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Por Khaled Abu Toameh
Cuatro figuras políticas de Hamás que enfrentan la expulsión de Jerusalén han expresado su disposición a hacer casi cualquier cosa para permanecer en la ciudad bajo soberanía israelí, incluyendo renunciar a sus vínculos con el movimiento islamista radical.
El Ministerio del Interior de Israel había revocado el estatus de los cuatro representantes de Hamás como residentes permanentes de Jerusalén, preparando el terreno para su expulsión de la ciudad. Estos representantes que están luchando para recuperar sus documentos de identidad israelíes pertenecen a la misma organización cuyos dirigentes acostumbraban enviar a hombres y mujeres jóvenes a inmolarse en Israel, matando a cientos de civiles inocentes, incluyendo árabes.
Los cuatro hombres —tres legisladores y un ex ministro— tienen razones para presentar una buena pelea con el objeto de permanecer en Jerusalén. Lo último que querrían es ser deportados a la Margen Occidental, a la Franja de Gaza o a cualquier otro país árabe.
Para evitar su expulsión han optado, incluso, por recurrir a los tribunales del país al que no reconocen y al que tanto les gustaría destruir: Israel. Aún más, les han escrito cartas a las autoridades israelíes, alegando que no representan a Hamás, sino a la gente que votó por ellos en las elecciones parlamentarias de enero del 2006.
La campaña de los hombres de Hamás no tiene que ver tanto con que se les permita permanecer con sus familias en Jerusalén —o incluso para espiar, lo que los israelíes descubrirían— sino con el temor de lo que les espera bajo Fatah en la Margen Occidental, Hamás en la Franja de Gaza y las dictaduras en el mundo árabe, donde no hay democracia y la vigencia de la ley es, en el mejor de los casos, caprichosa.
Una vez que lleguen a la Franja de Gaza, descubrirán que su gobierno, el gobierno de Hamás, ha impuesto un régimen de terror e intimidación sobre la población local y que, incluso, confisca gran parte de la ayuda humanitaria que es enviada a la zona, incluidos alimentos y medicinas.
En la Margen Occidental, probablemente, serán perseguidos por las fuerzas de seguridad de la Autoridad Palestina, léase a Mahmoud Abbas y Salam Fayyad. Estas fuerzas, desde hace mucho tiempo, han estado librando una lucha implacable contra los representantes de Hamás y sus partidarios en la Margen Occidental.
Cientos de seguidores de Hamás son mantenidos en cárceles palestinas sin juicio. A la mayoría se les niegan las visitas familiares y el derecho de consultar con un abogado. Se cree que, por lo menos, tres detenidos de Hamás han muerto como consecuencia de las torturas en las prisiones controladas por Abbas y Fayyad.
En la Franja de Gaza, los cuatro representantes de Hamás tendrán que unirse al millón y medio de palestinos cuyas condiciones de vida han empeorado desde que Hamás tomó el control de la zona, hace exactamente tres años.
En la Margen Occidental y la Franja de Gaza, los operativos de Hamás no disfrutan de muchos de los privilegios a los que tienen derecho los residentes de Jerusalén y que cuentan con documentos de identidad israelíes.
Como residentes permanentes de Jerusalén, los cuatro hombres de Hamás disfrutan de los mismos derechos que todo ciudadano israelí, con la excepción del votar para la Knesset: libertad de movimiento, bienestar social, educación gratuita y atención médica. Pueden votar para la Municipalidad de Jerusalén y viajar por el país libremente sin tener que obtener un permiso especial. Pueden subir a sus automóviles, que tienen matrículas israelíes, y conducir en cualquier momento del día para comer pescado en Jaffa o nadar en el Kineret, en Tiberíades. Tienen acceso ilimitado a los hospitales israelíes y educación gratuita para sus hijos; y tienen derecho a muchos beneficios sociales y económicos, que muchos palestinos en la Margen Occidental y en la Franja de Gaza no tienen.
Los representantes de Hamás saben que, en la mayoría de los países árabes, serían tratados como una “amenaza de seguridad” y, muy probablemente, estarían bajo arresto domiciliario. Esto, por supuesto, si alguno de esos países estuviera de acuerdo en aceptarlos, en primer lugar.
Ahora, sin embargo, los hombres de Hamás están dispuestos a humillarse públicamente, renegando del movimiento islamista. Si la elección es entre la pertenencia a un movimiento islamista y la vida en Israel, para los líderes de Hamás, esta última opción parece más atractiva.
Fuente: Porisrael.org

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