Por Gabriel Ben-Tasgal
Un importante sector de los profesionales de los medios de comunicación y ciertos analistas del medio oriente suelen procesar el conflicto entre los israelíes y los palestinos bajo un prisma problemático e inexacto. Según ellos, se trata de un conflicto provocado por la conquista israelí de territorios palestinos durante la Guerra de los Seis Días (1967). Los más extremistas han adoptado como suyo uno de los más conocidos dogmas de la cleptohistoria palestina (es decir, el robo sistemático de la historia del pueblo judío en la tierra de Israel con el objeto de justificar inconsistentes derechos históricos de los árabes palestinos): "En la tierra de Palestina vivía un pueblo milenario, trabajador y pacífico (los palestinos) que fue conquistado y desplazado por seres extraños llegados desde Europa (los sionistas), personajes que tomaron posesión a la fuerza de una tierra que no les pertenecía, o como mucho, un territorio que habían abandonado y olvidado".
Esta falacia histórica se acopla con la de los defensores de otro dogma perverso: "Israel es un invento del imperialismo en el medio oriente". Los amantes de la cleptohistoria palestina y sus aliados anti-imperialistas le atribuyen a Israel un pecado original, más bien imaginario, que desencadena en poner en tela de juicio el derecho a la existencia de este estado para el pueblo judío. Para ellos, el Estado de Israel es ilegitimo y por lo tanto, el proceso de paz debería concluir en un tipo de solución que redima al azotado pueblo palestino y en donde el pueblo judío expíe dichos pecados originales. Si el Estado de Israel es producto del colonialismo imperialista la solución es la descolonización. Si el pueblo judío no posee derecho alguno sobre la tierra de Israel ya que el patriarca Abraham, el rey David, Salomón, Jesús o los miembros del Sanedrín eran todos "palestinos" entonces deben abandonar la tierra que no les pertenece.
Estos extremistas cuestionan la legitimidad de solamente un estado entre los 198 que pueblan la tierra, al Estado de Israel. Israel les provoca un aumento de la adrenalina que los impulsa a organizar sendas manifestaciones ante cualquier acción de defensa israelí. Formalmente, se declaran "anti-sionistas" ya que esto es políticamente más correcto que catalogarse como lo que son, antisemitas o judeofobo.
Regresemos a los que confunden la naturaleza del conflicto pero que no rechazan la existencia del Estado de Israel. Un conflicto basado en la conquista y en la colonización de un territorio ajeno; como suponen; debería concluir con la retirada de las fuerzas de ocupación. Para los defensores de esta premisa territorial, la retirada israelí de todos los territorios "conquistados" debería llevar a la pacificación de la zona. Ciertamente, los defensores de esta tesis no logran explicar lógicamente las razones por las cuales la Desconexión unilateral israelí de la Franja de Gaza (2005) no aplacó la violencia palestina sino, muy por el contrario, alentó el disparo de miles de cohetes desde la "liberada" Gaza sobre los poblados civiles israelíes. Tampoco logran explicar las razones por las cuales la retirada israelí de la franja de seguridad del sur del Líbano (año 2000) y la reubicación de las fuerzas de seguridad del estado hebreo en la línea fronteriza reconocida internacionalmente por la ONU, no hizo otra cosa que alentar las acciones asesinas del Hezbollah, el movimiento terrorista chiita libanés. Llegado a este punto, tampoco pueden procesar lógicamente la fundación de la OLP en 1964, el primer boicot árabe contra los judíos de la zona en 1891, la alianza y el apoyo del principal líder árabe palestino Aj Amin Al-Husseini a los nazis y a Adolf Hitler, las matanzas de judíos a manos de los árabes en 1920, 1921, 1929 o en la gran cruzada asesina entre 1936-1939. Todos estos hechos ocurrieron, valga la redundancia, antes de la guerra de 1967. Evidentemente, el control israelí de estos territorios en disputa no explica el origen del conflicto y, por lo tanto, suponer que la retirada total nos conducirá a la tan deseada paz se contradice con cada uno de los hechos registrados a lo largo del último siglo.
El conflicto palestino-israelí es de otra naturaleza: se trata de una disputada de LEGITIMIDAD, basada en un conflicto de tinte nacional-religioso. Hablamos de dos pueblos que afirman que poseen derechos históricos sobre los mismos territorios. El milenario pueblo judío gestó su identidad religiosa y nacional en la tierra de Israel. En la ciudad cisjordana de Beit Lejem (Belén), en la Judea hebrea, nació Jesús, un judío que vivió en la Judea judía y que fue crucificado por los romanos en Jerusalén. Hebrón (también en Judea) fue comprada por el patriarca Abraham por 400 monedas de plata. Así lo testifica el libro de historia más importante de la civilización occidental, la Biblia. En la ciudad cisjordana (Samaria) de Nablus (Naplusa o Shjem) fue enterrado Josué, lo mismo sucedió con la matriarca Rajel en Belén. Cada rincón de los territorios de Judea y Samaria han testimoniado la extensa y demostrada presencia judía.
Los árabes han habitado estos mismos territorios durante generaciones. Es verdad, han vilipendiado y saqueado cada rincón fértil de estos territorios durante los cuatrocientos años de dominio de los otomanos, esto es un hecho indiscutible. Buena parte de los antepasados de los árabes palestinos que aducen derechos históricos se asentaron en la zona gracias al trabajo que le ofrecían los sionistas. Desde 1967, los árabes de Jordania que quedaron bajo el control israelí en Judea y Samaria y los árabes egipcios que vivían en la Franja de Gaza, comenzaron a desarrollar una conciencia nacional propia "palestina". En otras palabras, el pueblo árabe palestino nació hace aproximadamente 40 años. Y sin embargo, poseen derechos nacionales reconocidos por el mundo y, en especial, derechos aceptados por una importante mayoría de la población judía en Israel.
Un conflicto de legitimidad tiene dos soluciones posibles. Una solución es que uno de los lados renuncie a sus derechos o bien, que una de las partes sea destruida y la otra sea eliminada. La segunda solución pasa por el reconocimiento de los derechos, o parte de ellos, del enemigo. Es decir, si los palestinos reconociesen que los judíos poseen un derecho legítimo y los judíos hiciesen lo mismo con las exigencias palestinos entonces podrían llegar a un entendimiento basado en un acordado renunciamiento mutuo.
Al comprender el palestino-israelí como lo que es, un conflicto de legitimidad, los sucesos históricos comienzan a acomodarse mágicamente. Las extensas muestras de violencia pre-1967 radican en el rechazo árabe a la existencia del derecho judío a su tierra. Tras la Guerra de los Seis Días, la situación continuó. Por lo tanto, el paso lógico sería analizar si: ¿los israelíes han reconocido al pueblo palestino?, ¿los palestinos han reconocido al pueblo israelí?, ¿los israelíes y sus autoridades reconocen que los palestinos tienen derecho a un estado independiente?, ¿y los palestinos?
En la Universidad de Bar Ilan (2009), el primer ministro israelí Binyamín Netaniahu declaró que aceptaba y adoptaba la creación de un estado palestino o una solución basada en la premisa de dos estados para dos pueblos. En abril de 2009, la empresa de la prestigiosa analista Mina Tzemaj informaba que, según sus encuestas, un 78% de los israelíes apoyaba la idea de un estado palestino. Para los israelíes, una cuestión de suma relevancia era la seguridad del Estado, y así lo indicó el 77% de los encuestados, mientras que el 68% se mostró igualmente concernido por el alcance de un acuerdo que incluya la partición de Jerusalén. El 45% de los israelíes dijo que la solución de dos Estados era esencial y deseable, mientras que el 21% la califica de inaceptable. Otro 45% cree que el desarrollo económico en la franja de Gaza y Cisjordania es "esencial o deseable". Entretanto, la idea de defender el dominio del Gran Israel (los bíblicos territorios israelitas que hoy incluyen Judea y Samaria) es inaceptable para el 47% de los entrevistados israelíes.
Una encuesta paralela, elaborada por el palestino Nader Said del centro estadístico AWRAD de Ramallah, mostraba que el 74% de los palestinos apoyaban la premisa de dos estados para dos pueblos. Sobre el establecimiento de un futuro Estado independiente, el 97% afirmaban que se trataba de una cuestión urgente para ellos, mientras que el 95% de los palestinos dijo lo mismo preguntado sobre los derechos de los más de cuatro millones de refugiados palestinos. El 100% estimó fundamental que todos los colonos judíos abandonasen Cisjordania y que los asentamientos judíos en este territorio fuesen desmantelados, una idea que apoya el 26% de los israelíes. Es muy importante señalar que esta encuesta fue realizada en la zona controlada por la Autoridad Palestina ya que la Franja de Gaza ha sido tomada por la fuerza por el fundamentalista Hamás, movimiento terrorista que rechaza la existencia de Israel y actúa militarmente para borrar del mapa a dicho estado.
Al no conseguir destruir al estado hebreo por la fuerza, muchos gobiernos del medio oriente han optado por aceptar su existencia. Egipto en 1979 y Jordania en 1994 han firmado acuerdos de paz formales con Israel.
Desde el año 1967, judíos y palestinos se disputan los territorios de Jerusalén, y de Cisjordania o Judea y Samaria. En el año 2005, Israel evacuó totalmente su presencia civil y militar en la Franja de Gaza. Desde 1967, los palestinos se han movido entre su deseo de destruir a Israel por la fuerza (ideal perseguido aún hoy por los fundamentalistas palestinos y por algunos sectores laicos) a un reconocimiento "de facto" del estado hebreo. Por su parte, los israelíes se han movido entre un no reconocimiento de la existencia de un pueblo palestino al actual reconocimiento del derecho palestino a un estado propio.
Fuente: Guysen News