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Por Rebeca Perli
Si bien Grecia es la cuna de la democracia, los regímenes que la gobernaron no siempre se caracterizaron por ser democráticos. A la gloriosa antigüedad, generadora de los más brillantes filósofos, científicos, artistas y eruditos, siguieron dominaciones extranjeras que sometieron al país: emperadores romanos, autócratas bizantinos, y otros "bárbaros", culminando, en 1453, con la toma de Constantino-pla por el Imperio Otomano. Fue solo en el año 1821 cuando los helenos pudieron sacudirse ese yugo y constituirse en nación. En el siglo XX comenzó una era de modernización que, no obstante, se vio seriamente afectada por las dos guerras mundiales, siendo la segunda la más devastadora y en la que el pueblo griego luchó denodadamente contra el invasor nazi, erigiéndose en uno de los movimientos de resistencia más valientes y eficientes y al que se unió un gran número de judíos fugitivos, aunque la enorme mayoría de ellos pereció en el Holocausto.
A la conflagración mundial siguió una guerra civil que ensangrentó al país y Grecia pasó sucesivamente de monarquía a la dictadura de los coroneles en 1967 y a su derrocamiento en 1974, con lo que comenzó una nueva era democrática con buenos augurios y con el ingreso del país a la Comunidad Europea. Pero la corrupción y la mala administración, están conduciendo a Grecia a un caos económico del que será muy difícil que se recupere.
El 1 de mayo los griegos llevaron a cabo dos actividades tradicionales y antagónicas: por una parte, violentas manifestaciones en contra del gobierno, y por la otra, la celebración de la primavera con un colorido festival de flores. El augurio es porque Grecia, al igual que otros países, salga adelante, y que prevalezcan las flores.

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