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Por Michael Rowan
El peor ejercicio de limpieza étnica está ocurriendo en este momento en Siria. Allí, en un intento desesperado por aferrarse al poder, el déspota Bashar al-Assad masacra a civiles en comunidades cuidadosamente seleccionadas para llevar a cabo el exterminio. Han sucumbido 12.000 personas en el último año. Esto ya lo había presenciado el mundo: desde los nazis hasta Ruanda. Los cadáveres de infantes que apenas comenzaban a caminar se alinean en mortajas en las calles. En su búsqueda, los familiares se desplazan por las calles hurgando entre los restos sangrientos, algunos inidentificables. Están despedazados por los potentes explosivos que emplea Assad para aterrorizarlos.
Para él es una simple cuestión de aritmética. Su padre dictador hizo de él un hijo dictador. Todo lo que quiere Assad es perpetuarse en el poder. Para fingir que todo está normal, quiere que los sirios permanezcan en sus casas en silencio mientras escolta a periodistas amigos por aldeas en ruinas que, según él, fueron causadas por los mismos civiles, a quienes llama terroristas. Siria es un Estado fallido cuyas armas apuntan a cualquiera que se atreva a pronunciarse.
El mundo entero, hasta casi todos sus vecinos musulmanes, se está volviendo contra la máquina asesina de Assad. Incluso quienes le ayudan en secreto a matar a su pueblo lo niegan públicamente. El mundo sabe que sin petróleo no funcionan sus tanques, sus helicópteros artillados, sus camiones blindados ni sus armas de asalto, razón por la cual le han cortado el suministro. Bueno, casi. A miles de kilómetros de distancia, desde Puerto La Cruz, así llamada por la cruz donde murió Jesús para salvar a la humanidad, se dirige un navío hacia Siria cargado con nueve millones de barriles de diesel, ideal para las máquinas de la muerte de Assad. Antes, cuando ninguna transportista llevaba petróleo a Assad, Venezuela usaba sus propias embarcaciones. Sin lugar a dudas, la sangre de inocentes niños sirios está en las manos de los venezolanos que permiten que esto pase. Ninguno de ellos puede alegar que solo cumple órdenes, como lo hicieron los nazis en el Holocausto. Los venezolanos ayudan a un asesino en serie a masacrar a miles de niños. El mundo nunca lo olvidará.
Traducción: Conchita Delgado
Fuente: diario El Universal

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