Entre errores y horrores
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Por Moisés Garzón Serfaty
Las personas decentes sentimos vergüenza de respirar el mismo aire que respiran tantos sinvergüenzas en este mundo sin vergüenza.
Sí, señores, vergüenza y náuseas dan las actitudes intolerantes, racistas, prejuiciadas y las mentiras de muchos intelectuales, periodistas, políticos, artistas, académicos, investigadores científicos y boicoteadores occidentales contra Israel, contra sus productos y contra los científicos israelíes y sus instituciones universitarias.
¿Por qué está aumentando en casi todo el mundo la judeofobia, incluso en países “ejemplares” como Gran Bretaña y Suecia, por citar solamente algunos? Por el crecimiento de la maldad, por el deterioro de los valores ético-morales, por la envidia, por intereses non sanctos y pare usted de contar.
Y uno se pregunta:
—Si todo el pueblo de Israel, léase judío, es un pueblo de asesinos, imperialistas, usurpadores, lo que es una gran mentira, ¿por qué no se les endilga los mismos epítetos a otros pueblos o al menos a algunos? ¡Qué extraño! Los demás son un dechado de virtudes.
—Si la nueva definición de víctima es el que ataca y el atacado es el atacante.
—Si no sería más digno, noble y elogiable que la izquierda fomentara ideas constructivas y no consignas y defendiera derechos y no prejuicios.
—Si no hay más conflictos en el mundo que el del Medio Oriente que pudiera interesarles a los antijudíos.
—Si es decoroso criminalizar a un diminuto país que lucha por su sobrevivencia.
—Si los palestinos y otros enemigos del Pueblo Judío nunca son culpables de algo.
—Si las dictaduras que agobian a varios pueblos en el mundo no ameritan alguna manifestación.
—Si no es deshonroso callar frente a la esclavitud de millones de mujeres musulmanas y el uso de niños como carne de cañón.
—Si no es deber de todo bien nacido buscar la verdad y desechar los prejuicios, las mentiras y las manipulaciones.
—Si la doble vara con la que se mide a Israel no puede aplicarse a otras naciones, pero midiendo a Israel con la más favorable para él. Se trata de una repugnante doble moral, pero debe ser válida para tirios y troyanos.
—Si los que callan y miran para otro lado no se dan cuenta de que se están dejando engañar por los radicales que apoyan el terrorismo y que las democracias, todas, con Israel, están en el mismo saco.
—Si realmente creen los engañados que los sátrapas son defensores de la libertad.
—Si estos engañados son unos ignorantes o prefieren ocultar la verdad, cerrar los ojos y para disimular su aberrante actitud meterse las manos en los bolsillos y silbar distraídamente.
—Si los regímenes que abogan por el regreso de los palestinos que se exiliaron voluntariamente y mal aconsejados por sus hermanos árabes, mientras que otros se quedaron y gozan en Israel de un nivel de vida envidiable, permiten a sus connacionales exiliados forzosos que regresen a su país con plenas garantías.
—Si es digno de la izquierda y el progresismo apoyar a los que usan el poder para cercenar la libertad individual y no reconocer que Israel es la vanguardia de la libertad en el epicentro del totalitarismo religioso islamista. Esta observación es válida también para los que se autoproclaman demócratas y se desmienten con sus acciones y sus discursos. Más bien son unos cefalópodos, porque tienen la cabeza en los pies.
—Si esa izquierda y su propaganda progre no advierte que sus tesis están peligrosamente próximas al fanatismo y al totalitarismo islamistas. Si lo advierte y persiste en ellas es porque ha vendido su alma al diablo.
—Si los ilustrados, no los ignaros, entienden lo que significa el dolor, la responsabilidad y el honor de ser judío y son capaces de conocer el alma judía. Esta observación es aplicable igualmente a algunos judíos.
—Si caricaturizar al judío es permitido y aplaudido y las caricaturas que atañen al Islam son condenables y sus autores corren peligro de morir violentamente.
—Si, por fin, se inventará el “proporcionómetro” para medir las reacciones a cualquier ataque, pero sin trucos, para que se aplique por igual a todo el mundo.
—Si estamos conscientes de que el frente de batalla, la línea de fuego contra el terror, el fundamentalismo y el totalitarismo, es el mundo.
—Si es lícito matar en nombre de Dios.
—Si la paranoia de los islámicos radicales, los combatientes de Dios, no terminará con el Islam.
—Si es sabido que los judíos no somos combatientes de Dios. El Supremo combate por nosotros y nos libra de nuestros enemigos. La Historia es testigo irrefutable. Los judíos, y cuantos en Él creen y a Él invocan como el Único, somos siervos de Dios.
—Si… Si… Si… Hay otros muchos otros “si”, pero los dejaremos para otra ocasión.

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