Por Abelardo Coronado Reyes
Coro, ciudad de vientos, de días claros y cálidos, de atardecer crepuscular y noches frescas. Silenciosa y pacífica, amante de la hidalguía y de la virtud, abrió sus brazos y corazón al conquistador español para nacer como tal el 26 de julio de 1527 ante dos autoridades: Juan de Ampíes, quien no la conquista, la recibe, y el gran Cacique Manaure, quien la entrega en aras del engrandecimiento de su pueblo y en una manifestación de buena voluntad.
Ciudad colonial que conserva en mucho los rasgos de la época: calles estrechas, casas y balcones de particular características, que se hizo acreedora al título "Ciudad Patrimonio Cultural de la Humanidad", otorgado por la UNESCO el 9 de septiembre de 1993.
Es ésta la ciudad que en 1824 recibe en su seno la primera representación de la descendencia del gran patriarca Abraham, y así tenemos a David Hoheb, a quien le siguen Joseph Curiel y su esposa Débora Leví Maduro, para luego llegar los apellidos Henríquez, López Fonseca, Señor, DeLima, Correa, Castro, Namías, Naar, DaCosta Gómez y otros, todos procedentes de la Isla de Curazao.
Diáspora sefardí
Para 1830 ya estaba sembrada en esta ciudad la semilla de la primera Comunidad Judía de América, lo que nos llama la atención, pues siendo Coro, como se dice, raíz de Venezuela, lo sea también de la primera rama del árbol del Israel de Dios que se extendió por todo el mundo y que vino a engrandecer esta tierra con sus aportes.
A los fines de proporcionar un poco más de luz sobre el origen de los judíos venidos a Coro, creemos conveniente hacer un breve recuento comenzando por afirmar que a raíz de la destrucción del Segundo Templo de Jerusalén (año 70), por parte del ejército romano… y la masacre de 500 mil judíos y la dispersión de muchos, construyéndose sobre la ruinas de Jerusalén una nueva ciudad con el nombre de Aelia Capitalina, para borrar la memoria de la primera.
Muchos judíos fueron a parar a la región de Separad, como se llama en la Escritura Sagrada (Abdías 1:20) a lo que fue después y es hoy España. De allí el nombre sefardí para identificar a los judíos de origen español.
Allí en España, crece y se hace poderoso el pueblo judío, aunque acosado siempre por causa de fe, al punto de ser obligado por ley a llevar un distintivo, a objeto de ser reconocido inmediatamente, cargado siempre de oprobio, menosprecio e intolerancia religiosa.
Para 1492 la intolerancia religiosa llega al extremo y el espíritu antisemita se hace sentir con toda su fuerza con el edicto de expulsión firmado por los reyes católicos Fernando e Isabel, el 31 de marzo de 1492, que echó fuera de España a todos los judíos que no aceptaron la conversión inmediata.
Consumada la expulsión, después de la muerte y conversión forzosa de muchos, a finales de junio de 1492, unos 100 mil judíos se dirigieron a Portugal, 50 mil llegaron a África del Norte y otros a Turquía. En 1536 la Inquisición se instaló firmemente en Portugal para investigar las actividades de los conversos, produciendo un nuevo exilio, ahora hacia el Norte de África, Italia, Turquía y Holanda, siendo bien recibidos en esta última nación, llegando a ser Ámsterdam el principal centro judío de Europa occidental.
De Holanda pasan muchos judíos, ahora por su propia voluntad, a la Isla de Curazao, colonia de esta nación, correspondiendo a Isaac DaCosta, miembro de la comunidad portuguesa de Ámsterdam, crear allí en 1659 la primera comunidad judía, de donde proceden los judíos que posteriormente llegan a Venezuela y particularmente a la Provincia de Coro.
Llegada a Coro
Si bien para el siglo XVII ya habían pisado tierra venezolana y coriana algunos judíos de origen portugués, muchos de ellos conversos (marranos); no fue sino en el siglo XIX, entre 1823 y 182 cuando empieza el arribo de los primeros judíos curazoleños a la Provincia de Coro, quienes vienen a formar lo que fue, alrededor de cien años, la Comunidad Judía Sefardí de Coro, cuya historia bien merece se haga conocer, mucho más, de lo que hasta ahora se conoce.
No se puede hablar de nuestra historia regional sin que se haga mención obligada de lo que fue la presencia de esta comunidad en nuestro suelo, y es que el impulso y desarrollo de la actividad militar y de seguridad en Coro se debió a ella, así como la actividad mercantil y cultural de aquellos años.
Desarrollaron, pues, los judíos de Coro una actividad mercantil amplia que trajo bienestar al pueblo mismo, como sucede con la presencia de todo inversionista que trae al lugar capital que, puesto en circulación, significa trabajo, bienes y servicio.
Fuente: Extractos del libro: La Comunidad Judía Sefardí de Coro, Aportes y Vicisitudes (Selección de las páginas 25-37). Comisión de Cultura Biblioteca Leo y Anita Blum de la Unión Israelita de Caracas (UIC).