cualquiera puede volver a emular.
Los signos que a veces parecen efímeros, imperceptibles, pueden ser el comienzo de las huellas que nos van conduciendo a la instauración de una nueva lengua del horror. Será cuestión de no hacernos los distraídos, y pensar que cualquiera puede encarnar “al judío” de la historia como el nuevo chivo expiatorio de una siempre vigente casta de malvados dispuestos a usufructuar del desvalido en pos de un enriquecimiento desmedido, y así, recordar con Primo Levi a los constantes Hundidos y Salvados de la humanidad, tanto lo de ayer como los de siempre, esos desprotegidos del sistema en esa aletargada espera en cuanto a sus nuevos infortunios.
Doctora en psicología, autora de la tesis de doctorado Auschwitz paradigma del Mal del siglo XX. Análisis psicoanalítico, social y político (en prensa).
Fuente: Aurora Digital