Por Valeri Yotov
El exterminio de seis millones de judíos a manos del nazismo durante la Segunda Guerra Mundial dejó una estela de maldad diseminada por toda Europa.
La mayor parte de los países dominados por los alemanes siguió los pasos del régimen nazi y embarcó a sus ciudadanos en una espiral de odio de la cual pocos pudieron zafarse.
Pero hubo algunos casos excepcionales de gobiernos, líderes y personas individuales que bogaron contra la corriente y defendieron el derecho a la vida de los judíos, aprovechando sus posiciones o cargos. Esos hombres buenos son los llamados "Justos entre las Naciones", desde que en 1953 el Congreso de Israel (Knesset) le entregara a la fundación Yad Vashem la autoridad para acreditar sus obras en defensa del pueblo judío.
Los muy conocidos Oscar Schindler y Raúl Wallenberg y la chilena María Errázuriz son parte de esta lista dorada, que hoy supera los 22 mil nombres.
Menos conocidos, pero tremendamente relevantes, son los "Justos entre las Naciones" de Bulgaria y tal vez muchos ciudadanos anónimos de este país, que se resistieron a seguir los lineamientos de Berlín y finalmente salvaron la vida de alrededor de 50 mil judíos búlgaros.
Durante los años finales de la Segunda Guerra Mundial, Bulgaria se convirtió en aliada de Alemania, más por razones de reivindicación territorial que de corte ideológico. A instancias del gobierno derechista, había sido adoptada una Ley de Defensa de la Nación, que imponía varias restricciones a los ciudadanos búlgaros de origen judío, y la deportación masiva estaba en etapa de gestación.
Sin embargo, el antisemitismo, así como la Ley de Defensa de la Nación, era casi ajeno al modo de vivir búlgaro y a la mentalidad nacional. La campaña antijudía no era bien vista por los campesinos, ni por los habitantes de la ciudad, ni por la intelectualidad, y mucho menos por la Iglesia Cristiana Ortodoxa, que tuvo un papel muy activo en la defensa de los judíos a través de los obispos Stefan y Kiril. Otros nombres destacados son los de los parlamentarios Dimitar Peshev y Petar Mihalev, del empresario Asen Suichmesov, y de artistas como Eilin Pelin y Petko Stainov, además de varios activistas de la comunidad judía local. No podemos dejar de mencionar el papel de una destacada mujer búlgara, como lo fue Liliana Panitsa, secretaria del Comité de los Asuntos Judíos, quien reveló los planes secretos de deportación.
Este movimiento cívico-religioso traspasó rápidamente la esfera dirigencial y política, y el propio Rey de Bulgaria, Boris III, debió manifestar su oposición a las iniciativas antijudías.
Así, la deportación de los judíos a los campos de la muerte alemanes, preparada para marzo de 1943, tropezó con una fuerte resistencia. En un hecho político casi sin precedentes, 43 diputados del Parlamento búlgaro, encabezados por el vicepresidente de la Cámara, Dimitar Peshev, firmaron una carta de protesta que dirigieron al primer ministro y finalmente lograron poner un veto irrefutable a las intenciones nazis.
Al concluir la Segunda Guerra Mundial, el número de judíos en Bulgaria era de 50 mil, esto es, tantos como en el período de preguerra. Después de 1948, la gran mayoría de ellos emigró al recién proclamado Estado de Israel.
El único episodio lamentable en esta historia se vivió en los territorios ocupados por los nazis de Tracia y Macedonia, donde sectores de derecha búlgaros colaboraron con la deportación de 18 mil judíos. En 1945, esos personajes fueron juzgados y castigados por un tribunal especial en Bulgaria.
Embajador de Bulgaria en Ecuador
Fuente: El Mercurio (Ecuador)