Por Eduardo Kohn
Río + 20 es una ilusión. Y está bien que los habitantes de este planeta tan castigado por desastres naturales, tengamos ilusiones
Río + 20 alienta los sueños de todos aquellos que creen que todavía es posible respetar más a la naturaleza, utilizar los recursos naturales con equidad, inteligencia y honestidad; y, en suma, gozar de un medioambiente más saludable, más amigable, más puro.
Por todo ello, es muy bueno que Naciones Unidas reúna al mundo entero para discutir y resolver los graves problemas medioambientales. Y el podio y los foros de la ONU deberían arder de fragor en la búsqueda de soluciones serias, que no las tenemos, sin duda, carecemos de ellas, y por eso, hoy estamos 20 años después discutiendo en entornos más graves que hace dos décadas.
Pero tantas esperanzas y anhelos encuentran esta semana en Río obstáculos que, por un lado, nos van a hacer menos optimistas de que tengamos un planeta amigable en un futuro nada luminoso para las generaciones por venir; y, por otro, la política, lo peor de la definición de política, va a horadar el podio de ONU, las relaciones humanas civilizadas y nuestra América Latina.
Otra vez, un podio de ONU es usado por el presidente de Irán. Otra vez, el jefe de Estado donde hay récord de violaciones a los derechos humanos trasmite a través de una tribuna que debe defender a ultranza los derechos de todos, un discurso de odio.
Otra vez, América Latina, esta vez por medio de la ONU, recibe en su suelo al jefe del Estado cuyos jerarcas máximos asesinaron en dos atentados hace 18 y 20 años respectivamente decenas y decenas de ciudadanos en Argentina; jerarcas identificados y requeridos por Interpol pero que siguen cobijados en la impunidad.
Esta presencia del presidente de Irán en Brasil es un insulto para todos, porque se hace desde el podio de la organización mundial; y es una nueva ofensa para los gobiernos y las sociedades civiles que creemos en los derechos humanos y en la Justicia.
La visita inmediata del presidente de Irán a Venezuela y Bolivia, luego de mancillar la reunión de la ONU en Río, además de agregar temibles interrogantes, reafirma por qué los atentados contra la Embajada de Israel y contra la AMIA en Argentina, fueron posibles, y subraya el temor latente del tercer atentado, porque en este contexto de permisividad, complicidad e indiferencia, todo es posible.