Por Elías Farache S.
Las relaciones entre Colombia y Venezuela han sido tensas en los últimos años. Sin entrar a analizar las causas de las tensiones, ni los detalles de la animadversión entre Álvaro Uribe y Hugo Chávez, la situación varias veces fue de intercambio fuerte de palabras y amenazas de irse a las manos, a la guerra pues.
En febrero de 2008, después de una crisis muy severa, Chávez y Uribe terminaron abrazándose en República Dominicana, en una cumbre de presidentes convocada para hacer las paces.
En 2010, la situación llegó al retiro de embajadores, a presentar cargos contra Venezuela en La Haya, a insultos e improperios. Ni el proceso electoral colombiano parecía amainar la furia de los presidentes y la gravedad de acusaciones y contra acusaciones.
Una vez más en 2010, como en 2008, el presidente Chávez y muchos de sus leales acólitos acusaron a Colombia de ser "el Israel de América Latina". Bueno, aunque algunos lo tomemos como un serio cumplido para con Colombia, la intención de los bolivarianos era denunciar a Colombia, presentarla como un país que agrede a sus vecinos y poner en duda la legitimidad de su lucha contra los grupos armados irregulares que operan en Colombia.
La falta de conocimiento respecto al conflicto del Medio Oriente, y muy particularmente respecto al conflicto árabe-israelí, cuya principal arista es el palestino israelí, induce a quienes se meten y entrometen en él, a cometer graves errores y dejar al descubierto la ignorancia que tienen, no obstante las buenas intenciones que pudieran tener.
Si Colombia fuera el Israel de América Latina, y Venezuela, Ecuador y Bolivia, los vecinos árabes circundantes… ya hace tiempo se hubiera firmado la paz y fumado la pipa de rigor. El canciller israelí nunca ha asistido a toma de posesión de mandatario alguno de sus vecinos, ni viceversa. Eso de no tener relaciones es una cosa, y desconocer el derecho a la existencia, es otra. Nicolás Maduro estaba invitado a la toma de posesión del presidente Santos, sin presencia de embajadas en los países, funcionaron los canales paralelos y en un santiamén, el nuevo presidente de Colombia, otrora ministro de la Defensa, considerado el halcón del gabinete del presidente Uribe… daba junto con el presidente Chávez las instrucciones de rigor para que se restablecieran las relaciones, el comercio, la amistad…
Nunca jamás esto con Hamas. Ni con Hezbolá. Ni con Irán, ni con Arabia Saudita, ni con Irak, ni con Libia. El presidente de Egipto ha visitado una sola vez Jerusalén… para las exequias de Rabín. Lo mismo se puede decir del rey de Jordania. Los "malos" con Israel, o reconocen como un hecho sin poder decir a viva voz que es un Estado judío. Los "peores", niegan su existencia, llaman a borrarlo del mapa. No negocian, no se sientan en la misma mesa ni siquiera con intermediarios.
La verdad, lo mejor sería que Israel fuera la Colombia en el Medio Oriente. Los países árabes fueran Venezuela, Ecuador, Bolivia y Nicaragua. De esa forma, en pocas semanas, ya se estarían firmando sendos acuerdos, sobrarían las palmadas en los hombros de cancilleres y embajadores, el comercio sería fluido y el turismo boyante.
Pero no es así. El conflicto árabe israelí es mucho más profundo y arraigado. Los odios son incomprensibles. Los hermanos bolivarianos se pelean y se arreglan. Pero estos primos semitas, no tienen el mismo temperamento. Las huestes de Hamas y de grupos radicales, inventaron el atentado homicida-suicida y con ello ganan el cielo. Negociar resulta para ellos el equivalente a claudicar. Reconocer errores es una aberración, vivir en paz resulta una dimensión desconocida. La ley del más fuerte parece ser la única manera de sobrevivir, e Israel lo ha aprendido a costa de sangre, sudor y lágrimas.
Cuando algún advenedizo hace comparaciones fuera de lugar, opina sin conocimiento de causa (o lo hace tarifado por vaya a saber cuál interés), tiene una alta probabilidad de hacer el ridículo. Lo malo de ello es que en vez de ayudar a la paz, a convencer a las partes que del camino de la violencia solo quedan pérdidas y perdedores, odios y rencores… los animan en su lucha a por el todo o nada, en donde paulatinamente se quedan con nada y menos que nada.
¡Ah mundo! Si el Medio Oriente fuera más "maduro" y hubiesen más "santos"… otra sería la realidad.