Entre errores y horrores
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Por Rebeca Perli
Al finalizar la pesadilla de la Segunda Guerra Mundial y quedar al descubierto la irreparable pérdida de vidas humanas, la catástrofe y la desolación que había dejado, el mundo parecía haber tomado conciencia de la gravedad de las consecuencias de tan magno conflicto bélico. Se firmaron acuerdos de paz y se creó la Organización de las Naciones Unidas como "una asociación de gobierno global que facilita la cooperación en asuntos como el derecho internacional, la paz y seguridad, el desarrollo económico y social, los asuntos humanitarios y los derechos humanos". Las ciudades destruidas resurgieron de sus cenizas y, si bien nunca existió la utopía de una paz universal, el mundo comenzó a vivir un nuevo amanecer que propició la independencia de colonias agobiadas y el surgimiento de progresos tecnológicos nunca antes vislumbrados. Por momentos, ante el remordimiento de la inimaginable hecatombe dejada por el Holocausto, hasta el espectro del antisemitismo se había mitigado.
Hoy, apenas sesenta años después, el mundo nuevamente atraviesa un descalabro. Se vigorizan los odios religiosos, étnicos y raciales. El sentimiento antisemita ha resurgido reforzado y amparado en el escudo del antisionismo cuyo objeto es demonizar al Estado de Israel y culparlo por los males que ocurran no importa dónde. Se multiplican los ataques antijudíos y se gritan consignas en contra de Israel en sucesos que parecen aislados pero que guardan la misma connotación.
Mientras tanto, los regímenes totalitarios persisten en su ambición de dominar a las masas, de imponer su voluntad y de escribir la historia a su propia conveniencia. Es el momento de que los gobiernos democráticos reaccionen, ya que solo ellos pueden evitar el caos.

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